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A finales de agosto de este año, una serie de incendios forestales causó estragos en la biodiversidad brasileña. No sólo sorprende y preocupa el área tan grande que se vio afectada, sino también, y especialmente, que estos incendios se dieran en una zona considerada como humedal. Se asegura que sólo en temporada de lluvias será posible terminar completamente con el fuego. ¿Cómo es posible que un humedal se incendie a esas magnitudes? La respuesta se encuentra en la deforestación que las empresas madereras han ocasionado en diversas áreas del Amazonas. También en agosto de este año, en California, Estados Unidos, ocurrió una nevada. California es un estado cálido con temperaturas de entre 21° y 27°, incluso en invierno. ¿Cómo es posible que suceda una nevada en verano? Tal vez la vía a la respuesta esté junto con la explicación de las temperaturas extremas que se han registrado en ese estado y que, en alguna medida, también encuentran su explicación en la transformación radical que la actividad humana ha provocado en distintos ecosistemas de todo el mundo.
Las transformaciones radicales en el clima, fauna y flora, no son nuevas. La tierra ha experimentado ya momentos de cambios extremos y los organismos que viven esos eventos han encontrado formas de adaptarse a ellos, o han perecido en el proceso. Sin embargo, la emergencia climática que se experimenta actualmente no es sólo producto de las transformaciones propias de la vida; se trata, en buena medida, de acciones que una especie realiza sobre su entorno y que no buscan la continuidad de la propia especie, sino que tienen otro interés de por medio.
Todas las especies tienen que hacer una transformación de su entorno para continuar existiendo. Pero los cambios que las personas hacemos se caracterizan por un proceso racional complejo que nos permite transformar el mundo en aspectos que las demás especies no pueden: hemos logrado interactuar con la materia hasta romper sus enlaces atómicos y hemos logrado también darle la vuelta al principio gravitatorio para llegar al espacio. Este grado de complejidad en la producción posibilita que el acto humano de comer no sea uniforme incluso dentro del mismo género; no comemos las mismas cosas y tampoco lo hacemos de la misma manera, por poner sólo un ejemplo dentro de las necesidades más inmediatas para la vida.
Así, las consideraciones en nuestra producción no obedecen únicamente a la supervivencia. En el caso de las sociedades capitalistas, la producción de satisfactores se considera importante para la vida pero, sobre todo, fundamental para obtener riqueza en forma de dinero. En el capitalismo, la reproducción de la vida pasa a segundo plano y la producción de nueva riqueza monetaria es la prioridad.
Sin embargo, la necesidad de dinero no tiene límite. Una persona deja de comer cuando el cuerpo manda las señales correspondientes, pero la cantidad de dinero que se puede acumular no tiene parámetros claros de término. Así, cuando la búsqueda de nueva riqueza monetaria es el motor de la producción, los límites de esta producción tampoco son claros, pues terminan con la necesidad de más riqueza. Al ser esta última infinita, entra en contradicción con la existencia material, que es finita, de los medios necesarios para que esa nueva riqueza se produzca. Esta contradicción se manifiesta en un uso desmedido de los recursos naturales y vuelve irrelevante el cumplimiento de los tiempos naturales necesarios para la restauración de los ecosistemas.
Muchos problemas ecológicos actuales se explican por esta contradicción entre la producción orientada a satisfacer racionalmente las necesidades humanas y la búsqueda insaciable de más riqueza monetaria. Por lo tanto, cualquier solución propuesta debe considerar esta contradicción para evitar un ecologismo ineficaz.
Hablando en términos marxistas, la religión fue una necesidad histórica.
Cuando nosotros llegamos al mundo nos encontramos con que ya había en él una serie de cosas que no fueron hechas por nosotros sino por otros.
La presencia del Cota moderno en Tomis causa mucho menos extrañeza que la provocada por Ovidio dos mil años antes.
El estudio de Heráclito de Éfeso nos permite observar la huella que un pensador, por muy antiguo que sea, deja en el desarrollo de la filosofía posterior.
El mundo está saturado de imágenes y la realidad misma ha perdido significado. Cada individuo se enfoca en su imagen y en agradar a los demás; esto ha permitido que se deje de pensar en lo que ocurre alrededor, que se deje de valorar también lo que está delante.
El arte le ha servido a la Iglesia, a las élites económicas y políticas y ahora sólo a los propios artistas. Como tesis, el arte renacentista cumplió su función de adoctrinar, pero fue superado con la síntesis que realizó el muralismo mexicano.
No fue sólo el huracán “Otis” el que destruyó Acapulco. En todo caso, con su implacable poder natural y su arrolladora fuerza, lo que dejó al descubierto fue el fracaso de la política nacional y la continuidad discursivamente negada de la práctica del neoliberalismo en nuestro país.
¿Hay o puede haber una psicología marxista? La respuesta corta es sí, pero necesitamos profundizar.
La superación de la que habla Marx no niega por completo lo anteriormente construido por la tradición, sino que lo integra y, en algunos casos, lo supone. Aquí lo explico.
En el Manifiesto Comunista de 1948, Marx y Engels resumieron su visión materialista de la historia en la tesis que afirma que “la historia de toda sociedad (posterior a la disolución de las sociedades comunales primitivas, aclara Engels), hasta nuestros días, es la historia de las luchas de clases”.
El capital moldea a los hombres como los necesita.
Antes de Platón ya existía pensamiento filosófico, y junto con él una escuela grande que se dedicaba al pensamiento que conocemos ahora como filosofía.
En días pasados se presentó en la Cámara de Diputados el libro Marxismo y ecologismo, de Citlali Aguirre Salcedo y Jenny Victoria Acosta Vázquez.
Quien quiere cambiar el mundo se somete a un trabajo de doble tipo.
Las ideas se desarrollan por medio de un impulso contradictorio en donde distintos intereses producen distintas formas de entender el mundo.
Escrito por Jenny Acosta
Maestra en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana.