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Joker (I de II)
Y Joker tiene un contenido que le molesta a los grandes potentados de ese país, pues exhibe esas graves contradicciones sociales. 
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Sin duda Joker (2019) es la cinta más polémica de las últimas décadas, no solo en el país donde se realizó, sino en casi todos los países donde se está proyectando. Pero el debate se genera ahora porque la cinta de Todd Phillips surge como un reflejo de una sociedad enferma por el sistema capitalista, el cual está entrando en su etapa final, ya que sus síntomas muestran que su caída puede ser apocalíptica. La crítica cinematográfica está dividida –y pudiera decirse confrontada–; pues mientras algunos analistas connotados del mundo del espectáculo y la cultura afirman que es un filme “que promueve irresponsablemente la violencia en la sociedad”, “una cinta corrupta y llena de odio”, etc., otros la alaban, y dicen que es “una obra maestra que desnuda la crisis de la sociedad estadounidense” (Michael Moore, por ejemplo); o bien que es una cinta que “refleja las más graves enfermedades de la sociedad capitalista”. Hay incluso medios que destacan, más por  parecer insoportable, que miles de espectadores abandonan las salas de cine antes de que concluya la proyección porque su contenido resulta altamente violento; y que además de negativo, no tiene ningún mensaje edificante para las personas.

Y claro, este Joker de 2019 está muy lejos de aquel inocuo personaje de la “batimanía” que en los años 60 del siglo XX apareció en una serie de televisión y que, interpretado por el actor de origen cubano César Romero, era un delincuentecillo que no pasaba de cometer algunas fechorías y en su enfrentamiento con Batman y su inseparable compañero Robin –el “duo dinámico”–  no pasaba de las escenas de violencia “edulcorada” con base en unas cuantas cachetadas y “guamazos” que causaban risa a niños y adolescentes de aquellos años en los que Estados Unidos (EE. UU.), una vez terminada la Segunda Guerra Mundial, se entronizó como la superpotencia que mandaba en la mayor parte del mundo en los terrenos económico y político. Eran los años dorados del capitalismo, que engañaba a las grandes masas trabajadoras con sus políticas del bienestar social que se habían instrumentado desde 1933 con la llegada a la presidencia de EE. UU. de Franklin Roosevelt, jefe de Estado visionario, instrumentador del New Deal, una política que permitió al capitalismo estadounidense evitar que las masas trabajadoras simpatizaran con el socialismo soviético (que impulsaba salarios remunerativos, empleo para casi toda la población, atención médica y educativa de calidad, servicios y prestaciones que permitían que las capas trabajadoras no aceptasen al orden capitalista como el mejor de los mundos posible).

Pero esa situación cambió drásticamente desde mediados de los años 80, cuando la clase capitalista decidió que la “política del bienestar” de la clase trabajadora debía ceder su lugar a  lo que hoy se conoce como “neoliberalismo”; es decir, la política donde se acabó la intervención del Estado en la regulación de los salarios y la imposición de prestaciones y derechos sociales para que las clases trabajadoras llevara una existencia sin los graves daños que provoca el llamado “capitalismo salvaje”.

En las últimas décadas, el llamado “fundamentalismo de mercado” (neoliberalismo) ha provocado que en la superpotencia la pobreza haya crecido exorbitantemente (más de 40 millones de pobres); que el desempleo y la falta de atención en salud también se haya elevado enormemente; que la sociedad gringa sea la más violenta del planeta, y que las tensiones entre los grupos raciales se haya incrementado hasta convertirse en una olla de presión que amenaza con estallar. Las enfermedades en EE. UU. son tan graves y profundas que es el país con más drogadictos en el orbe (27 millones y 66 millones de alcohólicos) y cada 19 minutos muere una persona por sobredosis de heroína; es el país con mayor número de presidiarios per cápita, con más de dos millones de encarcelados, casi 700 por cada 100 mil habitantes; es el país donde se presentan más tiroteos en escuelas, en centros comerciales y calles de las ciudades. En síntesis, la potencia de EE. UU. se ha convertido en un polvorín social que puede estallar en cualquier momento. Y Joker tiene un contenido que le molesta a los grandes potentados de ese país, pues exhibe esas graves contradicciones sociales. 


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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