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La importancia del pensamiento de Heráclito
El estudio de Heráclito de Éfeso nos permite observar la huella que un pensador, por muy antiguo que sea, deja en el desarrollo de la filosofía posterior.
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El estudio de Heráclito de Éfeso nos permite observar la huella que un pensador, por muy antiguo que sea, deja en el desarrollo de la filosofía posterior. En los libros de historia de la filosofía se menciona que era apodado El Oscuro debido a la complejidad de su pensamiento. Según Diógenes Laercio, quien da testimonio de algunos de los pensadores antiguos, vivió aproximadamente en el 500 a. C.

Una de sus frases más famosas probablemente sea que “nadie se baña dos veces en el mismo río”, pues el constante movimiento de éste transforma sus aguas y cauce. Además, la persona no es la misma cuando regresa. Este planteamiento se presenta de varias formas, en las que Heráclito parece invitarnos a la reflexión filosófica más que a convencernos de una idea particular.

Existe un importante debate sobre el verdadero significado del pensamiento de Heráclito. Platón, en el diálogo llamado Cratilo, hace varias referencias a Heráclito y argumenta que una filosofía que sostiene el constante movimiento y transformación de las cosas nos hace cuestionarnos cómo es que podemos conocerlas, pues en el instante mismo en que intentamos acercarnos a la cosa, ésta ya ha cambiado y es distinta. Por otro lado, algunos sostienen que esta interpretación de Platón, aunque es un interesante punto de partida para estudiar la filosofía de Heráclito, es algo unilateral, pues no rescata el sentido completo de la filosofía del pensador de Éfeso. Para estos últimos, el énfasis debe ponerse en la contradicción inherente a todas las cosas, que es lo que provoca su movimiento constante. Las cosas están en movimiento porque están en contradicción consigo mismas; son una unidad pero, como en el caso de la persona que va al río a bañarse, son y no son al mismo tiempo.

La vida y la muerte coexisten en la unidad del cuerpo; la permanente contradicción no sólo se encuentra dentro de esta unidad, sino que permite su existencia. Heráclito expresa algo parecido: “Una misma cosa es (en nosotros) lo viviente y lo muerto, y lo despierto y lo dormido, y lo joven y lo viejo; éstos, pues, al cambiar, son aquellos; y aquellos, inversamente, al cambiar, son éstos”. Las cosas pueden conocerse porque la contradicción, que es el motor del movimiento, no destruye su unidad, permanece a pesar de la contradicción.

No es posible analizar aquí a fondo el debate que el pensamiento posterior ha retomado a partir de la filosofía de Heráclito, pero su influencia es evidente. Por ejemplo, Hegel, en sus Lecciones sobre la historia de la filosofía, menciona que no hay una sola proposición de Heráclito que no haya procurado recoger en su Lógica. Lenin, por su parte, menciona particularmente el Fragmento 30 de Heráclito para ilustrar los principios del materialismo dialéctico.

Desafortunadamente, sólo contamos con fragmentos del pensamiento heraclíteo, pero su filosofía nos sitúa en una perspectiva que exige considerar el automovimiento de las cosas mismas por medio de sus contradicciones internas. Un joven Carlos Marx le escribía a su padre en 1837: “... en la expresión concreta del mundo de las ideas, como lo son el derecho, el Estado, la naturaleza, el conjunto de la filosofía, es preciso sorprender el objeto estudiado en su evolución; no hay que introducir divisiones arbitrarias: la lógica de la cosa misma tiene que desarrollarse con sus contradicciones internas que la impulsan hacia adelante, y encontrar en sí su unidad”.

Es cierto que debemos tener cuidado de no confundir a Heráclito con Hegel, así como de no confundir a Hegel con Marx. Un estudio profundo revelará las diferencias en sus respectivos pensamientos; lo que corresponde señalar aquí es el punto de reflexión en el que se sitúa esta tradición filosófica, que tiene en Heráclito a uno de sus precursores. Se trata de una tradición que intenta captar la verdad de las cosas en su desarrollo y que explica cómo las contradicciones presentes en todas las cosas no conducen al relativismo absoluto, a la ausencia del conocimiento por no decir nada certero sobre el mundo, sino que son la clave para poder entender la realidad de lo que las cosas son. 

 


Escrito por Alan Luna

Maestro en Filosofía por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM).


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