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Reportaje
La Espartaqueada cultural 2025 el arte y la cultura herramientas de combate y lucha
Durante nueve días, más de 28 mil artistas de todo el país llegaron a Tecomatlán, Puebla, transformando su Auditorio municipal, la Plaza de Toros y el nuevo y colosal Teatro Aquiles Córdova Morán.


Durante nueve días, más de 28 mil artistas de todo el país llegaron a Tecomatlán, Puebla, transformando su Auditorio municipal, la Plaza de Toros y el nuevo y colosal Teatro Aquiles Córdova Morán en escenarios abiertos al canto, la música, la declamación, la oratoria, la danza tradicional y el folclor nacional e internacional, como parte de la XXI edición de la Espartaqueada Cultural, organizada por el Movimiento Antorchista Nacional.

Del seis al 13 de abril de 2025, Tecomatlán, un municipio de Puebla –conocido también como La Atenas de la Mixteca– volvió a convertirse en el corazón palpitante del arte popular. 

La Espartaqueada Cultural del Movimiento Antorchista tiene su origen en la visión de Aquiles Córdova Morán, dirigente fundador de la organización, y de la líder antorchista Maricela Serrano Hernández, quienes, inspirados por la figura histórica de Espartaco –el esclavo que encabezó una rebelión contra el Imperio Romano en el Siglo I a.C.–, construyeron esta justa como una forma de resistencia cultural para darle batalla a quienes quieren vender la cultura y apoderarse del mundo. 

Aquiles Córdova afirmó que la cultura de Antorcha defiende el arte del pueblo y, sobre todo, es un arte colectivo, muy lejos de la imagen individual que venden las películas estadounidenses: “tratamos de que sea popular y masiva. No se basa en estrellas solitarias; se basa en un pueblo que canta, baila y declama. Un pueblo que tiene que pensar por sí mismo y resolver los problemas más apremiantes como la violencia y el crimen”.

La Espartaqueada busca que los mexicanos comprendan y se apropien de su cultura, reafirmando la idea de que sólo la unión puede salvar a la patria ante las dificultades que enfrenta el pueblo mexicano dentro de su nación y ante cualquier intento de injerencia extranjera. Este evento se ha consolidado como una plataforma para que artistas de todo el país, provenientes de diversos contextos sociales, expresen su talento en disciplinas como la danza, la música, la oratoria, la poesía, etc.  

Para Córdova Morán, la cultura debe llegar al corazón del pueblo, a sus entrañas, para que se convierta en parte de su ser, en sangre de su sangre y así la cultura sea una manera de sentir a la patria y de identificarnos como mexicanos.

La Espartaqueada no es un evento cualquiera, es una muestra viva de que el arte puede y debe estar al alcance del pueblo y de que, lejos de los grandes reflectores comerciales, existe un movimiento organizado que apuesta por la formación artística con sentido social. Niños, jóvenes, adultos y adultos mayores viajaron desde lugares tan distantes como Baja California, Sonora, Tamaulipas, Nuevo León, Sinaloa, Zacatecas, Yucatán, Quintana Roo, Chiapas, Veracruz, entidades del centro del país como la Ciudad de México, en camiones repletos de entusiasmo.

Cada participante trajo consigo no sólo talento y disciplina, sino también una historia de esfuerzo. Muchos costearon su viaje vendiendo comida, rifas, tamales o bordados; otros recurrieron a colectas vecinales o al apoyo solidario de sus colonias o pueblos. Las familias, lejos de ser sólo espectadoras, fueron parte fundamental de esta hazaña: madres que bordaron vestuarios, padres que ayudaron a fabricar y montar escenarios, hermanos que acompañaron ensayos tras largas jornadas de trabajo o ayudaban a cargar vestuarios y utilería que serían utilizados en las presentaciones.

En medio del calor de la Mixteca y bajo el cielo limpio de abril, la Espartaqueada Cultural se convirtió una vez más en un recordatorio de que el arte no es un lujo, sino una necesidad para el pueblo. En esta competencia no hay premios millonarios ni cámaras de televisión, pero sí ovaciones honestas, lágrimas de emoción y un público que se reconoce en cada presentación, en cada poesía, danza o discurso. 

Porque en Tecomatlán, durante esos días, el arte no fue espectáculo, sino expresión combativa; y cada artista que pisó el escenario lo hizo con la convicción de que para transformar al país también es fundamental la belleza, la cultura y la organización del pueblo. 


Escrito por Silvanna Mortera

poi


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