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Internacional
Argelia y Nicaragua: binomio anticolonial y contra el neofascismo
Resistir y desmantelar el sistema e ideología del salvaje régimen colonial europeo ha sido un proceso largo y doloroso para las naciones que se vislumbran libres y con derecho al desarrollo.


En julio de 1776, Estados Unidos (EE. UU.) renunció a Gran Bretaña; en 1789 Francia inició la lucha antimonárquica; el cinco de julio de 1962 Argelia iniciaba la Revolución contra Francia y, en 1979, Nicaragua desarrolló la Revolución Sandinista. Hoy Washington y París encarnan el neofascismo colonial, en tanto que Argel y Managua son referencia de solidaridad anticolonial y lucha antifascista.

Resistir y desmantelar el sistema e ideología del salvaje régimen colonial europeo ha sido un proceso largo y doloroso para las naciones que se vislumbran libres y con derecho al desarrollo. Hacer realidad ese imaginario requirió organización, politización y lucha armada, con pérdida de millones de vidas y recursos, hasta alcanzar la victoria e iniciar la construcción de un nuevo orden justo. 

Así fue la guerra anticolonial de Argelia contra Francia, una de las más radicales en la historia. Inició un día después del nueve de mayo de 1945, cuando Alemania capituló ante el Ejército Rojo soviético; entonces, los argelinos votaron por liberarse del colonialismo francés tras perder un millón de vidas durante la estrategia contrainsurgente en la “humanista” metrópoli. 

La edificación de su democracia ha sido un prolongado y tortuoso camino con múltiples provocaciones para aliarse con el Occidente neocolonial; de ahí su vocación inicial por la no alineación a la Guerra Fría. 

Este Siglo XXI Argelia es la principal potencia energética, militar y demográfica del Magreb. Con esa visión geopolítica defiende a Palestina, al Sáhara Occidental, condena el ataque de EE. UU. a Irán e ingresa al nuevo orden multipolar del banco fundado entre Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS).

La relación Argelia-México data de 1964. Los nueve mil 796 kilómetros que separan a ambos Estados se han superado con un vínculo entrañable durante 61 años; como países no alineados, ambos coinciden en asuntos fundamentales de política exterior. 

En su mensaje por la independencia de su país, el embajador Messaoud Mehila valoró el apoyo de México para que Argelia se liberara de 132 años de colonialismo. Reconoció que ambos Estados comparten valores y principios esenciales, relacionados con la dignidad humana.

A 63 años de que Argelia recuperara su libertad y soberanía el diplomático refrendó su compromiso, ante los mártires de esa guerra de liberación para hacer del suyo un país que proteja a todos sus ciudadanos en igualdad de condiciones, soberano y que únicamente se someta a los dictados de Dios y la voluntad del pueblo.

Cambio de alianzas

Argelia ha mostrado capacidad para equilibrar su relación con potencias y países del Sur Global, tras rebasar los enormes desafíos que significan las demandas populares para conciliar política, economía y la poderosa influencia del islam.

 Las protestas de febrero de 2019 se tradujeron en expresiones transversales de fuerte retórica antifrancesa como el Hirak (movimiento) que exigía: ¡No! al quinto mandato del presidente Abdelaziz Bouteflika, más democracia, fin al saqueo de recursos, salida de la élite dirigente y mejor situación socioeconómica. 

El grupo islámico Rachad pedía un cambio político más profundo y se centró en la juventud más politizada e informada. Tras esa conmoción política, el presidente Buteflika dimitió luego de dos décadas en el poder; entonces revivió el sentimiento nacionalista personificado por el jefe del Estado Mayor, general Saïd Chengriha, con su narrativa anticolonial.

Ese rescate de la memoria tuvo tal impacto que, en 2021, durante su campaña de reelección, Emmanuel Macron encargó al historiador Benjamín Stora elaborar una memoria crítica sobre la guerra de Argelia.

Al asumir la presidencia en 2019, Abdelmadjid Tebboune se propuso impulsar el retorno de Argelia al mundo. Tarea compleja en la convulsa escena internacional y en un contexto geopolítico marcado por la ofensiva estadounidense e israelí en Medio Oriente y la fragmentación del Magreb y África.

La readmisión de Argelia en la Unión Africana se complicó por su ruptura con Marruecos, que se adhirió a los Acuerdos de Abraham impulsados por Donald Trump ante el mundo árabe en 2020 para someterse a Israel. Además, Rabat logró el apoyo de España para expandirse en el Sáhara Occidental, cuya autodeterminación es apoyada por Argel. 

Argelia tiene noción clara de su geopolítica; y de ahí su búsqueda de nuevas alianzas estratégicas expresadas en el constante diálogo y cooperación con Rusia y China para atender la crisis en el Sahel y la creciente cooperación con EE. UU. para reforzar su seguridad nacional.

