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La vida insiste: el problema es la distribución de la riqueza
Exijamos a los candidatos que se le oponen a Morena que no prometan vaguedades, que se comprometan decididamente con un cambio verdadero.
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Escribo en el peor momento del ataque del virus Sars COV2; hasta ahora. Oficialmente se reconocen 153 mil 639 fallecimientos, pero cálculos muy serios del Inegi señalan que en realidad hay cerca de 68.7 por ciento más de vidas perdidas en el país. Ya es un lugar común afirmar que la pandemia no fue causada por el régimen de la “Cuarta Transformación” (4T), eso es cierto, pero sí son de su completa responsabilidad los resultados. La 4T ha administrado el ataque de la peste con las peores herramientas del modelo económico neoliberal que defiende y atiza tratando de ocultarlo con declaraciones aparentemente radicales, la verdadera política pública ha sido “el que se tenga que morir que se muera”. México, en una palabra, dicen análisis internacionales, es el peor país para pasar la pandemia.

Pese a la propaganda oficial en contrario, la verdad se va abriendo paso y, en medio de su tragedia, el pueblo despierta. Sectores muy importantes de la población, como el Movimiento Antorchista Nacional, habían advertido a tiempo, es decir, antes de que tomara el poder el régimen lopezobradorista, que México estaba enfermo y que su enfermedad más grave y devastadora, la que estaba diezmando a su población y a sus capacidades creativas, era la injusta distribución de la riqueza, es decir, el hecho cada vez más evidente de que un puñado de ricachos acumulara hasta la ignominia, hasta el derroche y el hartazgo la riqueza nacional producida todo los días con las manos de los trabajadores, mientras que una masa inmensa de mexicanos se debatía en la desesperación sin contar con lo indispensable para darle una vida digna a sus hijos. Hoy, la pandemia, haciendo aflorar escandalosamente toda esa problemática, confirma las previsiones.

La alimentación de la población ya era, no insuficiente porque la palabra “insuficiente” sería aquí una máscara, era un desastre; toda esa obesidad infantil –ese dato solo– que se ha reputado como proporcionalmente de las más grandes del mundo, exhibe dolorosamente la ingesta cotidiana y permanente de energía barata para la sobrevivencia, expone el hambre. El sistema de salud ya era deplorable; ahora se dice que está rebasado, y es cierto; pero el sistema de salud ya estaba rebasado desde mucho antes, basta solo tener presentes las comorbilidades que agravan el ataque del Covid-19, pues esos padecimientos “tradicionales” retratan a un pueblo enfermo; basta tener presente que ya es, desde hace tiempo, una política pública, la protección y el respeto a las personas con capacidades diferentes, es decir, se hace propaganda para que la población se acostumbre a vivir con ese tipo de personas, pero se hace poco o nada para erradicarlas, para instrumentar políticas que garanticen la salud y la integridad física (y mental) de toda la población desde antes del nacimiento. ¿Y la vivienda? Su precariedad e insuficiencia no aguantó ni las más elementales recomendaciones para enfrentar la pandemia, para millones, “quédate en casa”, resultó en una tortura en un espacio diminuto, sin agua, sin drenaje, sin luz, sin pavimento para el acceso y en un hacinamiento insoportable. ¿Y la educación? Ésa solo avanza en la propaganda oficial; en la vida real, millones no se conectan porque no tienen dispositivos, ni tiempo aire, ni condiciones en casa para concentrarse y trabajar, ni asesorías familiares porque desde hace muchas generaciones su familia no ha asistido a la escuela. En fin, todo eso saltó como una bofetada con la pandemia, pero ya existía y le urgía un correctivo radical.

Pero a la 4T, a los liberales de la 4T, no les importó. Ya van tres años de Presupuesto de Egresos de la Federación (incluyendo el de 2018, que también lo dictaron ellos), que se dedican sumas inmensas a proyectos de inspiración personal que nada tienen que ver con el ataque y la solución al monstruoso problema nacional de la pobreza. Un tren turístico en la región de la península de Yucatán que nunca se ha dicho sobre qué proyecciones de pasajeros se diseñó, cuántos recorridos, cuántas veces al día, cuánto costará el boleto, etc. ¿será el gran negocio? ¿será el gran subsidio? Una refinería nueva, cuando la tendencia mundial lleva a la eliminación del petróleo como energético; un aeropuerto nuevo, solo que en otro lugar, a 40 kilómetros de otro cuyas inversiones se fueron a la basura. Y para contener la irritación social, algunas ayudas a preparatorianos, desocupados, adultos mayores y párale de contar. Ésa es la política para mejorar la distribución de la riqueza del neoliberalismo de la 4T. Y los datos están a la vista.

El Inegi informa que, al cierre del año pasado, seis de cada 10 trabajadores, tanto formales como informales, percibían menos de dos salarios mínimos, un salario de hambre, más escandaloso todavía, si lo comparamos con la riqueza monumental que producen esos trabajadores. Esta proporción de seis de cada 10, es mayor a la que existía en 2018 y en 2019. Hay más. Hasta diciembre del año pasado, el 23.3 por ciento de la población que tiene trabajo recibía un salario mínimo, el cual era, hasta ese mismo mes, de 123.22 pesos y la proporción de trabajadores que obtuvo ingresos equivalentes hasta de dos salarios mínimos, es decir, alrededor de 246.44 pesos diarios, fue del 34.4 por ciento. En resumidas cuentas, la suma de ambos estratos indica que seis de cada 10 trabajadores cobraron menos de 246.44 pesos diariamente, dato que muestra que la cantidad de la población ocupada en el país con esos ingresos ha aumentado respecto de los datos observados en los dos años anteriores. O sea, menos ingresos para la población… y en plena pandemia

¿Y la obra pública? Está paralizada, que nadie se atreva a acudir a una oficina pública del nivel municipal, estatal o federal a solicitar la introducción del servicio de agua potable, drenaje, pavimento o la construcción de una escuela porque lo menos que puede escuchar de manera tajante, y a veces grosera, es que no hay recursos y eso, si bien le va, porque si se topa con fanáticos del lopezobradorismo puede ser que lo acusen de pretender enriquecerse con “moches” y lo acusen de lavado de dinero y de operaciones con recursos de procedencia ilícita. La gestión de su propio bienestar ya no es un derecho del pueblo, es un estigma y es un delito.

Pero no por atacada, la lucha por un mejor reparto de la riqueza social, se ha terminado. Vienen elecciones y la vida, no los programas teóricos, sigue manteniendo a la orden del día la imperiosa necesidad de una vida mejor para los mexicanos. Salud, vivienda, educación, obra pública. Ni un solo voto para los demagogos de Morena que han desviado y combatido la necesidad de una vida mejor. Exijamos a los candidatos que se le oponen a Morena que no prometan vaguedades, que se comprometan decididamente con un cambio verdadero, el pueblo no quiere cambiar el neoliberalismo de ahora por el neoliberalismo de antes. La población trabajadora ya no resiste más. 

 

 


Escrito por Omar Carreón Abud

Ingeniero Agrónomo por la Universidad Autónoma Chapingo y luchador social. Autor del libro "Reivindicar la verdad".


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