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Las berries, también llamadas “frutos rojos” o “frutos del bosque”, pertenecen a la familia de las frutillas generadas en la parte externa del ovario de una flor, porción que, al madurar, se vuelve carnosa y comestible. Las fresas, arándanos, zarzamoras, frambuesas y moras azules forman parte de este grupo. En los últimos años se ha descubierto que su consumo es importante para la salud de las personas y también, por supuesto, para la economía.
En el primer caso, porque las berries aportan gran cantidad de fibra por porción, son bajas en calorías y tienen cero colesterol, cualidades que las hacen perfectas como energéticos sanos para el cuerpo humano. Además contienen vitamina C, ácido fólico y otros compuestos importantes. Hay evidencias de que su consumo regular reduce el riesgo de contraer enfermedades cardiovasculares, crónicas y neurodegenerativas, gracias a su poder antioxidante y antiinflamatorio.
Su importancia económica deriva de su alta rentabilidad en los mercados internacionales, donde alcanzan mejores precios que otros productos agrícolas. Su producción tiene actualmente un crecimiento anual promedio del 3.3 por ciento. Según el reporte Panorama Agroalimentario, elaborado por los Fideicomisos Instituidos en Relación con la Agricultura (FIRA), los principales productores de estas frutillas son China, Estados Unidos (EE. UU.) y México, que ocupa la tercera posición mundial.
En nuestro país, la creciente demanda internacional de las berries ha provocado que cada vez haya un mayor número de productores en varias entidades del país. A decir del Servicio de Información Agroalimentaria y Pesquera (SIAP), en 2009, se cultivaron 10 mil 684 hectáreas; y en 2019 fueron 44 mil hectáreas, por lo que su crecimiento anual promedio fue del 16.5 por ciento. El año pasado se cosecharon un millón 85 mil toneladas de frutillas rojas.
En la república hay 21 estados que cuentan con las características climáticas y estacionales óptimas para el cultivo y la cosecha de las berries. Pero ahora, el 96.8 por ciento de las frutillas se cultivan en Michoacán, Baja California, Guanajuato y Jalisco, entidades que acumulan 400 de las mil 200 horas de frío al año (principalmente en invierno). Estas frutas se cultivan con agricultura semiprotegida, principalmente en túneles.
En 2019, las berries fueron el tercer producto agroalimentario más exportado por nuestro país después de la cerveza y el aguacate. Jalisco es el estado líder, con el 60 por ciento del total de las exportaciones. Se venden a 35 países, pero su principal destino es América del Norte (EE. UU. y Canadá), que adquiere el 97.6 por ciento; Europa compra el 1.75 por ciento y el otro 0.56 por ciento el Medio Oriente y Asia. En 2019, las ventas ascendieron a dos mil 241 millones de dólares (mdd).
Pese al recorte del 60 por ciento del presupuesto federal destinado al programa Sistemas de Reducción de Riesgos de Contaminación (SRRC), con el cual se asegura la inocuidad de los alimentos frescos (que incluyen a las berries), se mantienen las expectativas de crecimiento para este año. Esta visión optimista, sin embargo, solo prevalece entre los productores privados medios y grandes organizados en la Asociación de Exportadores de Berries (Aneberries) y el Sistema Producto Fresa, ya que los pequeños agricultores están desamparados, enfrentan los altos costos de producción y carecen de medios para competir con las grandes empresas que comercializan las frutillas dentro y fuera del país.
Gracias al estudio y observación del mundo, sabemos con precisión que la naturaleza está llena de comportamientos homosexuales, desde los organismos más pequeños hasta los grandes mamíferos.
El sustento del conocimiento matemático se desarrolló en la antigua Grecia; uno de los filósofos que contribuyó a su desarrollo fue Aristóteles, quien planteó las leyes básicas del pensamiento humano a fin de obtener deducciones válidas.
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“Caffarelli tiene una intuición fantástica, es sencillamente notable… me costó mucho seguirle el ritmo. De algún modo, ve inmediatamente cosas que los otros no ven”, afirmó el afamado matemático Louis Nirenberg.
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Escrito por Carlos Alberto Morales Hernández
Colaborador