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Poeta turco nacido el 26 de agosto de 1914 en Estambul. Uno de los poetas más prolíficos de la Turquía republicana, con más de 60 colecciones de poemas publicados. Su uso purista de la lengua turca trajo una nueva dimensión a la literatura contemporánea de éste país. Sus poemas tratan temas globales, como la prehistoria de la humanidad, el cosmos, el antimilitarismo y la Guerra de la Independencia Turca.
Considerado junto a Ilhan Berk, como el mayor de los poetas vivos. Terminó sus estudios generales en la Academia de Guerra, en 1935, especializado en la Escuela de Tiro. Como oficial de infantería recorrió diversas regiones del país. Fue coronel del Ejército hasta que en 1950 dimitió de su cargo y fijó su residencia en Estambul. Ajeno a la influencia extrajera, pero con una visión de interdependencia entre todas las culturas, utiliza las singularidades de su idioma, que conoce a fondo, de forma creadora, empleando a la vez un vocabulario sobrio y sembrado de imágenes del paisaje de Anatolia. Dağlarca es uno de esos poetas intraducibles por su modo de emplear la lengua. Sin embargo, el poema se salva porque algo queda siempre debido a sus imágenes y conceptos. No en vano, en el primer simposio de poesía de Estambul, sin duda oponiéndose al conocido aserto de Mallarmé (“la poesía está hecha con palabras”), dijo: “la poesía es lo que queda cuando desaparecen las palabras”. Murió el 15 de octubre de 2008 en su ciudad natal.
Detenerse
La belleza de los árboles a medianoche
debería detenerse un tiempo.
Las aguas que corren y los caminos remotos
deberían detenerse.
La luz en las ventanas debería detenerse,
detenerse pronto para mí.
Donde crece el día con la compraventa
del mercado debería detenerse.
El pasto debería detenerse en su silencio
cuando los insectos aplacan el hambre de la tierra.
En desolados descansos de montaña
el cielo debería detener su refinado azul.
Poderosos pájaros en el aire,
como enormes caballos en una carrera incesante,
todos ellos deberían
detenerse.
Los desenfrenados susurros del bosque,
el sueño del pez en el mar abierto,
nuestro dormir
debería detenerse.
No el vertiginoso hechizo de las bailarinas desnudas,
ni el manar de la sangre del guerrero.
Todos deberían detenerse un rato.
La muerte debería detenerse.
Defensa contra de la noche
Este hombre está muerto y ausente pero
el tiempo no se desplomó en el suelo mucho rato.
Le entregamos la vida de ese hombre a los árboles.
¿A quién le pertenece su corazón?
Este hombre está muerto y ausente pero
no podíamos apartarnos de su lado.
En el interminable lamento de nuestras noches,
¿por qué esta palidez nunca disminuye?
Este hombre está muerto y ausente pero
el río aún no se atreve a decirlo,
y su fe, como pájaros gloriosos,
es capaz de llevárselo lejos.
Aguas turcas
Las aguas son más sabedoras
que nosotros.
Como las alas más altas de nuestro afán
ven la luz de la noche
mas pronto y reconocen el pulso del dolor de cabeza
en las sienes,
el suave aleteo del pájaro ajado del desamor
picando todavía en los surcos de la frente
la espuma y las claraboyas de la soledad,
aguas obscuras del espejo último,
aguas que transportan el eco de la voz
desnuda del poeta hasta el silencio.
Como flores silvestres abandonan su hechizo azul
antes de romper el alba.
Más sabedoras que nosotros,
toquen nuestro albedrío con las manos sagradas
del arroyo del verso más oculto al deseo
del poeta que sueña: Dios es
un hombre sencillo que aguarda la virtud del poema,
el perfume del pinzón que alza el vuelo.
EL QUE HEMOS MATADO
Tenía unos ojos que chispeaban con la noche.
Era valiente, demasiado valiente.
Nos hemos parado ante la puerta de la cueva oscura.
De paso, dejamos la lápida.
Con un inmenso chillido, se ha callado
el confidente de las noches y de los montes.
Ya no es como nosotros:
jamás despierta,
duerme poco.
ya no bebe, ni se mueve:
serán tan extraños y tan sencillos los adornos
que hagamos con sus adornos.
