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“Es decir que en mi país, la gente viva feliz aunque no tenga permiso”
El país está destrozado, el gobierno se desespera por la caída de su popularidad y esto lo orilla a ser mucho más agresivo contra quienes considera sus adversarios y, sobre todo, contra quienes tienen alguna posibilidad de disputarle espacios de poder en
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El Presidente está convencido, o al menos es lo que nos quiere hacer creer, de que ya estamos saliendo de la mala racha y, con un narcisismo desmedido en sus conferencias mañaneras, se echa tantas flores que éstas ya no caben en Palacio Nacional, aunque también utiliza esos espacios para denostar a sus enemigos y fijarlos en la mente del público. Pero estas barbaridades no solo las comete en México, sino que las extiende a la esfera internacional como la Organización de las Naciones Unidas (ONU) donde hace unos días en una reunión virtual de jefes de Estado, presumió sus fantasiosos logros frente a las crisis sanitaria y económica –¡dijo que aquí no hay tantos muertos como en otros países!– las remesas que los paisanos envían de Estados Unidos (EE. UU.), la rifa del avión presidencial que no se rifó y, ya encarrerado, comparó a Benito Mussolini con el Benemérito de las Américas. Entre sus homólogos, todo esto debió causar estupor y la pregunta: ¿cómo es que un hombre de tan pésimo nivel intelectual y político gobierna México?

Y mientras esto sucede en el mundo de fantasías del Presidente, el gobierno busca en la inmunidad de rebaño, su estrategia maestra contra el Covid-19, el pueblo sigue contagiándose y muriendo. La naturaleza está haciendo lo suyo y matando a quienes fatídicamente deben morir porque el gobierno consideró que le salía más barato regresar a las actividades laborales que destinar los recursos necesarios para enfrentar la pandemia. Hoy, los costos económicos y sociales son mayúsculos.

El desempleo y los pocos ingresos que obtienen los pequeños negocios y los trabajadores han aumentado en por lo menos 15 millones el número de pobres. La caída económica pudo haber sido menor si el gobierno hubiera intervenido para evitar la quiebra de pequeñas y medianas empresas, pero no lo hizo y tenemos 20 por ciento de descenso en el Producto Interno Bruto (PIB) y lo que falta. Hoy, la precaria vida de los hogares mexicanos es una verdadera tragedia, una realidad infernal, porque además de cargar con la falta de ingresos y servicios urbanos más elementales, padecen inseguridad pública, violencia delictiva en las calles y el viacrucis de las clases virtuales o que sus hijos ya no asistan a la escuela.

Porque después del confinamiento, los trabajadores tienen que hacer recorridos más largos para colocar su mano de obra o de plano irse de migrantes. El país está destrozado, el gobierno se desespera por la caída de su popularidad y esto lo orilla a ser mucho más agresivo contra quienes considera sus adversarios y, sobre todo, contra quienes tienen alguna posibilidad de disputarle espacios de poder en las elecciones de 2021. Ya domina los órganos autónomos, entre ellos al Instituto Nacional Electoral (INE); dicta sus propias leyes en el Congreso de la Unión y las aplica a rajatabla en el Poder Judicial, la Guardia Nacional y la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF).

El que se decía el gobierno más democrático y de izquierda, ha mostrado su rostro fascista y amenaza con acabar con todas las libertades: de pensamiento, organización y manifestación, petición y voto libre y secreto. Ejemplos recientes sobran: la represión y menosprecio contra 650 intelectuales que pidieron respeto a la libertad de expresión; la violencia con que trató a los agricultores de Chihuahua; la persecución de líderes y organizaciones sociales y campesinas; la violencia que se ejerce contra los maestros en Michoacán; la falta de atención a los grupos feministas y a los padres de hijos con cáncer, y merece especial atención la agresividad con la que pretende acorralar y desaparecer al Movimiento Antorchista. A este gobierno le estorban las voces críticas; es enemigo de la ciencia y de la democracia y, en lugar de ponerse a trabajar para resolver pendientes tan graves, se encarga de perseguir cualquier foco de disidencia.

El pueblo se da cuenta que su lema de “no mentir, no robar, no traicionar” era solo un cuento más. Tenemos un gobierno mentiroso, corrupto y que traiciona como nunca los avances democráticos que costaron sangre al pueblo mexicano. Está convirtiendo al país en un polvorín que puede estallarle en las manos. 


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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