Esa asociación múltiple surge del creciente sentimiento antioccidental en África subsahariana. En las recientes asonadas de África Occidental (Bourkina Faso, Níger y Malí) se evidenció el afán anticolonial de esas naciones y su interés por alejarse de París mientras concretaba su cooperación con Beijing y Moscú.

Para algunos observadores, Argelia mantiene un “riesgoso juego” de equilibrios entre China, Rusia y EE. UU. Y, como ejemplo, señalan la adquisición de equipos y armas que por años suministró la Unión Soviética y ahora lo hace Rusia.

Cabe destacar que el dos de diciembre de 2022 Argelia canceló maniobras militares con Rusia. Entonces comenzó la presión estadounidense para que le compre armas y reduzca el suministro de Rusia, según fuentes diplomáticas.

Resulta significativo que, en enero, Argel haya firmado un memorándum de entendimiento militar con EE. UU. porque anuncia una cooperación más amplia. Así lo confirmó el embajador argelino en Washington, Sabri Boukadoum, a la revista Defense Soop al declarar: “El cielo es el límite”.

Sin embargo, el 16 de abril, Argelia negó asistir al ejercicio militar multinacional “African Lion 2025” en Túnez, donde participarían ocho países, Israel incluido. Como canceló 24 horas antes, algunos ven en ese viraje que Argel prefiere navegar a la deriva entre Rusia y EE. UU. 

No obstante, está abierto a asociaciones más profundas. El presidente anunció que Beijing ya invierte en ese país mediante proyectos industriales, tecnológicos, de transporte y agricultura, que superan los 36 mil millones de dólares (mdd). Con Rusia firmó acuerdos de cooperación en inversión energética, educativa y exportación de alimentos principalmente.

La joya colonial

España fue metrópoli de Argelia hasta 1830, cuando ya declinante dejó a Francia esa rica región costera de dos mil millones de kilómetros, pese a la tenaz resistencia de jefes locales argelinos. Entre ellos, el dey (regente) Hussein de Argel, quien pasó a la historia por golpear con su abanico al cónsul francés Pierre Deval que, arrogante, exigía el pago de viejas deudas. Como el dey no se excusó, Francia bloqueó el puerto argelino.

 La colonización de la estratégica Argelia duró más de 100 años y fue la que más tiempo permaneció bajo poder francés (de 1830 a 1962). En ese periodo llegaron cientos de miles de colonos: pieds-noirs (pies negros), mientras se arrestaba y eliminaba a líderes locales y se despojaba de tierras a campesinos y propietarios en zonas costeras y barrios citadinos argelinos. 

Los pieds-noirs eran despreciados en Francia y en Argelia gozaban los privilegios por defender la agresión imperialista. Mientras, los argelinos, despojados de tierras y derechos políticos, vivían bajo creciente miseria y analfabetismo y víctimas de la represión del ejército colonial.

Decididos a alcanzar su independencia se organizaron desde 1940; y en 1943 promulgaron el Manifiesto del Pueblo Argelino y condenaron al colonialismo. Con ese ánimo crearon el Frente de Liberación Nacional (FLN) en 1944, que fue motor de la independencia.

No les fue fácil, pues París estaba decidido a no negociar la soberanía de Argelia. En algunos casos sí aceptó, como en Siria en 1946 –que tres años antes había fraccionado del Líbano– y en 1956, con Marruecos. 

Su posición se endureció en Indochina (hoy Vietnam, Laos y Camboya) hasta que fue derrotado en 1954. Tras ser humillado, el imperialismo galo decidió desplegar 500 mil soldados y aumentar la represión en “su joya colonial”, Argelia.

La capitulación de la Alemania nazi ante el Ejército Rojo soviético fue el punto de inflexión para los argelinos el nueve de mayo de 1945. Ese día marcharon en la ciudad de Sétif, para reclamar a Francia su independencia, conscientes de la debilidad burguesa francesa por alinearse con el nazismo. 

París ordenó una ofensiva que asesinó a más de 40 mil argelinos y, en 1947, emitió el Estatuto Argelino que hacía de Argelia un departamento francés. La opresión aumentó hasta que, el 1° de noviembre, mujeres y hombres iniciaron su guerra por la independencia, una lucha asimétrica contra un adversario implacable, al que lograron derrotar el seis de julio de 1962.

Ya independiente, Argelia se declaró República Democrática Socialista y luego República Democrática y Popular. En los noventa, enfrentó el radicalismo del Frente Islámico de Salvación (FIS), que reprochó al gobierno la sumisión a Occidente.

El FIS alentó el repudio contra cuadros administrativos educados en el exterior y la clase media europeizada. Para ello, incitó protestas y huelgas estudiantiles contra la enseñanza universitaria a mujeres y por establecer la sharía (ley islámica ortodoxa).

Su estrategia de ayuda a comunidades pobres le ganó el control de 53 de las 54 ciudades argelinas más pobladas. La polarización civil escaló durante la Guerra del Golfo y cuando el presidente Bendjedid decidió integrar a ese grupo en su coalición, pero que impidió el Ejército.