Claros como sus plumas,
ciegos como él.
Preparado está, en la enemistad de los que le rodean,
el festín inagotable de la victoria.
El festín de que se alimentarán, al mismo tiempo
nuestra mente, nuestro miedo, nuestras manos.
Conversaciones con las montañas
Cargando las canciones oscuras de los pastores,
mis águilas se posan en la distancia,
insomnes
y sin estrellas, mis álamos perduran.
La soledad aflige a la tierra sin cielo
contrapuesto a amores perdidos
en cementerios donde las grandes flores retoñan
pesadas con salud y felicidad.
La voz que el viento acarrea
la puedo escuchar ahora,
en la noche
el pico invita a la ceguera.
Latitudes
Cierras tus ojos profundamente
cuando yo abro los míos.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
Cuando cierro los ojos, hermano,
tú abres los tuyos.
Cuando nuestras manos esculpen el mármol de los cipreses,
ni el mármol, ni el ciprés, nos familiariza.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
A la misma hora.
Nuestras casas no están conscientes del gran tiempo.
En la lejanía, los vientos más fríos se alzan,
nuestras oscuridades se siguen la una a la otra.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella,
y miramos el mismo cielo en la eternidad,
sin embargo, no podemos vernos el uno al otro.
Relativamente
De acuerdo a mí, la montaña
es solitaria.
Yo estoy desvelado,
de acuerdo a la montaña.
Para
la
montaña,
yo estoy
loco.
Para
mí,
la montaña
está hambrienta.
Para la montaña,
yo estoy fuera de alcance.
La montaña no llegará,
de acuerdo a mí.
Conversaciones con las montañas
Cargando las canciones oscuras de los pastores,
mis águilas se posan en la distancia,
insomnes
y sin estrellas, mis álamos perduran.
La soledad aflige a la tierra sin cielo
contrapuesto a amores perdidos
en cementerios donde las grandes flores retoñan
pesadas con salud y felicidad.
La voz que el viento acarrea
la puedo escuchar ahora,
en la noche
el pico invita a la ceguera.
Fue un poeta, narrador, geólogo, maestro y promotor budista japonés. Su vida, así como varios de sus poemas e historias, han sido adaptados a la animación y su pueblo natal se ha convertido en un destino turístico literario.
Es poeta, ensayista y periodista.
Es una de las voces femeninas más importantes en la lírica ecuatoriana de la segunda mitad del Siglo XX.
Es poeta, traductor y autor de ensayos, líder de la generación joven de intelectuales de Bielorrusia.
Álvaro Yunque pone su pluma al servicio de las causas populares, privilegiando sobre la ornamentada poesía académica el habla y la poesía popular argentina.
Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”.
Colección de 305 canciones de diferentes lugares y épocas. Se cree que la recopilación la hizo el propio Confucio en el Siglo V manteniendo las versiones originales.
El poema "A todos los hombres elegantes de la ONU" exhibe, con absoluta vigencia, la hipocresía de quienes, desde su privilegiada posición, discursean sobre democracia y paz mientras el pueblo palestino se desangra.
Pese a su extensa producción, fue un autor que tuvo escasa visibilidad en vida.
Una obra “cabal y desbordante, de inefable amor al terruño… este libro abarca no sólo las facetas histórica, legendaria y romántica de Yucatán, sino también el original ambiente propio de esta tierra, cálida y cordial, lo que le es inmutable”.
Es poetisa, historiadora, periodista, activista política, defensora de los derechos de las mujeres y autora de relatos de viajes.
Su poesía es una especie de rendición de cuentas poéticas, de hechos cotidianos y de encuentros que ha tenido, con una especial atención a los más humildes.
Escritor autodidacta, su poesía, cuyo motivo central es la ocupación israelí, goza de gran popularidad especialmente entre los árabes-israelíes y en los territorios ocupados.
Poetisa, novelista, periodista y psicóloga.
En una de sus últimas colecciones poéticas aborda su labor como escritora ante el lector; uno de tales poemas se refiere a la muy conocida frase de la cultura árabe que reza: “el sentido se halla en el ombligo del poeta”.
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Escrito por Redacción