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Tormenta perfecta del Covid-19 ¿En África?
Al imperialismo estadounidense solamente le interesan los recursos africanos, no las personas. El presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald John Trump, calificó al riquísimo continente como “hoyo jodido”.
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África, sistemáticamente expoliada por occidente, fragmentada étnica y territorialmente, con desarrollo desigual y añejos conflictos heredados por el colonialismo, enfrenta hoy la pandemia del nuevo coronavirus (Covid-19) con precarios y disfuncionales sistemas de salud. Los más de mil 300 millones de africanos de 54 países ven llegar la letal expansión del patógeno como la misma irrupción imperial con que invaden las corporaciones que extraen sus riquezas. África no es pobre, aunque la mayoría de sus habitantes vive en la pobreza; esta desigualdad se tradujo en privilegios para las élites y en carencias para las mayorías. A nadie conviene la infección masiva por Covid-19 entre los africanos, todos perderemos.

Solo por la expoliación de sus recursos en el lustro 2012-2017, los 48 países subsaharianos recibieron 261 mil millones de dólares (mdd) anuales del exterior; también recibieron “ayudas” y “donaciones” por 20 mil mdd. A cambio, el subsuelo de esos territorios aportó minerales y petróleo equivalentes a 500 mil mdd. Esta ecuación dispar, que suma la corrupción e inequidad, dejó al continente casi inerme para enfrentar al letal SARS-CoV2 (Covid-19), con millones de africanos atrapados en la pobreza.

En este momento, cuando el nuevo coronavirus llega a los pulmones de africanos de todo el continente, las multinacionales permanecen extrayendo oro, diamantes, uranio, coltán, petróleo, cacao, maderas preciosas (caoba, cedro). Todas manipulan el valor de esa extracción de riqueza para pagar menos impuestos y, con ello, deterioran aun más la infraestructura sanitaria de África.

En 2019, solo por explotación forestal, pesca, comercio de fauna en riesgo de extinción y flora silvestre ilegal, las corporaciones escatimaron al tesoro africano al menos 30 mil mdd. Por eso el subdesarrollo y dependencia en el riquísimo continente son palpables.

La acción multidimensional de las corporaciones trasnacionales y el poder político que ejercen las bases militares occidentales en el territorio africano son la fatídica combinación de la histórica fragmentación y disparidad entre subregiones y zonas de un mismo país.

Es por ello que la Unión Africana estima que, entre los peores efectos del Covid-19 está la eliminación de unos 20 millones de empleos. Este factor, asociado a la caída en el precio del petróleo y otros recursos naturales, desplomará el Producto Interno Bruto de la región.

Al imperialismo estadounidense solamente le interesan los recursos africanos, no las personas. El presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald John Trump, calificó al riquísimo continente como “hoyo jodido”. Esa ofensa, perpetrada en 2018, omitió que las trasnacionales mineras, energéticas, farmacéuticas y textiles gringas succionan vorazmente los tesoros del continente a costa de precarizar a millones de personas.

soldados

Esa expresión confirma que África no es comprensible para la superpotencia. El exasesor en Seguridad Nacional, John Bolton, propuso que cada política “que emprendamos y cada dólar de ayuda que gastemos ahí, será para obtener nuestras prioridades”. Tampoco lo hacen el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM), que se frotan las manos ante la emergencia sanitaria, pues vaticinan mayor deuda de los africanos.

El FMI anunció un préstamo “de alivio” por 109.5 mdd para Ruanda y con el BM endeudaron más a Somalia ante la llegada del virus. Donde unos ven una de las mayores crisis, otros ven de oportunidades de negocio, ironizó Rita Abrahamsen, del Centro para Estudios de Política Internacional de Canadá (CIPS).

Ante la crisis el 25 de marzo, ministros de economía africanos pidieron suavizar el pago de la deuda. En respuesta, el BM y el FMI los exhortaron a implementar políticas de libre mercado eliminando normas y subsidios. