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A finales de los 70 y principios de los 80, el mundo se encontraba en una profunda crisis económica. Este trance reflejaba el agotamiento de la forma particular del capitalismo que comenzó con el fin de la Segunda Guerra Mundial, así que debía reestructurarse. Entre otros aspectos extensos para los propósitos de este artículo, la reorganización del sistema económico global llevó consigo, necesariamente, la desregulación bancaria y el crecimiento exponencial de los grandes centros financieros: Wall Street y la City.
En un principio, la deuda fue contraída por las necesidades del mismo sector financiero (recuérdense los eurodólares y petrodólares) más que por la necesidad de los ahora deudores; pero después, la contratación de deuda se volvió parte del funcionamiento vital para las empresas no financieras, los gobiernos y consumidores. Así, la deuda se convirtió en fuente de acreedores en los grandes centros financieros, respaldados por las enormes instituciones mundiales como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), ambas creadas desde el final de la Segunda Guerra Mundial, pero que solo desempeñaron un papel destacado a partir de este momento.
Las crisis de la deuda en América Latina y en África durante los 80 y 90 reflejaron este inmenso poder, capaz de doblegar naciones enteras para adoptar medidas draconianas de austeridad y asegurar el sacrosanto pago del servicio de la deuda. Desde entonces, el sistema económico ha sido inestable por el carácter especulativo que impone el sistema financiero, y que se ha manifestado a través de constantes crisis financieras. El gran cataclismo fue la crisis de 2008-2009 y un parteaguas en el aumento de la deuda en cuanto a su crecimiento global, acelerado por la crisis de Covid-19.
El resultado es que hoy nos encontramos en niveles de deuda sin precedentes. En 2021, la deuda global alcanzó el monto de 30.3 billones de dólares, equivalente a 350 veces lo producido en el mundo durante un año; mientras que en 2020 ascendió a 226 billones de dólares. Este “salto” representa la tasa de crecimiento más alta desde la Segunda Guerra Mundial. La consecuencia de tales niveles de deuda, que en mayor proporción son dólares que se le deben a acreedores privados, es que numerosos países se encuentran al borde de una crisis de deuda, lo que significa que no serán capaces de cumplir con los intereses ni en el tiempo que establece el contrato.
Dos elementos agravan esta situación. En primer lugar, el incremento de las tasas de interés de la Reserva Federal –que prácticamente ejerce como banco central del mundo, pues a muchos bancos centrales no les queda otro remedio más que seguir sus políticas monetarias– hace que aumente el servicio de la deuda. En segundo lugar, que las tasas de crecimiento económico han sido bajas en los últimos años y se vislumbra un panorama de recesión a partir de este año.
El pago del servicio de la deuda representa, por sí mismo, una carga inmensa para los países del Sur Global: en su último informe, la Oxfam señala que los países pobres destinan cuatro veces más al servicio de la deuda que a los servicios de salud pública. El Fondo Monetario Internacional estima que el 60 por ciento de los países de bajos ingresos se encuentra en esta situación de deuda insostenible, mientras que en los países emergentes –eufemismo para calificar a países como México y Brasil– 25 por ciento de ellos se encuentra en riesgo de sobre endeudamiento. No obstante, la organización Debt Justice revela que 54 países ya están en una crisis de deuda, 14 países ahora presentan crisis de deuda pública y privada, 22 están en riesgo de crisis de deuda privada y 21 en riesgo de deuda pública.
Ante esta situación, los organismos internacionales solo ofrecen una solución: más austeridad, seguir recortando el gasto social para destinarlo al pago del servicio de la deuda.
Oxfam advierte que tres de cada cuatro gobiernos del mundo tienen previsto recortar el gasto público por un importe total de 7.8 billones de dólares con medidas de austeridad durante los próximos cinco años. La verdadera solución, una suspensión considerable de deuda, no la propondrían siendo representantes de la oligarquía financiera. Sin embargo, esto es solo un reflejo de que la reorganización particular del capitalismo actual, el neoliberalismo, está en crisis mortal.
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Escrito por Gladis Eunice Mejía
Maestra en Economía por la UNAM.