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Libertad a Assange exhibe debilidades de la Casa Blanca
La liberación de Assange significa la derrota del imperialismo estadounidense en esta batalla de la sociedad global organizada.
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Defender el derecho a la verdad ha sido el reclamo mundial a favor de Julian Assange. El fundador de WikiLeaks exhibió crímenes de guerra e injerencia de Estados Unidos (EE. UU.) instigados por su diplomacia-espía. La liberación de Assange significa la derrota del imperialismo estadounidense en esta batalla de la sociedad global organizada.

La información gubernamental es un bien geopolítico. Los ciudadanos tienen derecho a saber qué hace su gobierno dentro y al exterior. Vetar ese derecho y mantener la opacidad niega la democracia, como constataron los estadounidenses al leer los informes diplomáticos secretos que Bradley Manning (hoy Chelsea) filtró a WikiLeaks, que a su vez publicó una parte en 2010.

La filtración y divulgación de 251 mil 287 informes electrónicos –de casi todo 2003 hasta 2010–, encriptados en 1.6 gigabytes, exhibió que las embajadas de EE. UU. son estructuras diseñadas para ejecutar operaciones políticas de control y tutelaje, como en 2006 describía el exministro boliviano Juan Ramón Quintana.

En los mensajes, los ciudadanos leyeron cómo el Departamento de Estado instruía a sus diplomáticos para presionar, socavar y subvertir a los gobiernos anfitriones, instigar rebeliones o sonsacar información sensible. Sus embajadores, cónsules, primeros secretarios y otro personal, vulneran la seguridad de esos países y se burlan de las autoridades.

A la par, mujeres y hombres de Nueva York, California, Illinois, Washington D.C. o Texas, se percataban de que sus impuestos pagaban a los torturadores de iraquíes y afganos, a operadores de drones que asesinaban a civiles en Pakistán y a quienes oxigenaban la ingobernabilidad en países non gratos.

Esos sorprendidos estadounidenses no recibieron razones o disculpas de la Casa Blanca, del Departamento de Estado o del Departamento de Defensa ni de la Comunidad de Inteligencia –incluidas la Agencia Central de Inteligencia, la Agencia Nacional de Seguridad, la Agencia de Inteligencia de Defensa o la Oficina Federal de Investigación–.

Eso no se hace en el “País de la democracia”

La divulgación de miles de informes diplomáticos fue un cismo geopolítico. Desnudó los mecanismos, maniobras, presiones, críticas y burlas a las flaquezas de aliados y adversarios de EE. UU. Por la filtración y publicación de esos archivos secretos peligraban su política exterior y las relaciones internacionales luego de la guerra Fría. En represalia, la potencia se ensañó contra el filtrador y el divulgador. 

Violencia y arrogancia 

El cinco de abril de 2010, el portal WikiLeaks liberaba un video de 39 minutos, del 12 de julio de 2007, cuando helicópteros Apache y tropas en tierra de EE. UU. disparaban contra doce personas en Bagdad. En la grabación, titulada Asesinato Colateral, se habla de alguien que dispara detrás de un edificio.

“¡Vamos, dispara!” dice una voz y en segundos personas caen muertas; más tarde, caen bajo una ráfaga letal varios hombres que bajan de una camioneta para rescatar a los heridos. Ese día eran asesinados, por soldados de EE. UU., el fotógrafo de la agencia Reuters, Namir Noor-Eldeen y su conductor, Saeed Chmagh. Ninguno parecía ser una amenaza, pero los militares aseguraron que portaban armas y, tras liquidarlos, se felicitaron “por su buen tino”.

A 72 horas de difundirse en YouTube, el video, ya tenía cuatro millones de vistas. La exposición de la violenta diplomacia de EE. UU. ocurría cuando en Medio Oriente se gestaba la Primavera Árabe, otro engendro de Washington contra la autodeterminación de los pueblos.

En julio, el portal WikiLeaks –creado en 2006 por Julian Assange– emitía 76 mil 607 documentos sobre Afganistán. Cubrían de enero de 2004 a diciembre de 2009 y documentaban no menos de 20 mil muertes, drones atacando a civiles y vejaciones de tropas invasoras a la población. Eso rebatía el discurso de democracia y cruzada antiterrorista de la potencia imperialista.

