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La televisión mexicana bajo el neoliberalismo
Las dinámicas neoliberales adoptadas por el aparato televisivo en México forman parte de la estrategia central habilitada para mantener la desigualdad social.
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Una de las consecuencias de haber adoptado políticas neoliberales en México fue la correlación entre el aparato comunicativo estatal y el privado que sufrió, casi de inmediato, modificaciones profundas. La más importante y clara ocurrió con la cesión de grandes espacios de cobertura a la iniciativa privada. El caso de la televisión es paradigmático por su celeridad y contundencia, así como por sus resultados en la dinámica actual de los hábitos de consumo televisivo.

En los repertorios del consumo cultural de la sociedad mexicana los contenidos televisivos son los dominantes. Pese a la supervivencia de medios tradicionales como la prensa, la radio y la irrupción de las nuevas plataformas digitales, la televisión sigue ocupando el primer lugar en el mercado del consumo mediático, hoy prácticamente universal.

Según la Encuesta Nacional de Consumo de Contenidos Audiovisuales (ENOCCA) 2017, 92 de cada 100 hogares mexicanos cuentan con televisión, cifra distante del uso del teléfono celular, que ocupa el segundo lugar, con el 74 por ciento y muy superior del de la computadora que se halla en el quinto sitio, con el 25 por ciento.

El cambio de rumbo que significó la adopción de las políticas neoliberales en México configuró un mercado televisivo caracterizado por la hegemonía de los capitales privados frente a la oferta del sector público. Dicho predominio, por un lado, marcada por un alto índice de concentración de capitales y por el otro, por la estrecha relación entre los intereses privados y políticos del poder en turno, generó un discurso unitario y homogéneo a través de los contenidos televisivos.

Lo anterior ha tenido un impacto social y cultural en varias dimensiones. En primer lugar, la privatización significó la renuncia, de facto, del sector público a la responsabilidad de generar contenidos orientados a la satisfacción de objetivos sociales. Mientras, la privatización generó el amasamiento de grandes fortunas en el mercado televisivo, con las graves consecuencias que esto tiene sobre la desigualdad social en México. Esta línea de acción persiste hoy a través del favorecimiento gubernamental a los principales grupos empresariales que controlan este sector.

En segundo lugar, si bien es cierto que los objetivos sociales se mantienen en los contenidos educativo-culturales de la televisión pública, ésta tiene un alcance muy limitado; pues la privatización marcó también el inicio de un duopolio comercial que hasta hoy acapara prácticamente la totalidad de las audiencias.

El tercer punto a destacar es la alta concentración de los capitales en este sector y la homogeneidad de los contenidos que trae como consecuencia, los cuales representan un obstáculo para el desarrollo de la pluralidad cultural del país. La concentración y la homogeneidad establecen, además, un canal de comunicación unidireccional donde las audiencias —que abarcan prácticamente a toda la población del país— consumen pasivamente los repertorios de contenidos diseñados con objetivos de lucro comercial.

Las dinámicas neoliberales adoptadas por el aparato televisivo en México forman parte de la estrategia central habilitada para mantener la desigualdad social que afecta a la mayoría de la sociedad mexicana e inhibir los mecanismos de participación democrática sobre los sectores sociales tradicionalmente marginados.

La modificación de este modelo, determinado por el lucro máximo, el consumo pasivo y la unidireccionalidad de los discursos constituyen uno de los principales retos para el diseño y la aplicación de una política de televisión pública que coloque, en el centro de su agenda, los problemas cardinales de la sociedad actual.    


Escrito por Aquiles Lázaro

Columnista de cultura


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