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EL GRAN INQUISIDOR Y LOS VIVIDORES DE LA POLÍTICA EN MÉXICO
El ciudadano común vive en la zozobra esperando no ser un número más de la nota roja.
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La tranquilidad de los ciudadanos es cosa del pasado; la violencia en sus distintas formas se ha apoderado de las calles y penetrado en los hogares mexicanos ante la opacidad de una Guardia Nacional que, en lugar de combatir al hampa y a los delincuentes de cuello blanco, se desgasta en tareas poco honorables como la de reprimir migrantes. El ciudadano común vive en la zozobra esperando no ser un número más de la nota roja. Las recientes decapitaciones en Michoacán, los colgados en Guanajuato y los linchamientos en Puebla se interpretan como distractores o como un mensaje de miedo para paralizar las acciones colectivas. Otro tipo de violencia es el lenguaje agresivo y soez que desde la televisión, la radio y las redes sociales se utiliza para descalificar a organizaciones y personas sin aportar pruebas ni razones contundente. Los seguidores del Presidente son los más ofensivos al tratar de defender lo indefendible, es decir, sus muchos yerros. El mismo Presidente, tanto en sus actos públicos como en sus conferencias mañaneras, se ha dedicado a incitar el odio  contra personas, grupos u organizaciones que se atreven a cuestionar su forma de conducir al país; se ha erigido en el “gran inquisidor”, en el juez de la conducta humana; él decide lo bueno y lo malo; quién es corrupto, criminal, conservador, quién tiene intachable conducta; y él es el único que redime de viejos pecados del pasado a políticos exrivales o corruptos. Como Torquemada, basta con que diga que alguien es corrupto, para que sus efectivos medios de propaganda –que envidiaría Goebbels– se lancen con todo contra el acusado. Insiste en que estamos “requetebién”, que ya no hay corrupción y que la entrega directa de apoyos asistencialistas está construyendo una realidad económica distinta; Pero esto es una mentira y el país de ficción donde gobierna nada tiene que ver con el retroceso que realmente vive México, donde los apoyos sociales llegan a cuentagotas o de plano no llegan. Y cuando surgen críticas o reclamos que denuncian su falta de solución a los grandes problemas nacionales, transgrede la ley y peligrosamente coarta las libertades ciudadanas.

Entre las reacciones con alto grado de visceralidad del Presidente, merecen especial atención las que desde el inicio de su gobierno dirigió contra el Movimiento Antorchista Nacional (MAN), organización cuyo trabajo limpio y honesto en 45 años de existencia se puede apreciar detrás de cada obra gestionada –viviendas, escuelas, hospitales, caminos, calles, etc.,– en beneficio de las comunidades marginadas del país. Largos y tortuosos caminos de gestión social han recorrido los antorchistas ante gobernantes insensibles de todos los colores. Interminable es la lista de calumnias que el MAN ha recibido con el propósito de evitar que el pueblo se organice para la solución de sus problemas.

Durante muchos años, los políticos tradicionales han acumulado fortunas enormes al amparo del poder. Para nadie es extraño que el pueblo asocie la palabra “político” con las palabras ladrón y embustero y que esta asociación coincida plenamente con la realidad. Por ello es indispensable revisar a conciencia la calidad moral de los políticos de todos los partidos mexicanos; verificar su honestidad económica y su integridad política e ideológica. Esta evaluación es necesaria en el Movimiento Regeneración Nacional (Morena); como partido en el poder, es más susceptible a corromperse; además, en sus filas militan varios personajes que merecen atención especial: Manuel Bartlett, René Bejarano, Higinio Martínez, Marcelo Ebrard, Manuel Velasco y el propio Presidente quien, como lo hace constar su vida pública, nunca ha realizado un trabajo productivo y no existen pruebas de que sus labores políticas hayan favorecido realmente a los mexicanos más pobres y desprotegidos.

Si estos políticos y partidos no recibieran el presupuesto millonario que se les entrega, jamás aceptarían representar al pueblo. Es difícil imaginar siquiera que esta cofradía se vuelva gestora busque solución a las apremiantes necesidades del pueblo marginado, porque solo se mueve por dinero; si a pesar de recibir millonarias sumas del erario gobiernan contra el pueblo, los puestos públicos carecerían de sentido si no representaran la posibilidad de enriquecerse.

A lo largo de 45 años, Antorcha ha demostrado estar hecha de otra arcilla; es una organización autónoma sostenida financieramente con el trabajo de sus militantes, los únicos con derecho a pedir explicaciones sobre el uso de sus recursos. El MAN trabaja legalmente junto al pueblo oprimido. Sus logros en el ámbito financiero a través de sus pocos negocios son del dominio y el escrutinio públicos; cuando inaugura obras de infraestructura pública, organiza festejos artísticos y culturales e invita a funcionarios y amigos desprejuiciados. Lanzar una cacería contra los luchadores sociales antorchistas es una canallada, un insulto para los más de tres millones de afiliados y para el pueblo en general. Los antorchistas conocen sus derechos y saben lo que valen. Estoy seguro que sabrán responder a esa afrenta.


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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