Deportes
Sportwashing: deporte al servicio de las élites
La mercantilización del deporte y su control por el gran capital mundial han permitido que la práctica atlética en general y los grandes eventos internacionales sean utilizados para mejorar la imagen de regímenes políticos impresentables o de empresas igualmente polémicas.
La mercantilización del deporte y su control por el gran capital mundial han permitido que la práctica atlética en general y los grandes eventos internacionales sean utilizados para mejorar la imagen de regímenes políticos impresentables o de empresas igualmente polémicas. Tales experiencias son llamadas sportswhashing, lavado deportivo o blanqueamiento deportivo.
El sportswashing es un término usado a partir del Siglo XXI para referirse a un individuo, corporación o país que utiliza el deporte para limpiar o mejorar su imagen y desviar la atención de sus problemas o aspectos negativos, tales como la violación de los derechos humanos, controversias políticas, daño medioambiental, explotación laboral, entre otros fenómenos actuales. En otras palabras, lo han definido como el intento deliberado de una entidad por explotar una propiedad deportiva para contrarrestar la información negativa en su contra: el deporte como mecanismo de manipulación y control ideológico al servicio de las élites económicas y políticas que gobiernan el mundo.
En 2010, la FIFA eligió a Qatar como sede de la Copa del Mundo 2022 con la clara intención de ayudar a limpiar su imagen internacional. Además, Qatar ha diversificado su imagen en el deporte: en el 2011, el Emir Tamim bin Hamad Al Thani adquirió 70 por ciento de las acciones del París Saint-Germain Football Club mediante la sociedad anónima Qatar Sport Investment; esto ayudó a sostener el régimen, pues el que grandes figuras deportivas como Lionel Messi, Neymar, Kylian Mbappé, entre otras personalidades futbolísticas, portaran el uniforme con el logo de la franquicia genera una imagen positiva, desviando la atención de los verdaderos problemas por los que atraviesa ese país.
Otro ejemplo es la petrolera Saudi Aramco, propiedad estatal de Arabia Saudí, que en 2023 enfrentó una demanda de la organización ambiental Clien Earth por considerar que esta trasnacional era responsable de violaciones a los derechos humanos relacionadas con la crisis climática; sin embargo, en sus patrocinios deportivos se encuentra el circuito de golf femenino Aramco Team Series, su patrocinio a la Fórmula Uno como socio global y como patrocinador principal del equipo Aston Martin Aramco Formula One Team, con esto se garantiza la publicidad para una buena imagen mundial.
El gobierno estadounidense y su presidente actual, Donald Trump, son algunos de los principales ejecutores del sportswashing. El acaparamiento de eventos deportivos en Estados Unidos (EE. UU.) refleja una estrategia bien planificada de “lavado deportivo” respaldada por las diversas federaciones del secto. Algunos de los grandes eventos destacados en este país son la Copa Mundial de Futbol 2026, en la que México y Canadá participarán de forma testimonial; la realización de Los Juegos Olímpicos de Verano de Los Ángeles 2028 y la recién finalizada Copa Mundial de Clubes 2025, por mencionar algunos de estos eventos.
Todo el plan permite a EE. UU. ocultar los verdaderos problemas que lo aquejan, como el escandaloso aumento de la drogadicción, la alta desigualdad económica que condena a más estadounidenses a la pobreza, el racismo y la persecución contra los migrantes; y la ola de atentados y sucesos que lo convierten en el país más violento del mundo; igualmente, reforzar la posición estadounidense como potencia hegemónica mundial, que justifica el intervencionismo bélico y la guerra comercial contra varias naciones.
La incorporación de México como sede de la Copa Mundial de Futbol 2026 responde a la misma necesidad de ocultar los grandes problemas políticos y sociales por los que atravesamos, la carencia de obra pública de primera necesidad en las colonias populares y comunidades, el deprimente sistema de salud, el desmantelamiento de la educación, la alarmante cantidad de gente en situación de pobreza extrema, la falta de trabajo estable y bien remunerado, los altos costos de la canasta básica, la corrupción del gobierno y las empresas, el dominio del crimen organizado, la represión contra las organizaciones sociales y otros tantos problemas relevantes.
La contramedida ante esta práctica debe ser la educación política de las masas trabajadoras para evitar que caigan en la trampa de la manipulación ideológica de las grandes élites capitalistas que utilizan el deporte para enajenar a los trabajadores y evitar que se conciban como la gran fuerza creadora de la riqueza social, con derecho a tener una vida digna y única, a organizarse y luchar para cambiar este injusto sistema económico. Al mismo tiempo, debemos luchar firmemente contra la mercantilización deportiva y su utilización como medio de enriquecimiento, rescatarlo de “las garras del capital” y ponerlo al servicio del correcto desarrollo individual y social de los seres humanos.
Escrito por Oleg Hernández Arriaga
@HernandezOleg. Activista social y promotor del deporte popular en Xalapa, Veracruz