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La plataforma electoral de este gobierno se basó en el combate a la corrupción. El entonces candidato y ahora Presidente dijo que la corrupción era el mal de males de México, que la pobreza se debía a ésta y que acabaría con ella. Recuerdo también que alguna vez dijo que Marx y Engels no tenían razón y afirmó categórico que la riqueza no provenía de la plusvalía –es decir, del trabajo excedente no pagado al obrero–, sino de la corrupción, la fuente de la riqueza de los encumbrados del gobierno que saqueaban el erario.
En el discurso de este gobierno hay una doble contradicción: la corrupción no es la causa de los males de México es, por el contrario, una consecuencia del modelo económico neoliberal que ahora persiste. Es decir, es consecuencia de la forma en que se produce y distribuye la riqueza social. Por tal razón, la corrupción solo es un efecto, una consecuencia, de ese modelo. Esto lo hemos dicho una y mil veces en discursos y por escrito; pero, sobre todo, con la voz y la palabra escrita de nuestro gran secretario general, el ingeniero Aquiles Córdova Morán.
Por lo tanto, el mal de males no es la corrupción, sino la pobreza, la injusta distribución de la riqueza, que hace que unos trabajen mucho y nada reciban, mientras otros no trabajan, pero disfrutan de la riqueza no creada por ellos. Por eso mismo, la primera contradicción es teórica y de concepción de este gobierno que afirma que la corrupción es causa, cuando en realidad es efecto.
Pero la contradicción no solo es teórica; y tiene un componente práctico que llama la atención y que consiste en los escándalos de corrupción que han ensombrecido a este gobierno morenista; escándalos que golpean a la propia familia presidencial. Se trata, entonces, de una corrupción práctica de este gobierno. En otras palabras: la corrupción no se ha acabado con este gobierno, por el contrario, se ha fortalecido y sus niveles de impunidad no han mejorado en absoluto, ni parecen ser distintos.
No son lo mismo, pero son iguales, como dijo Silvio Rodríguez. Y para “taparle el ojo al macho” este gobierno buscó casos escandalosos como los de Rosario Robles, Juan Collado y Genaro García Luna, a fin de “demostrar” que combate la corrupción, aunque los hechos y las evidencias digan otra cosa:
“En 2019, 72% de las personas consideraban que la estrategia contra la corrupción del presidente López Obrador estaba teniendo buenos resultados pero con el pasar de los años eso ha cambiado, en 2022 solo el 44% de las y los mexicanos aprueban el combate a la corrupción del gobierno actual.”[1] …“Los niveles de percepción de la corrupción en México son alarmantes y los intentos para reducirlos han sido un fracaso”.
En 2019 México obtuvo una calificación de 29 puntos de 100 posibles y el lugar número 130 de 180 países, según Transparencia Internacional. Estos datos coinciden con los del Banco Mundial (BM), organismo que reprueba a México con una calificación de 0.9 en un rango de 2.5 a 2.5 y con la posición 16 de 100 en el indicador de control de la corrupción, es decir, como uno de los países más corruptos…
México es percibido como el país más corrupto de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). Incluso el integrante más parecido a nosotros (Turquía) tiene una calificación seis puntos más alta”[2].
Voy a mencionar algunos casos relacionados con el partido oficial, Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que muestran cómo este gobierno, lejos de combatir la corrupción como dice, ha incurrido en manifiestos actos de corrupción: el exdirector de la empresa Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex), Ignacio Ovalle, fue acusado del desvío por 12 mil millones de pesos (mdp) y no ha sucedido nada. La organización civil Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad documentó que un ama de casa fue utilizada para crear una empresa «fantasma» que firmó un convenio por 465 millones de pesos para la venta de toneladas de azúcar. Hasta ahora quedan por recuperarse 80 millones de pesos por 4 mil 700 toneladas que nunca se entregaron”. [3]
Los hermanos del Presidente fueron captados recibiendo dinero en efectivo; su hijo fue evidenciado como habitante de una casa en Houston, Texas, de la que es propietaria una empresa que tiene contratos con Petróleos Mexicanos (Pemex), hecho que implica la existencia del delito conflicto de interés; una senadora y un funcionario del gobierno de Campeche, ambos morenistas, fueron sorprendidos recibiendo dinero en efectivo; en la gestión de la exSecretaria de Educación, Delfina Gómez, se observó un desvío por 800 millones de pesos mediante el uso de empresas fantasma cuya dirección en Texcoco llevaba a un terreno baldío.
En el juicio penal por sus presuntos vínculos con el narcotráfico que se le sigue en Nueva York al exSecretario de Seguridad, Genaro García Luna, se dijo que hace algunos años hubo un apoyo de siete millones de dólares (mdd) a la campaña presidencial del ahora presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), mención de la que no se presentaron pruebas, pero, como dice el dicho, cuando el río suena es porque agua lleva. Uno de los casos más recientes, también escandaloso, es el de la ministra Yazmín Esquivel Mossa –y no me refiero a los contratos, como el del segundo piso en el año 2000, que se hizo al ingeniero José María Rioboó, su esposo– quien es acusada de plagiar su licenciatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); sigue actuando como integrante de la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) y hace poco más de una semana el periódico español El País publicó una nota en la que se revela que también plagió la tesis con la que obtuvo su doctorado en leyes en la Universidad Anáhuac. Al exministro de la SCJN Eduardo Medina Mora le congelaron sus cuentas y lo persiguieron hasta que decidió renunciar.
Pese a todos estos hechos, desde el Palacio Nacional se defiende a la ministra Esquivel Mossa y, lo más grave, es que no pasa nada: ahí sigue, como ha ocurrido con otros corruptos del sexenio. Es decir, lejos de combatir la corrupción, el gobierno de la 4T está institucionalizando a sus corruptos y demostrando que su corrupción es aún más corrupta, porque el combate era solo una mentira. Por ello no queda más remedio a los mexicanos que organizarnos y luchar para construir una patria más justa y mejor que acabe verdaderamente con la corrupción y con el mayor problema nacional que tiene México: la pobreza.
[1] https://contralacorrupcion.mx/10-veces-en-las-que-amlo-dijo-que-acabaria-con-la-corrupcion-y-demostro-lo-contrario/
[2] https://contralacorrupcion.mx/wp-content/uploads/2021/02/anatomia-de-la-corrupcion-tercera-edicion.pdf
[3] https://contralacorrupcion.mx/10-veces-en-las-que-amlo-dijo-que-acabaria-con-la-corrupcion-y-demostro-lo-contrario/
El arsenal ideológico que vemos ha sido paciente y cuidadosamente urdido por todas las clases dominantes de la historia para preservar su dominio y convencer a los pueblos de la inutilidad de todo intento de cambio.
“Tengo una carrera impecable, no tengo nada de qué avergonzarme. Continuaré trabajando intensamente, participaré en la sesión de hoy y en todas las subsecuentes”, sostuvo la ministra.
En lo que va de este sexenio se han registrado 154, 787 homicidios; se estima que cuando termine el saldo será de 209 mil 494, muy superior a los 156,065 de Peña Nieto.
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Hoy, en un mundo que avanza hacia la multipolaridad, el abasto de recursos es prioridad geopolítica de actores globales, que se acompaña con presión militar, financiera y política.
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El simple hecho de que Occidente no califique las rebeliones en África como una nueva “Primavera Africana”... es un claro indicio de que las rebeliones que presenciamos son auténticas e históricas.
Los culpables del incremento de la violencia electoral y durante todo el sexenio, son el Gobierno Federal, el Presidente y Morena. La política de seguridad ha sido un fracaso total.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.