Siguió un largo camino hacia la transición democrática con una sociedad que cambiaba, aunque sin sumarse a la provocadora “Primavera Árabe” de Occidente. 

 

Choque de potencias por gas y la RASD

La clave del conflicto deriva del plan marroquí por impedir la autonomía de la República Árabe Saharauí Democrática (RASD o Sáhara Occidental) liderada por el Frente Polisario. Para Argelia implica la urgente descolonización del territorio en un choque de intereses con implicaciones políticas, económicas y militares.

Las tensiones históricas, rivalidades geopolíticas y competencia económica han tejido la volátil relación entre Marruecos y Argelia, que se extiende a la diplomacia extraregional que involucra a Francia, España y EE. UU.

El 21 de agosto de 2021 estalló la “guerra del gas”. Argelia envía a Europa unos nueve mil millones de metros cúbicos anuales mediante un gasoducto que transita mil 400 kilómetros desde su territorio y pasa por Marruecos hasta España. Por permitir el paso de ese gas, Rabat toma 800 millones de metros cúbicos de gas y cobra siete por ciento de regalías, que le representan 200 mdd anuales. 

Al romper relaciones con Marruecos, éste desencadenó una crisis que impactó en España, justo cuando la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) se conflictúa con Rusia por Ucrania debido al veto sobre el paso de gas ruso a Europa.

En marzo de 2022, España rompió la neutralidad y respaldó a Marruecos por el Sáhara y estrechó su relación en seguridad, comercio e inversión en el marco de la coorganización de la Copa del Mundo en 2030. Eso detonó la crisis diplomática entre Madrid y Argel, que aunque mantuvo el suministro de gas, afectó a 600 empresas españolas y provocó represalias económicas.

El nueve de abril, Argel lamentó que Washington refrendara su apoyo a Rabat y que además urgiera a las partes “a negociar”, en lugar de que la superpotencia garantizara la legalidad internacional como miembro del Consejo de Seguridad de la Organización de la Naciones Unidas (ONU).

La Francia de Macron “reconoció” la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara; lo que alimentó el desencuentro con Argel. Ello incitó el conflicto con la expulsión de 12 franceses en torno a un caso judicial en París, recuerda el periodista Mehdi Laghmari.

 

Dos revoluciones exitosas y un mismo enemigo 

Aunque Argelia y Nicaragua están separadas por ocho mil 852 kilómetros, coinciden en la historia por su convicción de independizarse. El 19 de julio, los nicaragüenses conmemoran 46 años del triunfo de su Revolución Popular Sandinista sobre el neocolonialismo encarnado en Anastasio Somoza Debayle, quien se postulaba para su tercer mandato.

La estratégica geografía del país lo puso en la mira del imperialismo estadounidense que, tras sus numerosas invasiones, instauró gobiernos títeres oligárquicos y feudales a su favor para asegurarse la hegemonía.

Es así como Augusto Nicolás Calderón Sandino formó su ideario de resistencia contra la ocupación estadounidense. Artífice guerrillero y visionario estratega, autor de su Manifiesto (1927) logró expulsar a tropas estadounidenses de Nicaragua, atrincheradas en la batalla de Ocotal. 

Años después, como intérprete del ideario sandinista y con Somoza como títere de EE. UU., Carlos Fonseca lideró el Frente Sandinista de Revolución Nacional (FSLN), que sumó a mujeres y jóvenes a sus cuadros políticos. Su táctica guerrillera convirtió al frente en uno de los grupos guerrilleros rurales más emblemáticos de América Latina.

Tras su muerte se armó la insurrección popular nacional en septiembre de 1978, que se mantuvo hasta la ofensiva final de marzo-julio de 1979. Después llegaría la guerra multidimensional imperial con hostilidad diplomática, sanciones económicas y contrarrevolución.

Hoy, Nicaragua ostenta un crecimiento económico positivo, se integra a la comunidad internacional, es el más seguro de la región, con la mejor red de carreteras y lidera la representación política de género. Garantiza servicios de salud dignos y de calidad, 77 hospitales de especialidades con 562 equipos de ultrasonido y medicina nuclear para mejorar el diagnóstico de enfermedades, 18 Centros Epidemiológicos, el Centro Oncológico Nacional y el Dermatológico, así como 178 Casas Maternas en el país.

Ese esfuerzo está en riesgo por la arrogancia neocolonial de Donald Trump, a finales de enero aseguró que Nicaragua “es destino peligroso” para viajar y dio 60 días a los nicaragüenses en EE. UU. para regularizar su situación bajo pena de expulsarlos. Al cancelar el estatus de Protección Temporal (TPS) a esos nicaragüenses, Trump cae en una más de sus contradicciones, pues recientemente había sostenido que ese país es “líder” en turismo, ecoturismo, agricultura y energía renovable.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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