Esos materiales –más de 400 mil sobre Irak; 90 mil de la invasión a Afganistán; 800 de Guantánamo y unos 251 mil cables diplomáticos– los filtró a WikiLeaks en un CD de Lady Gaga, un joven militar, asignado a Irak en 2009 y analista de inteligencia, Bradley Manning.

Con miles de informes secretos originados en 90 embajadas de EE. UU. y destinados al Departamento de Estado, Assange decidió liberarlos a la opinión pública. Su acción asestaría el mayor golpe a la diplomacia de la potencia.

Así, en octubre de 2010 el diario británico The Guardian recibía 251 mil 287 archivos electrónicos. Y el 28 de noviembre llegaban a Le MondeDer Spiegel, The New York Times, Al Jazeera y El País; esos medios pactaron publicar extractos de los cables más notorios, sin embargo, Al Jazeera se adelantó media hora.

¡Era la caja de los secretos, abierta a millones! Aun así, Assange condicionó a los diarios que cada artículo debía citar de qué documento clasificado procedía su información y reproducirse en WikiLeaks y proteger nombres de personas inocentes o no involucradas con hechos cuestionables.

Transparentar esa diplomacia-espía, fue calificada por Der Spiegel de “catástrofe mayúscula” para EE. UU., pues ahí se evidenciaba que embajadas y consulados estadounidenses son puntos clave en su red global de espionaje.

Esos archivos también incluyen las “directivas de inteligencia humana” del Departamento de Estado que, a nombre de Condoleezza Rice o Hillary Clinton, instruyen a sus diplomáticos para extraer información profesional y personal de gran valor político.

Se les exige recabar desde material de ADN hasta huellas digitales y escaneo de iris, así como medidas de seguridad, contraseñas y claves encriptadas. Se incluyen tarjetas de crédito e incluso número de vuelos frecuentes de los altos mandos que conocen.

Deben informar qué sistemas de telecomunicaciones, redes privadas VIP y qué vehículos usan los dirigentes y ejecutivos, así como instalaciones militares o flujo de armas. También se exige que las embajadas vigilen la geopolítica de la energía: gas, petróleo y nuclear.

Las respuestas llegan en cables clasificados como “confidencial” y “secreto” con siglas SIPRNET (acrónimo del Internet del Ejército) y otros con la abreviatura SIPDIS (protocolo de distribución secreta por Internet).

Mientras millones leían en los cables la ofensiva contra Al-Qaeda en Yemen y Pakistán, miles de informes de la base naval de Guantánamo definían las torturas infligidas ahí a 779 prisioneros.

El cable JTF-GTMO de la Fuerza Conjunta del Comando Sur, examina qué hacer con ellos: retenerlos, liberarlos o transferirlos a sus gobiernos. Otros archivos describen con fotos la salud de 171 cautivos al inicio de su retención.

 

 

Los despachos son maliciosos al dibujar la personalidad de Jefes de Estado y de Gobierno. Se expresan de Vladimir Putin como un “perro-alfa” y la “intensa sospecha” por su relación con Silvio Berlusconi.

Definen a la canciller alemana Angela Merkel como alguien “que evita riesgos y rara vez es creativa”; Karzai es alguien “impulsado por la paranoia” y se compara con Adolfo Hitler al presidente de Irán, Mahmoud Ahmadinejad.

Ironizan sobre las “devastadoras” operaciones militares británicas en Afganistán y los “actos inapropiados” del Príncipe Andrés; y del líder de Libia, Muammar al-Khadafi, citan que se acompañaba de una enfermera rubia ucraniana. A su vez el Departamento de Estado instruye a su diplomático ante la ONU a espiar al secretario general, Ban Ki-Moon.

Un cable describe a Nelson Mandela “furioso” porque su asesor, Zwelkhe Sisulu, se opuso a que se reuniera con Margaret Thatcher tras ser liberado de prisión. Mandela le quería explicar a ella que objetaba su alianza con el Apartheid.

