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El deporte organizado, tal como lo conocemos hoy, se distanció radicalmente de las actividades físicas vinculadas a la supervivencia en las sociedades primitivas; su origen como competencia estructurada surgió en las antiguas sociedades esclavistas. Según Gardiner (1930), los guerreros de estas civilizaciones, empleados por las élites de su tiempo para la conquista de nuevos territorios, comenzaron en su tiempo libre a competir entre sí, con lo que se desarrollaron pruebas precursoras de la carrera de velocidad, el lanzamiento de jabalina, disco y otros ejercicios que acondicionaron al deporte competitivo. Así, la competencia se produjo con la guerra.
Sin embargo, la institucionalización formal del deporte ocurrió en la antigua Grecia con los Juegos Olímpicos, cuya primera edición documentada data del 776 a.C. Competencia en la que únicamente participaban hombres libres y ciudadanos griegos; esto implicaba, en efecto, que los atletas precisaban de recursos suficientes para dedicarse al entrenamiento y cubrir sus necesidades básicas, excluyendo a esclavos y a la mayoría de la población trabajadora.
Los Juegos Olímpicos modernos, retomados por Pierre de Coubertin en 1896, han incrementado esta brecha socioeconómica persistente, pues el deporte de élite exige inversiones considerables para costear entrenadores especializados, psicólogos deportivos, nutricionistas, equipamiento y tiempo dedicado exclusivamente a la preparación deportiva, a lo que solamente puede acceder una pequeña élite.
Bajo estas contradicciones surge un nuevo paradigma: “los Juegos Mejorados”, que fueron anunciados en 2023 y planean realizarlos a finales de mayo de 2026 en Las Vegas, Estados Unidos (EE. UU.). Este evento, rompe explícitamente con los estándares antidopaje, pues el sitio web oficial de los Enhanced Games, llama a fomentar el uso de sustancias que mejoren el rendimiento físico y a eliminar los controles de dopaje. Este modelo podría profundizar la desigualdad en las competencias porque, al legalizar tecnologías y fármacos costosos, la mercantilización y medicalización extrema tienden a beneficiar a atletas con patrocinios o recursos personales sustanciales.
El promotor y fundador destacado de los Juegos Mejorados es el abogado australiano Aron D’Souza, sin vínculos con el deporte, pero con historial en inversiones de alto riesgo y en empresas con tecnología de mejora humana; según The Guardian, el proyecto cuenta con respaldo de figuras como Peter Thiel, cofundador de PayPal, el republicano Donald Trump Jr., hijo del presidente de los EE. UU. y de Christian Angermeyer, inversor “transhumanista”. Detrás de estos juegos del dopaje también operan farmacéuticas, laboratorios genéticos y empresas de streaming, por lo que podría haber muchos más millonarios respaldando el proyecto.
Los actores de los Juegos Mejorados se rigen por los principios del “Transhumanismo” filosófico que, según ellos, buscan acelerar la evolución humana con tecnología; y su meta declarada consiste en crear un “superhombre” libre de enfermedades, con inteligencia sobrehumana y longevidad extrema. Por lo que están utilizando el deporte como propaganda para ganarse a la opinión mundial a su favor y convencer a la humanidad de que ellos están empeñados en mejorar la vida de los seres humanos.
Más allá de la ética, lo grave es cómo naturalizan la desigualdad. Pretenden que la clase trabajadora vea como “dioses” a una élite con acceso privilegiado a tales tecnologías. Evitemos que el capitalismo venda la mentira de que estos avances serán universales, porque no es así; según análisis recientes del Comité de Oxford para el Alivio del Hambre (Oxfam en inglés), el 60 por ciento de las patentes de tecnología moderna son controladas por 25 corporaciones.
Bajo este sombrío panorama, los capitalistas, habiendo acaparado la riqueza mundial, buscan controlar la vida y el desarrollo físico y mental de todos los seres humanos con avances científicos y tecnológicos; esto es lo que alarma y convierte a los “Juegos del Dopaje” en ideología sumamente peligrosa, no sólo en su aspecto deportivo, sino por su finalidad: buscan desesperadamente que el sistema capitalista siga vigente. La noción de una raza superior no murió con Hitler; por el contrario, resurgió en el fascismo moderno, cuyo principal bastión se halla en EE. UU.
Este viernes 22 de agosto México sumó las ultimas 14 medallas en seis deportes diferentes, de las cuales dos oros, cinco platas y siete bronces.
Hasta el momento los deportistas mexicanos han obtenido 76 medallas en total, de las cuales 18 son de oro, 29 de plata e igual número de bronce; México se ubica en cuarto lugar del medallero.
La gimnasta yucateca logró superar a la estadounidense Natalie de la Rosa y a la brasileña Sarah Ferreira.
El deporte organizado es un producto social que evolucionó desde que surgió como una necesidad física e intelectual del colectivo humano.
La deportista mexicana superó a Anita Stenberg, actual campeona europea y número uno del mundo en resistencia femenil.
La medalla de oro se debió a la destacada participación de Osmar Olvera en el trampolín de 3 metros.
Apenas 4 millones 200 mil trabajadores junto a sus familias realizan algún deporte, una cifra muy baja comparado con los 21 millones registrados en el IMSS.
Las manifestaciones de colectivos de artistas habían logrado detener los trabajos de construcción del nuevo estadio Nicolás Álvarez Ortega por varias semanas.
México fue el único equipo de América Latina en colocarse entre los cinco primeros lugares de esta fase.
Cientos de jugadores se entrenan para representar a sus países y defender su camiseta.
Durante los últimos años, la participación de mujeres transgénero en competencias deportivas femeninas ha producido un intenso debate en la comunidad deportiva.
El fenómeno deportivo ha evolucionado junto a los modos de producción dominantes en cada periodo histórico.
La gestión deportiva se remonta a las primeras civilizaciones.
La práctica deportiva ha estado presente en muchos momentos históricos y contribuido a la política, economía, educación y salud; podemos encontrar etapas favorables para el perfeccionamiento del deporte y otros procesos históricos con cierta decadencia.
Esperan que el país reciba más de 16 partidos, cifra que alcanzará en el Mundial Masculino de 2026.
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Escrito por Wuenceslao Pérez Caballero
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