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Enséñame el camino a casa (II de II)
Lo particular en el capitalismo es que la falta de vivienda tiene que ver con dos factores que agravan dicho problema.
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En 1873, Federico Engels escribió en su obra Contribución al problema de la vivienda: “Lo que hoy se entiende por penuria de la vivienda es la particular agravación de las malas condiciones de habitación de los obreros a consecuencia de la afluencia repentina de la población hacia las grandes ciudades; es el alza formidable de los alquileres, una mayor aglomeración de inquilinos en cada casa y, para algunos, la imposibilidad total de encontrar albergue. Y esta penuria de la vivienda da tanto qué hablar porque no afecta solo a la clase obrera, sino igualmente a la pequeña burguesía”. Para el gran pensador alemán –creador, junto con Carlos Marx, del Materialismo Dialéctico e Histórico y de la economía científica, así como de la teoría científica del socialismo–, el problema de la vivienda ha sido un problema que ha existido no solo en el capitalismo; para él y para Marx, el problema de la vivienda lo han padecido todas las clases oprimidas que han existido en la historia de la humanidad.

Lo particular en el capitalismo es que la falta de vivienda tiene que ver con dos factores que agravan dicho problema. Primero porque la adquisición o la renta de vivienda es completamente inaccesible a millones de seres humanos, dado que los capitalistas prefieren construir viviendas para los que pueden adquirirlas, mientras millones de obreros y aun personas de la pequeña burguesía o la clase media baja no pueden acceder a la compra o a la renta de vivienda en las grandes ciudades. Y a este fenómeno se le suma otro que también tiene el sello del orden burgués: millones de personas no tienen trabajo. En los sistemas socioeconómicos anteriores al capitalismo, las clases trabajadoras padecían la explotación de las clases parásitas, pero tenían asegurado su trabajo (tanto los esclavos como los campesinos siervos de la gleba o los peones acasillados). Pero para el orden burgués es necesaria la existencia de una “reserva industrial”, es decir, de millones de desempleados, “reserva” que permite mantener los salarios bajos y atender los vaivenes del mercado en cuanto a demanda y oferta.

La verdadera causa, por tanto, de que el problema de la vivienda sea mucho más grave y afecte a millones de personas en la sociedad capitalista es producto de la misma estructura y funcionamiento esencial de este sistema.

En el documental Enséñame el camino a casa, los realizadores nos muestran imágenes y testimonios sobrecogedores de la vida de los “sin techo”. Ellos, al ser cuestionados del por qué han llegado a la situación de no tener en donde vivir, explican diversas causas: bajos salarios, enfermedades, discriminación de todo tipo, incapacidad laboral, etc., pero la mayoría coincide en que no les alcanza lo que ganan y que prefieren asegurar la compra de comida antes que pagar un alquiler de casa o departamento (uno de los “sin techo” dice que un alquiler, por muy barato que sea, no puede ser menos que 700 dólares al mes). La situación de los “sin techo” es en algunos casos no solo dramática, sino que resulta profundamente humillante, dado que tienen que utilizar baños públicos, estaciones de autobuses y otros lugares públicos para pernoctar, para realizar sus necesidades fisiológicas, etc.

Enséñame el camino a casa nos hace recordar la historia narrada por Aldous Huxley, en su famosa novela Mundo Feliz en la que describe una sociedad futurista en la que las clases sociales están determinadas mediante mecanismos avanzados de clonación, en la que todos cumplen una función social predeterminada y en la que no caben las inconformidades, las protestas, en fin, no existe lucha de clases. Solo los “inadaptados” socialmente son enviados a las “reservas”, en donde impera la mugre, la indolencia, la fealdad y todo lo que aquejaba a las “viejas sociedades del pasado”. Pero en Enséñame el camino a casa, gracias a una excelente fotografía, se observa que en la actualidad, en las ciudades de la Costa Oeste de Estados Unidos y de otras partes del territorio de la superpotencia –al igual que en muchos países que “disfrutan” del “paraíso” capitalista– los “sin techo” están presentes en los camellones de las grandes avenidas, a un lado de los gigantescos edificios donde administra sus negocios la gran burguesía, en los jardines, en las banquetas de céntricas calles, etc., ahí están las “reservas” del “Mundo feliz” de la realidad. Un mundo que no es ficción, sino otra faceta de la decadencia del imperio gringo.


Escrito por Cousteau

COLUMNISTA


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