Internacional
Moldavia: el Plan B contra Rusia
Occidente se jugó mucho en la pasada elección de Moldavia, con la que busca reemplazar a Ucrania en su lucha contra el Kremlin.
Occidente se jugó mucho en la pasada elección de Moldavia, con la que busca reemplazar a Ucrania en su lucha contra el Kremlin: financió a su élite para crear la idea de que Rusia es una “amenaza” y manipuló el voto de un pueblo pauperizado que después arrojará más insolvencia.
Moldavia, el país más pobre de Europa, fue a elecciones parlamentarias el 28 de septiembre. Ganó el proeuropeo Partido de Acción y Solidaridad (PAS) y quedó sobre el Bloque Patriótico, supuestamente prorruso. El margen fue “apretado”, pero con menos votos que en 2022.
Con este triunfo, la Unión Europea (UE) acaricia la utopía de apoderarse de Moldavia, un Estado estratégico situado entre Ucrania y Rumania y que colinda con Rusia. Por ello, para algunos analistas, tales comicios fueron un duelo entre Rusia y la UE.
Desde su salida de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) en 1991, Moldavia ha estado en la mira de Estados Unidos (EE. UU.), la UE y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Washington y Bruselas no han escatimado recursos en su afán de capturarla.
Para consumar su objetivo político-mediático de fortalecer a la presidenta Maia Sandu y a su partido, la UE les brindó un gran apoyo económico sin que le importara la falta de pluralidad, equidad y transparencia en esa elección, como lo revela más adelante el entrevistado Vito Grittani.
Por ello, la campaña de desinformación contra Rusia generó la percepción de que Moscú intenta “absorber” a Moldavia y desacreditar al Bloque Patriótico como un partido servil al Kremlin.
La hiperfinanciada campaña, encabezada por el gobierno y la prensa local al ritmo que les marcó Bruselas, centró su narrativa en la “interferencia sin precedentes” de Rusia. Hoy, por esa manipulación, Moldavia está a un paso de adherirse al bloque y luego a la OTAN, como instrumento de presión contra Rusia.
Think tanks y analistas calificaron esta elección como el debate entre la aspiración europea y la nostalgia de la era soviética. Desde el ultraconservador Consejo Europeo de Relaciones Exteriores, Gabrielé Valodskaité calificó la victoria del PAS como una “prueba de resistencia para la resiliencia europea”.
Este discurso sostiene que los partidos y bloques vinculados al Kremlin son un riesgo directo para la seguridad en la frontera suroeste de Ucrania, desde donde Rusia operará contra los países de la UE, afirma el economista del País Vasco, Adrián Zelaya.
Como en Ucrania, pese al escrutinio europeo sobre Moldavia, su élite prooccidental es proclive a la corrupción. Por ello, en 2016, moldavos proeuropeos y prorrusos tomaron las calles en protesta por el “robo del siglo” de los oligarcas.
Pero los casos se multiplicaron. En 2019, la entonces primera ministra Maia Sandu obtuvo una moción de censura, lo que aumentó la desconfianza de 3.3 millones de moldavos sobre su casta política. Y en 2020, el país sufrió el fraude de la “lavandería global”, un sector gubernamental que desvaneció mil millones de dólares (mdd), cifra equivalente al 12 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) moldavo.
Sus artífices se refugiaron en países de la UE sin rendir cuentas. Hoy se sabe que la Fundación Diálogo Abierto financió la campaña electoral con los fondos desfalcados que llevó Sandu a la presidencia. Ahora, el Grupo de Estados contra la Corrupción (GRECO) exige a Moldavia combatir ese flagelo de alto nivel.

La OTAN al ataque
La persistente corrupción no impide que Europa vea a Moldavia como su ariete antirruso. En el proceso electoral, los medios difundieron una inexistente agresión de drones rusos a Polonia, que exacerbó la paranoia regional y sirvió como coartada a la OTAN para consumar su añejo plan de militarizar el este europeo.
Por ello, se creó la operación Centinela del Este para proteger el flanco oriental europeo, que anunció el secretario de la alianza, Mark Rutte. El también historiador neerlandés justificó el rearme de esa región con su grito de guerra: “Todos estamos en el flanco oriental, ya sea que vivamos en Londres o en Tallin” (capital de Estonia).