Páginas enteras sospechan de la política de Cristina Fernández de Kirchner y su estado mental y otras celebran la destitución de Manuel Zelaya. Un memorando sugiere presionar al títere de EE. UU. en Afganistán, Hamid Karzaid, para “reprimir la corrupción de sus amigos”.

Mientras despachos desde Roma narran abusos financieros en El Vaticano, otro refiere que Washington “sugirió” al viceministro de Exteriores de Japón, evitar el lema “Asia para los asiáticos” en foros regionales.

Los informes identifican a Arabia Saudita como fuente económica del “terrorismo sunita” y al rey presionando a EE. UU. para bombardear Irán. También muestran a diplomáticos instigando a la población de Cuba, Venezuela e Irán para aceptar un cambio de gobierno.

Se habla del pacto secreto entre EE. UU. y el entonces presidente de Yemen, Abdullah Saleh, para encubrir el bombardeo sobre objetivos de AlQaeda. Un cable cita la reunión del comandante general en Medio Oriente, David Petraeus, con Saleh, quien diría: “Bueno, siga diciendo que son bombas nuestras, no suyas”. En 2012 los valientes hutís destituyeron a Saleh.

Ayer, como hoy

Hoy que el mundo observa las masivas protestas en Kenia, la escalada de violencia en Haití y el nuevo intento de golpe de Estado en Bolivia, resurgen las revelaciones de WikiLeaks sobre la tenaz injerencia de EE. UU. en esos países.

 

 

Inquieto por la progresiva presencia de China, Rusia e Irán en África, Washington ordena a sus embajadas y consulados socavar ese avance. Desde hace 14 años, cables secretos llaman a Kenia “una ciénaga de floreciente corrupción” y narran la fricción entre la clase política y los ciudadanos.

Con datos de la Comisión de Derechos Humanos, un cable explica unas 500 muertes extrajudiciales y desapariciones en la violenta elección de 2007: “Causa de la muerte: estrangulación manual con evidencias de tortura”.

El reporte enviado por Michael Ranneberger denuncia: “La rampante corrupción” empujará a Kenia de vuelta a la violencia, peor que en 2008. Otro critica a la élite gobernante y a la vieja guardia (financiada por EE. UU.) como “Parte de la cultura de impunidad”; aludía al entonces presidente Mwai Kibaki, al primer ministro Raila Odinga y líderes de partidos políticos. Al trascender las expresiones de su aliado, el Gobierno keniano se dijo “sorprendido e impactado”.

Casi tres lustros después, Washington aún se beneficia de esa corrupción, pues hoy miles de kenianos repudian la Ley del presidente William Ruto, que aumentará impuestos y precios y exigen su dimisión.

EE. UU. ha impedido la gobernabilidad en Haití. Ha respaldado dictaduras, la agitación política y el golpe en 2004 contra el presidente Jean-Bertrand Aristide. En los cables se lee que Aristide y su movimiento, Fanmi Lavalás, eran “peligrosos para la democracia de Haití”.

Su secuestro –al que se llamó exilio– precedió al arribo de nueve mil elementos de la Misión de la ONU de Estabilización en Haití (MINUSTAH) que Washington impuso.

En junio de 2009, la embajadora Janet Sanderson reporta al Departamento de Estado que el presidente e ingeniero agrónomo, René Preval intenta “orquestar” la transición política. Una extensa nota de esa sede responde preguntas del Departamento de Estado sobre Preval, como: “¿Cuántos tragos puede tomar antes de parecer embriagado?” 

EE.UU. pregunta si Preval “¿Causará fricciones al avanzar con nuestra agenda bilateral?” La respuesta es cínica: “Creemos que en política exterior a Preval le interesa recibir asistencia de cualquier recurso, pese a la tentación de replantear su relación con Venezuela; por ello hay que crear un ambiente competitivo para ver quién pueda darle más a Haití”.

EE. UU. cimentó la actual ingobernabilidad en Haití, que se gestó tras el terremoto de enero de 2010, que causó 300 mil muertos, dejó a 1.5 millones en el desamparo y la capital en escombros.

