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¿Y así quieren los gringos darnos lecciones?
Los personajes de CSI, Bones y Eliot Ness son sólo fantasías: la realidad es ésta que hoy hemos visto.
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¿Y ese tipo de “servicios secretos” y de policía estadounidense es el que viene a México a “enseñar” a nuestros policías mexicanos cómo cuidarnos mejor? Grupos de capacitadores gringos tienen décadas viniendo a “intercambios” y a dar cursos a nuestros cuerpos de protección y mire usted cómo le dieron toda la chance del mundo al muchacho que intentó matar a Donald Trump, a pesar de que muchos ciudadanos asistentes al mitin del expresidente gringo en Butler, Pensilvania, les avisaron dónde estaba y qué preparaba Thomas Matthew Crooks, el tirador que quiso asesinar al magnate, con varios minutos de anticipación a los disparos, como todos nos hemos enterado por la prensa, ¡minutos!

Cabe, además, con toda justicia la pregunta ¿pues entonces, qué vienen a enseñarles? ¿Los adiestran en cómo dejar que los criminales cometan sus fechorías y maten a diestra y siniestra a su antojo para luego “intervenir” con gran show mediático y tapar el pozo ya con el niño ahogado? Pues vaya tipo de moral y de principios éticos que tienen esos policías del otro lado del Bravo, muy distintos a la propaganda cinematográfica y de series de televisión yanquis que los presentan como ejemplo de virtud y honestidad sin par. Los personajes de CSI, Bones y Eliot Ness son sólo fantasías: la realidad es ésta que hoy hemos visto; aterradoramente pasivos, dejaron hacer al tirador Crooks y pasar sus balas, hechos que muestran el objetivo final del Laissez faire et laissez passer (Dejen hacer y dejen pasar) que clama la burguesía como principio económico y moral. El México de los trabajadores no necesita esas “enseñanzas”, pero tal vez ésa sea la intención verdadera y más profunda de quienes los invitan.

Y también tenemos derecho a cuestionar: bueno, y con tantas décadas de “intercambios” y cursos de adiestramiento policiaco que han venido a dar en México los “capacitadores” gringos a los mandos policiacos y militares, ¿no es de suponerse que los frutos debían ser buenos y alentadores? Entendemos que las causas últimas de la violencia y criminalidad son tanto la pobreza de millones de trabajadores y proletarios como el ansia desmedida de riqueza y su acumulación por parte de los ricos y sus representantes políticos, y que no se va a acabar más que con la repartición justa de la riqueza. Pero, a pesar de tantas visitas de capacitadores extranjeros, cuyas lecciones y cultura cívica se ofrecen al mundo como superiores y que deberían mitigar algo las consecuencias de los males estructurales del capitalismo mexicano, resulta que –al revés de lo que prometen en público al presentar a la prensa sus instructores y expertos en técnicas avanzadas de investigación y prevención del delito– hay más crímenes, más desaparecidos, se siguen descubriendo más fosas clandestinas en Los Cabos, BCS y en todo el país, el sexenio de AMLO ya se acerca a 200 mil muertes dolosas, hay más violencia en México… ¿y luego?

Esos tipos ¿van a enseñar lealtad institucional a los mandos mexicanos, cuando ellos mismos violan sus más elementales protocolos y traicionan lo que dicen son sus principios, como lo acaban de hacer en Butler? ¿Van a enseñarnos cómo combatir al narcotráfico cuando en sus mismas narices se lleva a cabo un día sí y otro también el más grande acarreo de drogas ilegales de todo el mundo? Hoy sabemos que ellos mismos surtieron de drogas gratuitas a los miles de asistentes a los famosos conciertos de música pop y rock de Monterey (1967 con 200 mil jóvenes asistentes) y Woodstock (1969, con 500 mil asistentes). ¡Los propios policías acarreaban allí la droga, bajo la dirección del FBI! Hoy tienen en sus vigiladas calles al más grande ejército de zombis de todas las edades que todos los días se drogan, que todos los días reciben, bajo la complacencia policial, todo tipo de enervantes prohibidos. ¿Ésos quieren ser nuestros maestros?

¿Van a enseñarnos a respetar la democracia, cuando reprimen a decenas de miles de estudiantes estadounidenses por protestar contra el apoyo imperialista al genocidio en Palestina?, ¿o cuando apoyan a los regímenes corruptos y dictatoriales como el del ilegítimo Zelenski, en Ucrania, que cumplirá dos meses que terminó su mandato y, sin embargo, le siguen dando armas para que agreda a Rusia? ¿Pues no que muy defensores de la democracia en el mundo? ¿A qué vienen entonces a México los tipos que persiguen y matan a miles de Floyds? ¿Hemos de creerles que de veras vienen a enseñarnos cómo protegernos de criminales y delincuentes?

No, definitivamente. Ellos son parte fundamental del Estado imperialista, que es una máquina para mantener oprimido al pueblo de Estados Unidos, al de México y quieren hacer lo mismo con todo el mundo. Ellos, con la pedagogía de sus armas, no buscan nuestro bienestar ni nuestra armonía social, sino mantenernos sojuzgados a los intereses de sus amos. Son instrumentos de violencia física y coerción que usan los especialistas en gobernar, quienes a menudo la usan entre ellos mismos para afianzar las posiciones políticas y económicas del grupo en turno en el poder, que es, en el fondo, la razón última del atentado contra Trump, es decir, un grupo de terroristas mundiales contra otro grupo igual.

Sólo con ese aparato permanente de coerción les ha sido posible a sus amos obligar a los estudiantes pro palestinos a someterse al sistema y una vez así integrados, trabajar en forma sistemática para los ultrarricos de Estados Unidos. Ahora preguntémonos: ¿puede esa máquina venir a enseñar otra cosa que terror? ¿Puede una persona levantarse por sobre el suelo jalándose a sí misma por los cabellos? Dejémonos de ilusiones.

Los mexicanos no tenemos por qué inclinarnos con supersticiosa veneración a ese cuerpo policial y militar que, en Butler, Pensilvania, ha demostrado de lo que está hecho. Nunca más. El Estado en Norteamérica no es ninguna democracia para los oprimidos de esa nación ni su existencia garantiza la igualdad universal: son un fraude, los gringos imperialistas no tienen nada que venir a enseñarnos.

Son los mismos que hoy atizan el fuego de una guerra de agresión contra Rusia en Ucrania y están dispuestos a que mueran más seres humanos que en la Segunda Guerra Mundial. Necesitan, quieren, una Tercera Guerra Mundial de la que, estúpidos, esperan sobrevivir, pero que será el acabose para la humanidad, incluyendo esa degeneración monstruosa que hoy se agarró a mordidas entre sí en Pensilvania.

Sólo con la participación consciente y organizada del pueblo de México podrá revertirse este horrible estado de cosas, al menos en la parte de la Tierra que nos corresponde y, así, podremos sumarnos a la gran humanidad que busca el desarrollo mundial multipolar. Apurémonos, antes de que estos hombres monstruosos y sus cómplices nos conduzcan a un desfiladero de mortandad y dolor inauditos.


Escrito por Luis Miguel López Alanís

Periodista y escritor. Autor del libro “Ecos de los organizadores”.


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