En ese flanco se dibujan dos frentes antirrusos: uno para cerrar los cielos europeos cercanos a Moscú y crear una Zona de Exclusión Aérea, lo que implicaría un conflicto OTAN-Rusia; el otro consiste en controlar el Mar Negro a partir de Odesa y Crimea.
Esa coreografía bélica busca generar temor con actores decisivos como la OTAN, UE, Reino Unido, Ucrania y Moldavia para enfrentar a Rusia bajo las órdenes del flamante Departamento de Guerra estadounidense.
Con este escenario, delineado desde Moldavia, repuntarían políticamente los dirigentes de Londres, Berlín y París, que incluyeron a este país en su estrategia para asumir el control del Mar Negro. Ello implicaría cerrar a Rusia toda salida al mar y la obligaría a pedir autorización a Europa para transitarlo.
Además de humillar a Rusia, esta medida implicaría más presión para el enclave de Transnistria, donde viven unos 250 mil rusos, a los que supuestamente protegen mil 500 tropas de paz.
El secretario de prensa del Kremlin, Dmitri Peskov denunció esa maniobra al afirmar que “La OTAN ya está en guerra contra Rusia al dar apoyo al régimen de Kiev”. Lo secundó el vicepresidente del Consejo de Seguridad de la Federación Rusa, Dmitri Medvédev, al denunciar una guerra abierta.
Esta escalada alterará el frágil equilibrio existente en Europa Oriental para favorecer al imperialismo neocolonial anglosajón y a la UE. Por eso, en 2022 consideraron la adhesión de Moldavia y en 2024 iniciaron el proceso.
Por ello, en 2020 fue electa presidenta la exfuncionaria del Banco Mundial, Maia Sandu, y la UE dotó con 23.4 millones de dólares a su Misión de Asociación, para “asesorar” su campaña electoral y lograr su polémica reelección en 2024.
Detrás está la urgencia de la élite moldava de adherirse a la UE y mantener privilegios. Esos recursos apuntalaron el triunfo del PAS el 28 de septiembre, con el voto de emigrados en Europa –unos 600 mil–, a los que la UE atrajo con viajes, cortesías y puso a su disposición 240 colegios electorales.
En cambio, los 500 mil moldavos en Rusia sólo pudieron votar en dos urnas. En la región moldava de Transnistria, la autoridad electoral cerró cuatro colegios electorales a más de mil guardias rusos y dejó sin votar al menos a 200 mil personas, refiere el analista Eduardo Luque. Por ello, el vocero ruso Peskov negó que Rusia intentara influir en la elección y advirtió que el gobierno de los oligarcas privó a moldavos descontentos de su derecho a votar.
Ucrania Bis
No es temerario comparar a Moldavia con Ucrania. En términos de un futuro europeo compartido, ambos serán actores sometidos al lucro político de Occidente, ya que las élites moldavas están en el camino de garantizar a su país el derecho a ser absorbido por el bloque europeo.
Aunque ambas exrepúblicas soviéticas sincronizaron su candidatura para sumarse a la UE como un imperativo geopolítico, Chisináu superaría a Kiev en la negociación. Sin embargo, se esperaba el resultado de los comicios parlamentarios para iniciar el primer paso a la adhesión de las dos naciones.
Ahora, el veto de Hungría frenó el proceso de adhesión de Ucrania y posiblemente actúe igual con Moldavia. Entretanto, fluye el millonario apoyo de Bruselas a Chisináu para integrarla a la zona de telefonía móvil.
En cuanto a Ucrania, los presidentes Vladimir Putin y Donald Trump, de Rusia y EE. UU. respectivamente, acercaron su posición sobre un imperativo: que el régimen ucraniano acepte que la solución pasa por ceder territorios conquistados por Rusia.
Y es ahí donde reside la importancia estratégica de Odesa, el mayor puerto ucraniano comercial y centro de transporte marítimo de aguas profundas, ubicado en el noreste del Mar Negro. Occidente aspira a controlar Odesa y cerrar toda vía marítima a Rusia. Su estrategia oscila en dos ejes: crear la percepción de Rusia como amenaza y justificar la apertura de un segundo frente.
