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Apagones, un desastre más de Morena
Los cortes de luz recientes son una muestra adicional de que este gobierno está destrozando a nuestro país; los apagones evidencian, sobre todo, la falta de un plan emergente que garantice electricidad “limpia”.
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El gobierno del Movimiento Regeneración Nacional (Morena) “es un desastre”... Esta expresión, de una empleada de banco, no puede ser más gráfica para demostrar que cada día hay más mexicanos observando que el gobierno del partido oficial es, efectivamente, un desastre. La empleada platicaba que cuando trataba de conectarse a la Internet, que fallaba terriblemente, de pronto se fue la luz y, enfática, enfadada, reclamó: “con este gobierno si no es una cosa, es otra”, para luego comentar que solo hasta las dos de la mañana concluyó el curso en línea que estaba tomando por “culpa” del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) “que es un desastre”.

Si después de este testimonio alguien aún duda de que está generalizándose la percepción de que el actual gobierno de México es un desastre, basta que vuelva la vista a la lentitud con que se están aplicando las poquísimas vacunas contra el Covid-19, que al ritmo que lleva el gobierno tardarán cuatro años en llegar a todos los mexicanos y que recuerde, asimismo, la falta de vacunas contra otras enfermedades (polio, dengue, etc.); la carencia de medicinas para los niños con cáncer; la insolvencia de estancias infantiles; la desaparición del programa Prospera que garantizaba becas para los hijos de padres pobres y del Seguro Popular, que proveía de medicinas a los muchos diabéticos que hay en México y que tome conciencia de que la falta de luz eléctrica, los apagones, es cada vez más frecuente.

En años no se habían visto en nuestro país apagones masivos como los que ahora estamos sufriendo y ello se debe a la administración desastrosa y fundamentalista de la transformación de cuarta. Aquí se aplica la ley de la dialéctica en torno a que la suma de cambios cuantitativos tarde o temprano genera un cambio en la calidad del fenómeno. Pondré un ejemplo sencillo que permita al lector, amable y paciente, dar seguimiento a la idea que quiero plantear. Suponga que tenemos una hoja de cristal rectangular delgada colocada entre dos sillas. En medio del cristal comenzamos a colocar una piedra pequeña. A nuestra vista el fenómeno no ha cambiado, es decir, el cristal tiene la misma forma que al principio; sin embargo, en la zona donde se encuentra colocada la piedra, a nivel molecular, comienzan los electrones a moverse con mayor rapidez; es decir, hay un cambio imperceptible e incapaz de cambiar la naturaleza (calidad) del objeto. Si agregamos una segunda piedrita, pasa algo similar; pero la intensidad en el movimiento de los electrones se acelera; y así sucesivamente hasta que llega un punto en el que solo hace falta una piedra más para que el cristal se rompa; es decir, el cambio en la cantidad conlleva a un cambio en la calidad del cristal: una piedra más y el cristal se rompe.

Pues bien, en su expresión “si no es una cosa, es otra” la empleada bancaria invocó, sin saberlo, la ley de los cambios cuantitativos a cualitativos, porque cuando se acumulan los cambios cuantitativos –“si no es una cosa, es otra”– provocan necesariamente un cambio cualitativo. En el caso del gobierno de la transformación de cuarta, será el hartazgo del pueblo hacia un fracaso tras otro, hacia un error tras otro, lo que termine por provocar un cambio cualitativo en la actitud de los mexicanos, que confiaron en Morena y que, en breve, deberán cambiar la correlación de fuerzas en el Congreso de la Unión, así como anteriormente el pueblo se hartó de la corrupción y del enriquecimiento ilimitado de los grandes ricos.

El fundamentalismo morenista tiene un problema de fondo: cree que el mayor problema de México está en la corrupción, pero eso no es cierto. El gran problema nacional consiste en el modelo económico y, en el caso de los apagones, está incurriendo en un doble error: oponerse rotundamente al uso del fracking, técnica con la que podríamos explotar el gas necesario para producir energía eléctrica –ahora México solo genera la cuarta parte de la que producía hace cinco años–; no perderíamos los mil millones de pesos que hoy se “lanzan al aire” con el gas que no podemos almacenar y evitaríamos la importación de gas desde Estados Unidos, que lo explota con técnica fracking y del mismo manto subterráneo que comparte con México. El otro grave error del desastroso gobierno morenista se halla en la iniciativa de reformas a la ley de energía eléctrica que el titular del Poder Ejecutivo envió como preferente al Congreso para monopolizar nuevamente la generación de electricidad –la cual se está produciendo con carbón y combustóleo, que resultan altamente contaminantes– y hacer a un lado la producción de las energías limpias, es decir, las que provienen de la energía eólica, la solar, geotérmica y del agua.

Los cortes de luz recientes son una muestra adicional de que este gobierno está destrozando a nuestro país, pues la carencia de energía eléctrica impide el uso del refrigerador que mantiene sanos, durante horas, los alimentos perecederos y el de la Internet, que permite la ejecución del famoso teletrabajo y la educación a distancia de los niños. Los apagones evidencian, sobre todo, la falta de un plan emergente que garantice electricidad “limpia”. Por ejemplo, varias plantas generadoras son duales, es decir, pueden funcionar con el uso de gas natural o de combustóleo; el problema es que si lo usan, emiten hollín a las ciudades cercanas, con lo que afectan la salud de sus habitantes.

Debemos, por tanto, descubrir “la navaja dentro del pan” e insistir en que el gobierno de Morena está mostrando muy rápidamente que no sabe ni puede gobernar y que si mantiene su idea fundamentalista de que la corrupción es nuestro mayor problema, más pronto que tarde darán al traste con México, a menos que el pueblo se percate del desastre y, en junio, evite que las cosas sigan igual que hasta ahora. México necesita más. No a la improvisación, no a los apagones de luz. No es posible que un país con energía suficiente y las leyes para producirla de manera eficaz, sea incapaz de generar la que requiere. La solución de fondo no es renunciar a Los Pinos, al avión presidencial y al Estado Mayor Presidencial. La solución es que los mexicanos tomen conciencia del desastre que hoy genera Morena para evitar, por la vía democrática, que este monstruo político siga destrozando a nuestra patria. 


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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