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La inesperada pandemia del Covid-19 puso en jaque nuestra cotidianidad, paralizó el sistema productivo y con ello a los trabajadores; los informales fueron retirados de las vías públicas con el argumento de que sus actividades no son esenciales; otros más de plano fueron despedidos y algunos obligados a trabajar por las grandes empresas proclives a la “Cuarta Transformación” (4T), las cuales no tienen reparo en aumentar sus utilidades aprovechándose de la contingencia. Mientras tanto, en la mayoría de los hogares se escucha un clamor nacional: el del hambre, pues hombres, mujeres y jóvenes no tienen ingresos.
Es en este panorama adverso como llegaremos al Día de las Madres, celebración que los políticos y las empresas aprovechan. Los primeros para hacer proselitismo barato a costa del amor materno con festejos tradicionales y regalos de plástico. Los segundos para enternecer a los consumidores con gran publicidad y vender sus productos y servicios. Al otro día, las madres vuelven a sus mismas rutinas, a sus penurias de siempre, aunque el domingo próximo, el Covid-19 les ha preparado un festejo diferente: sus padecimientos de pobres se han multiplicado.
El Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) dice que en el país hay 35 millones de “madrecitas”. El 40 por ciento tiene hijos menores a tres años y realiza actividades económicas en el mercado laboral. El 70 por ciento son madres solteras; el 64 por ciento están subordinadas a un patrón y el 26 por ciento trabaja por su cuenta. La mayoría no dispone de guarderías para sus pequeños gracias a que el gobierno de la 4T las desapareció. Las madres que tienen pareja laboran porque sus ingresos resultan indispensables para cubrir los gastos de su familia. Hoy estas madres deben permanecer en casa.
Las familias humildes, sean del campo o la ciudad, tienden a ser más numerosas por lo que sus dificultades económicas son mayores. En 20 millones de hogares hay carencias de servicios urbanos indispensables –agua potable, drenaje, electricidad, etc.– que hacen más agresiva la pandemia y que los apoyos asistencialistas de la 4T no logran atenuar porque fluyen a cuentagotas o solo se entregan a quienes garantizan votos. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) juega con la vida de millones de mexicanos; él y sus incondicionales deciden a quiénes deben darse estas ayudas.
La conducta criminal de AMLO ya no sorprende a las madres mexicanas porque, en otros tiempos, aprendieron a lidiar con este tipo de lacras. Tampoco creen su sarta de mentiras en torno a que tiene “domada” a la enfermedad y resuelto el problema económico. Lo saben porque día a día viven en carne propia la incertidumbre generada por la pandemia, la creciente escasez de alimentos y deben recurrir a todo su ingenio y buena administración para que lo poco que llega rinda lo más posible.
En los hogares rurales se comen varias yerbas y se mata alguna gallina para sobrevivir; en la ciudad, las tortillas de harina de maíz, un poco de más agua en los frijoles, abundante arroz y sopa de pastas permiten a las familias sobrellevar la cuarentena. La gente, sin embargo, empieza a concientizarse en que no cuenta con el “domador” y que debe resolver sus problemas por sí misma para superar los problemas socioeconómicos de su contrariada vida.
En el campo, los campesinos siguen con sus labores con la esperanza de que, en el monte aislado, la enfermedad no los alcance; en la ciudad, los trabajadores deben salir a las calles “a torear” la pandemia para ver si “cae” algo con qué aliviar el hambre de sus hijos. En este escenario, las madres mexicanas no esperan festejos, sino acciones concretas del gobierno que mejoren su suerte. El amor de madre, limpio y desinteresado contrasta con la enorme voracidad con la que los empresarios y el gobierno de la 4T buscan sacar tajada de las necesidades de la población. La única lección que puede sacarse de todo esto es la percepción de un urgente cambio socioeconómico que haga más amable e igualitaria la relación entre sus hijos.
Solo así las madres podrían recostar tranquilamente sus cabezas cansadas del diario trajinar y tal vez soñar con un México y un mundo mejores.
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Escrito por Capitán Nemo
COLUMNISTA