La crisis moldava se agravó; so pretexto de riesgos para la seguridad nacional, se reprimió y encarceló a opositores para silenciar a la disidencia y consolidar el poder del PAS. Esa creciente confrontación interna no fue una escalada, sino el ensayo de un plan más ambicioso para controlar Odesa.
De no favorecerle el resultado, la UE intervendría en Moldavia o lo haría bajo su mando por la fuerza; y Francia intervendría con tropas que trasladó de Rumania desde el 22 de septiembre. Ese escenario planteaba operaciones similares en Europa del Este para asegurar la alineación estratégica de Moldavia y Transnistria.
En síntesis: la situación moldava se vincula al diseño estratégico de la OTAN que la convirtió en el nuevo escenario de confrontación geopolítica entre Occidente y Rusia, donde el control de Odesa resulta estratégico.
Para Occidente es prioritario el control de los accesos al Mediterráneo y cerrar el paso a Rusia. Pero esto únicamente es posible con la posesión de Odesa en Ucrania y de Moldavia, que sería el nuevo frente oriental en el Mar Negro.
Eso mismo imaginaron hace 150 años en la Guerra de Crimea (1853-1856), el decadente Imperio Otomano y los mismos actores que hoy acusan a Rusia, a quienes anima el mismo interés geopolítico.

Mentiras y votos
El conflicto en Ucrania se sostuvo con la falaz tesis sobre una histórica mala vecindad y el miedo de este país a Rusia. Desde 2004 hasta ahora, se impuso el discurso de la “invasión” rusa y que el resto del mundo se unió para salvarla, explica el politólogo Pedro Costa Morata.
Esas falacias precipitan a Moldavia a un nuevo escenario de guerra con Rusia. A inicios de año se deslizó que el Kremlin “cortó” los cables submarinos de energía e Internet en el Báltico. El ministro de Defensa alemán Boris Pistorius respaldó la mentira y afirmó que fue un sabotaje.
Luego, el Reino Unido sostuvo que Rusia lanzó un ciberataque contra su sistema de salud y, aunque horas después, investigadores de EE. UU. y otros países destruyeron esa versión, fue un engaño consciente que amplificaron medios británicos en su exacerbada rusofobia, refiere Eduardo Luque.
Hace un par de semanas, el guion se repitió con la supuesta interferencia del GPS al avión en que viajaba Ursula von der Leyen a Budapest, quien desmintió la versión y Moscú negó su participación. La pesquisa posterior reveló que un misil polaco dañó a una vivienda en la frontera con Ucrania.
Con esas falacias, el imperialismo occidental aspira a coptar a un país que sobrevive de las remesas y está sumido en la corrupción.
Las autoridades del país tenían la oportunidad de demostrar, con hechos y no solamente con palabras su disposición a seguir las normas de la UE. No fue así, señaló a buzos el fundador del Observatorio Diplomático Internacional OZI-VG, Vito Grittani.
buzos (b).- ¿Cómo evalúa usted la transparencia del proceso electoral en Moldavia?
Vito Grittani (VG).- La negativa para acreditar a un gran número de observadores internacionales nos ha hecho dudar de la transparencia en las elecciones parlamentarias de Moldavia. Aunque mantenemos la esperanza de que las elecciones se realicen de manera limpia y justa, estas acciones por parte de las autoridades moldavas generan una impresión desfavorable sobre el compromiso real de Moldavia con los estándares democráticos.
b.- ¿Realmente se crearon dificultades en Moldavia para la participación de observadores internacionales? En su opinión, ¿a qué se obedeció y qué consecuencias acarrearía esta actitud de las autoridades moldavas?
VG.- Lamentablemente, nuestra experiencia personal nos obliga a reconocer que las autoridades moldavas sí crearon dificultades para esa participación de observadores internacionales independientes quienes, a su vez, se guiaron por las normas del derecho electoral nacional moldavo, así como por normas internacionales comúnmente aceptadas.
Por ello, estamos profundamente decepcionados de que la Comisión Electoral Central (CEC) de Moldavia negara nuestra acreditación, alegando razones que no se ajustan a su propia legislación electoral. Además, enfrentamos la indiferencia de la CEC cuando solicitamos una explicación sobre las incidencias legales entre su contexto y la legislación nacional.