Bolivia ha estado en la mira imperialista. El intento fallido de Golpe de Estado el pasado 26 de junio retrata ese tesón por usurpar su agua, litio, estaño, mano de obra y geografía. De los casi mil 502 cables que publicó WikiLeaks relativos a ese país, de entre 1996 y 2010, unos 36 eran secretos y mil 466 confidenciales. 

Hablan de Ñancahuazú (donde fue atacada la guerrilla del Che Guevara), de los gobiernos golpistas de Hugo Banzer y Juan José Torres y otros más, apoyados por EE. UU. También confirman el intenso espionaje al Movimiento al Socialismo (MAS), a Evo Morales y a sus aliados vecinos.

En 2008, el asesor de inteligencia de esa embajada en La Paz, Vincent Cooper, proponía a becarios y miembros del Cuerpo de paz “espiar a venezolanos y cubanos” en ese país, denuncia el becario del Programa Fullbright, John Alexander Van Schaick.

Por ello, la ministra de Justicia Nilda Copa acusa a la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) de espiar, a través de programas sociales, así como a la Oficina Antidroga (DEA), de hacer labores de inteligencia. En septiembre de ese año, Evo Morales expulsaba al embajador Philip Goldberg, acusado de conspirar y articular un golpe cívico-prefectural.

Los cables que dispersó WikiLeaks mostraban que el espionaje del Departamento de Estado se centraba en Venezuela; la mayoría de los tres mil 435 criticaban la política del presidente Hugo Chávez y urgían a “desplegar esfuerzos por cortejar” a gobiernos de la región para aislarlo. Brasil era el segundo país en número de cables, con tres mil 70, seguido por Colombia, con dos mil 896.

Tras develarse los ardides de su diplomacia, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, se apuró a controlar los daños de esa fuga. Dio amplias explicaciones a jefes de Estado para que volvieran a confiar en ella. Desde el Departamento de Estado, Philip J Crowley aseguraba: “Nuestros diplomáticos sólo son eso: diplomáticos. No hacen inteligencia. Tienen contacto abierto y transparente con otros gobiernos, figuras públicas y privadas y lo reportan a casa. Eso han hecho por siglos los diplomáticos”.

 

Insolencia hacia México

 

Los despachos diplomáticos relativos a México eran unos dos mil 285; hoy sabemos que Assange los entregó en el extranjero, en una memoria USB, a un miembro del diario La Jornada. Sorprendía leerlos por la arrogancia y desprecio en su percepción del Gobierno y la clase política, exhibida como sumisa y obediente a EE. UU. También, era novedoso conocer la habilidad con que se movían en nuestro país embajadores, cónsules y otros diplomáticos.

En el despacho Secreto/Norfor 238295, firmado por “Clinton” el Departamento de Estado pide conocer el estilo “de liderazgo” de Felipe Calderón; si “debate con quienes no concuerdan con él y qué valores pondera más”, en alusión a dos informes previos que indicaban la presión de Calderón por la guerra contra las drogas, crisis económica y derrota del PAN en las elecciones legislativas.

La respuesta se conoció por WikiLeaks. Se dice que Calderón, al leer la pésima opinión del embajador Carlos Pascual sobre la legitimidad de su gobierno, solicitó a Barack Obama el retiro del diplomático.

Todos los cables criticaban las acciones contra la inseguridad e instaban a centrarse en “blandos de alto valor” contra el narcotráfico (Cable09Mexico2473), e, incluso, la mala organización de eventos internacionales. Otros narraban casos ridículos, como el rastreo de granadas en el atentado del consulado en Monterrey y que resultaron ser producto de la venta de armas de EE. UU. a El Salvador en los noventa.

Un cable de 2006, titulado Apocaypse Not describe la preocupación en México –no en EE. UU.– por la posibilidad de que Andrés Manuel López Obrador llegara a la Presidencia, cita Gonzalo Soltero.

En el colmo de la negación, la cancillería mexicana fue la única en dudar de la autoría de los cables.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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