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Analfabetismo político
El analfabetismo político explica por qué el Presidente tiene un nivel de aprobación por encima del 60% y por qué él y Morena están haciendo de México un país que está cayéndose a pedazos.
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Analfabetismo político fue la frase que usó un inteligente compañero plenista de la región Toluca-Atlacomulco para reconocer que la gran mayoría de los mexicanos no saben leer ni escribir y que ésa es la razón por la que el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador (AMLO) los engaña fácilmente con mentiras que asumen como verdades. Es decir, está sucediendo lo mismo que antes se hacía con los campesinos iletrados cuando les pedían que firmaran tal o cual documento para engañarlos y quitarles sus tierras.

El analfabetismo político explica por qué el Presidente tiene un nivel de aprobación por encima del 60 por ciento y por qué él y su partido, el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), están haciendo de México un país en desastre que está cayéndose a pedazos.

Desde que asumió la Presidencia de la República, el actual mandatario federal tenía en la cabeza la idea de instaurar una dictadura para ejercer el poder a su antojo y para, según él, transformar el sistema socioeconómico. Como es evidente, ningún político expresa que instaurará una dictadura porque tal proyecto le sería rechazado; y ésta es la razón por la que la mayoría promueve entre la gente una cosa y en los hechos hace otra, como siempre ocurre en los regímenes que se denominan democráticos.

Por ello es importante que el pueblo de México aprenda a leer y a escribir política para que no lo engañen y descubra las mentiras que le ofrecen. En más de una ocasión han salido a relucir indicios del afán dictatorial del Presidente, como en este espacio informativo lo he advertido varias veces. Invoquemos algunas de ellas:

¿Recuerda usted, amable y paciente lector, cuando el Presidente declaró: “al diablo las instituciones”?; cuando, indignado, exclamó: “¡No me vengan con que la ley es la ley!” O cuando en varias de sus mañaneras lanzó ataques contra organizaciones populares con base en acusaciones sin pruebas –calumniosas por lo mismo– entre las que destacan las dirigidas contra el Movimiento Antorchista Nacional (MAN), al que ha atacado en 130 ocasiones.

Pero su mayor enojo se produjo cuando la Cámara de Diputados no aprobó su iniciativa de reforma eléctrica –lo que ocurrió por primera vez en la historia de México– y su primera reacción consistió en acusar de “traidores a la Patria” a quienes votamos en contra, para que luego su partido hiciera la intentona de meternos a la cárcel por el delito de no obedecer a ciegas al Presidente de la República.

El hecho de que AMLO no pueda hablar con claridad, de que su propósito real es instaurar una dictadura en México, significa precisamente que usa el engaño y la mentira para plantear ante la gente lo contrario. Es decir, recurre al común desparpajo demagógico para envolver al analfabeto político, que siempre cree lo que dice el Presidente.

En efecto, las frases que AMLO difunde cada mañana en sus conferencias de prensa en Palacio Nacional no son analizadas con espíritu crítico por la mayoría del pueblo mexicano. La gente no matiza las expresiones del Presidente y, por lo mismo, no descubre cuando se trata de mentiras, verdades o medias verdades y no advierte, lamentablemente, entre razonamientos falaces y ciertos.

Con tantos atropellos y retrocesos, el gobierno de la llamada “Cuarta Transformación” (o más bien transformación de cuarta) el pueblo de México ya debería estar protestando o sublevándose. Pero como mucha gente aún aprueba las mentiras de AMLO y el gasto inútil que el gobierno realiza en obras inútiles como el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas y el aeropuerto civil en la base aérea de Santa Lucía, solo queda esperar a que finalmente considere su yerro.

Sin embargo, la misma dinámica del ejercicio del poder va confrontando los dichos y las intenciones del Presidente con la realidad; y cuando las cosas se hacen más evidentes, surge el verdadero rostro de quien como candidato presidencial afirmó que regresaría al Ejército a sus cuarteles, pero cuando asumió la Presidencia decidió mantenerlo en las calles e incorporarlo a algunas áreas de la administración pública.

Pero este hecho, hay que decirlo claramente, no fue un error del entonces candidato y hoy Presidente; la idea de la militarización del país estaba en su mente desde un principio; pero como no podía hablar de ella abiertamente, porque había que asegurar votos, advirtió que regresaría al Ejército a sus cuarteles.

Ahora bien, hay algo más que decir: la presencia del Ejército en las calles solo se justifica cuando el país se halla en estado de excepción (guerra, huracanes, terremotos, erupciones volcánicas, etc.). Hoy, México no se encuentra en ninguna de esas situaciones y no se justifica la presencia del Ejército en las calles, como lo establecen la Carta Magna y los tratados internacionales suscritos por el Estado mexicano.

No hay duda: no se trata de una equivocación, sino de la concreción de un proyecto de dictadura. Esto se muestra paulatinamente, pero cada vez con más fuerza; y entre los hechos que lo evidencian, citamos algunos de los más relevantes:

El ataque a la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) para que no se elimine la Prisión Preventiva Oficiosa; el golpeteo a los senadores para que no se atrevan a modificar, vía fast track, las leyes; la reciente aprobación en San Lázaro para dar al Ejército el mando administrativo y operativo de la Guardia Nacional; la intención de quitar más recursos al Poder Judicial; el intento de debilitar al Instituto Nacional Electoral (INE) mediante la modificación de su integración y régimen interno.

La propuesta de cuatro ministros a modo para eliminar todo lo que estorbe o frene los intereses autoritarios del Presidente; el control casi absoluto que tienen los legisladores de Morena en la Cámara de Diputados, que obedecen sin razonar todo lo que AMLO les ordena; el ataque a sus adversarios políticos y a las organizaciones sociales, etcétera.

Por todo esto insistimos en que hay que educar y organizar al pueblo. Hay que abrirle los ojos, pues la época de las dictaduras retrogradas ya pasó. Es momento de que los jóvenes educados formen un ejército de educadores y los mejores desarrollen una campaña nacional de alfabetización política.

Un buen indicio del despertar del pueblo son los movimientos estudiantiles del Instituto Politécnico Nacional (IPN) y la Universidad Autónoma Chapingo (UACh). Todos los activistas del país debemos darnos a la tarea de luchar contra el analfabetismo político del pueblo, educarlo y organizarlo para frenar la dictadura, tarea que solo el pueblo puede realizar. Hagámoslo antes de que sea demasiado tarde.


Escrito por Brasil Acosta Peña

Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.


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