Esta postura de las autoridades moldavas resulta incomprensible, pues en Italia reside la comunidad moldava más numerosa y les interesa que las elecciones se celebren limpiamente. Las autoridades moldavas deben entender que la ausencia de observadores internacionales acarrea graves consecuencias negativas.
En primer lugar, la falta de control independiente reduce el nivel de confianza en el proceso electoral entre los ciudadanos y la oposición, lo que provocaría descontento político y protestas. En segundo lugar, la comunidad internacional podría dudar de la legitimidad del resultado, lo que conllevaría críticas, sanciones o la reducción de ayuda exterior. Además, la apertura a la observación internacional dificulta una evaluación objetiva en la paridad de la elección con los estándares democráticos y obstaculiza la integración europea de Moldavia.
b.- ¿Cómo evalúa usted el papel de estas elecciones parlamentarias y su proceso en el contexto del deseo de las autoridades moldavas de adherirse a la UE?
VG.- La Unión Europea insiste en que la transparencia de las elecciones parlamentarias y la posibilidad de una observación independiente son atributos obligatorios de un Estado democrático. En consecuencia, cualquier país que aspire a ingresar a la UE no sólo debe declarar su adhesión a estos principios, sino también cumplirlos.
Las autoridades tenían la oportunidad de demostrar, con hechos y no sólo con palabras, su disposición a seguir las normas de la UE. Y para ello debían garantizar la total transparencia del proceso electoral y permitir el acceso de observadores internacionales independientes. Sin embargo, ahora aquellos inclinados a acelerar el ingreso de Moldavia a la UE tienen motivos para reflexionar seriamente.
Dólares y euros para engullir a un país
Pese a la creciente pobreza y fuerte caída del PIB en Moldavia, el neocolonialismo europeo-estadounidense financia campañas para la adhesión a la UE. Esto data de 1991 con la independencia de Moldavia, cuando EE. UU. abrió ahí su embajada, le otorgó un trato de “nación más favorecida” y en 1993 firmó el acuerdo que alienta la inversión privada.
En la crisis europea de 2023, la agencia de Ayuda Internacional del Departamento de Estado (USAID) otorgó 300 mdd para “mejorar” la seguridad energética de Moldavia y ya no depender de Rusia. Pero en su segundo mandato, Donald Trump redujo esa ayuda que también impacta en los 37 mil 241 moldavo-estadounidenses residentes en EE. UU.
La UE introdujo dos mil mdd a Moldavia desde 2024. No lo hizo para rescatar de la pobreza a su población, sino para “evitar la influencia extranjera” con la enérgica campaña de un “equipo híbrido de respuesta rápida”. A la par, dio acceso a Sandu a la Reserva de Ciberseguridad y creó el Centro Moldavo del Observatorio Europeo de Medios Digitales centrado en atacar la “desinformación rusa”.
A cinco meses de la elección de 2025, el Parlamento Europeo aprobó el Mecanismo de Reforma y Crecimiento de Moldavia con un fondo de mil 225 mdd, el mayor paquete de apoyo financiero del bloque al país.

Instigar y mentir
En Moldavia se impuso la premisa de persuadir a las audiencias sin argumentos. Dos ejemplos lo ilustran: el artículo de Sarah Rainsford y Paul Kirby en la BBC, en el que se sostiene que, pese a la interferencia rusa, el partido pro-UE ganó la elección en Moldavia. A su vez, Catherine Nicholls declaró, en la CNN, que el partido gobernante de Moldavia ganó una elección empañada por acusaciones de intromisión rusa.
También, sin probar, Christina Harward reconoció, en su ensayo Rusia continúa sus esfuerzos para recuperar influencia en Moldavia, que el Kremlin intentó influir en esos comicios tal como hizo en los presidenciales y el referéndum de 2024.
Ello evidencia el creciente uso de la desinformación como arma electoral, que en la era digital alcanza una dimensión alarmante por la velocidad con la que difunden las plataformas. La desinformación divide, polariza y fomenta extremismos desde la vía digital. Además, los algoritmos generan contenidos para fines concretos que afectan la calidad democrática, explica la académica española Ana Aba Catora.
De este modo, dicha campaña confundió a los ciudadanos hasta desconfiar de sus instituciones y abonar al autoritarismo de la UE.

Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.