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La pobreza es uno de nuestros principales problemas. .De acuerdo con el Banco Mundial (BM), en 2017, el 9.2 por ciento de la población en el planeta –690 millones de personas– vivía con menos de dos dólares por día. En México, la población en pobreza extrema, en 2018, era del 16.8 por ciento, cifra equivalente a 21 millones de personas. Con la crisis sanitaria, el panorama ha empeorado y las proyecciones del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval) calculan que la población en pobreza alimentaria podría aumentar hasta en 8.5 por ciento (10.7 millones más) para conformar 31.7 millones de personas. Sin embargo, aún hay quien desestima el problema.
Muchos hemos escuchado decir que “la pobreza es un estado de conciencia”. Pero ¿qué dicen este tipo de formulaciones? La pobreza es una situación de carencia en la satisfacción de necesidades. Una persona es pobre cuando no puede satisfacer sus necesidades porque carece de los medios para hacerlo. Ahora bien, hay al menos tres variantes de argumentos “mentalistas” sobre la pobreza:
El primero se resume con la frase: “no es más pobre el que menos tiene sino el que más necesita”, y alude al carácter prescindible y voluntario de algunas necesidades. La base del argumento está en que si la pobreza significa insatisfacción y para sufrirla primero se deben tener necesidades, entonces la solución a la pobreza es prescindir del mayor número de ellas. El problema con este argumento es que confunde necesidades con apetencias, siendo estas últimas prescindibles y voluntarias, mientras las necesidades, no.
Las necesidades humanas están referidas en la relación causal que existe entre bienes y prácticas, por un lado, y bienestar y subsistencia, por el otro. En otras palabras: la satisfacción de las necesidades permite la subsistencia y el bienestar.
Cuando se afirma que las necesidades humanas son imprescindibles, se asegura que éstas no pueden suprimirse, ni siquiera por voluntad, pues su satisfacción permite la subsistencia y el bienestar. Puede dejarse de comer voluntariamente, pero no suprimir la necesidad de comer.
El segundo argumento puede resumirse en la frase: “pobre no es el que menos tiene, sino el que se siente pobre”. En primer lugar, esta afirmación es una falacia de “pista falsa”, porque desvía la atención del problema en cuestión, que es la carencia, para situarla en otro problema, que es la reacción afectiva ante la carencia. La trampa consiste en cambiar un problema por otro, usurpando la definición de pobreza. Quienes invocan esta proposición buscan identificar la pobreza con el desánimo, la indefensión, la resignación o la autocompasión, considerando “humillantes” estas actitudes; para ellos, lo importante no es que el pobre coma, sino que pase hambre con la frente en alto.
El tercer argumento puede resumirse con la frase: “no es tu culpa haber nacido pobre, pero será tu culpa seguirlo siendo”. La base de este argumento descansa en el supuesto de que la pobreza depende de la voluntad, por lo que no importan las carencias pasadas o presentes, sino la actitud mental y la voluntad con que se enfrentan esas carencias. Esta proposición contiene un enorme problema: se atribuye un poder causal preponderante a la voluntad sobre la realidad de las personas. En otras palabras, se asume que “querer es poder”, lo que constituye una falacia de “concreción mal colocada”, es decir, al asumir la primacía de la voluntad omitimos una serie de factores objetivos, pues ubicamos su causalidad en un único elemento.
El problema con este argumento es que individualiza un fenómeno que tiene importantes pautas estructurales. No es gratuito, por ejemplo, que en su informe sobre movilidad social de México en 2019, el Centro Espinosa Yglesias emita que el 47 por ciento de las personas más pobres se quedan pobres, mientras que otro 42 por ciento sí logra cierta movilidad, que solo se desplaza uno o dos quintiles en la distribución del ingreso.
La importancia de comprender la pobreza y desechar estos argumentos “mentalistas” radica en la necesidad de conocer sus causas y comportamiento, si queremos realmente enfrentarla y eliminarla. Solo así.
Ninguno de los candidatos presidenciales se ha pronunciado por una reforma fiscal que ayude a disminuir las condiciones de desigualdad.
Es uno de los programas que ha tenido diversas evaluaciones y ha brindado resultados importantes, principalmente en áreas rurales.
Entre los años del 2016 y el 2022, la población infantil con carencias en el acceso a la salud se triplicó.
Según el secretario ejecutivo del Coneval, José Nabor Cruz las cifras de personas en pobreza y pobreza extrema se mantuvieron estancadas.
El CONEVAL señala que la atención a la pobreza en la niñez es prioritaria
Última medición en 2018 reportó que solo había 52.4 millones de pobres, revelaron que el número real de éstos sobrepasa los 80 millones y que al menos siete de cada 10 mexicanos viven en la pobreza.
Los órganos autónomos en México son entidades públicas con funciones específicas independientes al Poder Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
La frase “primero los pobres” se tradujo, en la práctica, en “primero los pobres, excepto los más pobres”: Gonzalo Hernández Licona
Los mayores niveles de carencia se concentraron en el sur y centro del país, lo que pone en evidencia factores regionales.
La mayoría de los estudiosos coinciden en que el fenómeno ha crecido aceleradamente y que el número de pobres es cada vez mayor
El estado de Chiapas es la entidad con mayor número de infantes en condición de pobreza con un 77.3 por ciento.
Consideraron factores como ingreso, rezago educativo, servicios de salud, seguridad social y alimentación, entre otros, para elaborar estas listas.
Las mujeres, jóvenes, discapacitados, indígenas, migrantes y asalariados del sector agropecuario, son los sectores más vulnerables del país hacia la precariedad laboral
En ocho meses, el gobierno morenista ha hecho todo lo contrario y la cereza del pastel es la destitución de Gonzalo Hernández Licona
El Coneval registró que la población vulnerable en seguridad social era del 52 por ciento, lo que implicó que los programas sociales del Gobierno solo lograra reducir 1.5% la pobreza; lo cual demuestra que su diseño carece de un propósito redistributivo.
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Escrito por Pablo Bernardo Hernández
Licenciado en psicología por la UNAM. Maestro y doctor en ciencia social con especialidad en Sociología por el Colegio de México.