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Psicosis
Claro, es mucho más fácil proponer ocurrencias que esforzarse en usar la lógica crítica y científica para proponer estrategias.
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La palabra psicosis tiene dos connotaciones. La primera se define como un desorden mental que no le permite a un individuo distinguir la realidad. La segunda, como la angustia u obsesión irracional que se apodera de un colectivo. Las dos expresan perfectamente la situación mexicana. Vayamos por partes. El Wall Street Journal analizó las conferencias mañaneras del Presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), y llegó a la conclusión de que por lo menos dice seis mentiras diarias. Este hecho se añade a lo ya conocido por todos: cuando algún periodista lo cuestiona sobre la veracidad de sus dichos, se evade con el argumento de “que tiene otros datos”. 

El problema es complicado, porque aun cuando existen pruebas fehacientes de que hay un deterioro en la vida nacional, él lo niega y se aprovecha de que, en la mayoría de los hogares mexicanos, hay un televisor para insistir que hoy, como nunca antes, se atiende a los grupos más desprotegidos y por tanto que el pueblo se encuentra feliz.

Pero construir supuestas verdades con base en mentiras puede ser una enfermedad. Un padecimiento que va de la demencia al infantilismo. Claro, es mucho más fácil proponer ocurrencias que esforzarse en usar la lógica crítica y científica para proponer estrategias o planes fundamentados y coherentes. Con todo esto, el Presidente puede sentirse satisfecho por su capacidad para manipular a las masas empobrecidas; para ello cuenta con una prensa servil y de chairos fanatizados, que repiten, sin usar el raciocinio, sus “verdades” insostenibles.

No quieren aceptar que México es gobernado con base en improvisaciones y decisiones equivocadas, como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, la eliminación del Seguro Popular y la estrategia fallida contra el robo del huachicol; estas dos últimas políticas ya han dejado un rastro mortal.

Hay, asimismo, otras acciones que se usan como distractores, pero que no aportan ningún beneficio relevante al país, como sucede con su presunción de que viaja en coche y padece “las mismas penurias que todo ciudadano” –incluidas las ponchaduras de llantas de su automóvil– y el desuso del avión presidencial, que ha costado más de 30 millones de pesos ¡y ahora lo quiere rifar! Otra de sus poses es la de no habitar la residencia de Los Pinos, por los lujos excesivos en que incurrieron otros mandatarios, pero sus allegados no cantan nada mal las rancheras.

Una más de las estrategias fallidas del Gobierno Federal se expresa en el supuesto combate a la violencia, de la que ni siquiera es necesario traer a cuenta el número de las terribles ejecuciones de 2019: bastan los sucesos criminales recientemente cometidos, entre ellos el asesinato de 10 músicos indígenas de Guerrero, las 250 ejecuciones habidas en Guanajuato y el incendio intencional de 22 casas en Chihuahua. Tal como señala la prensa estadounidense: con tanta impunidad parece que la Presidencia de la República tiene algún trato con el crimen organizado.

En contraste con esta actitud pasiva hacia los delincuentes, el gobierno de AMLO sigue negándose a dialogar con organizaciones sociales y civiles que le exigen cambiar su estrategia de seguridad; y para negarse a aceptar esta demanda, argumenta que no desea manchar la investidura presidencial, pese a que el país vive un río de sangre. ¡Y qué decir del debilitamiento de la soberanía, cuando la Guardia Nacional, en los hechos, funciona como el muro de Trump en la frontera sur del país y reprime a toletazos y con gases lacrimógenos a miles de migrantes centroamericanos que buscan llegar a Estados Unidos!

Me detengo un poco en el Sector Salud, porque se halla en riesgo de colapso. El Presidente afirmó, ante medios de comunicación, que con la activación del Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), los mexicanos gozarían de su derecho a una salud de calidad y gratuita. Nada de eso sucede hoy. Aun cuando no podemos negar las limitantes del Seguro Popular, el Insabi no tiene pies ni cabeza, y por doquier se ven enfermos graves que no son atendidos porque falta personal médico y medicamentos; y a los pacientes que logran ser atendidos les cobran precios elevadísimos.

La realidad se impone al discurso y muestra su más duro rostro a las capas populares, mientras éstas comienzan a preguntarse ¿hasta dónde nos llevará la psicosis colectiva del grupo gobernante?


Escrito por Capitán Nemo

COLUMNISTA


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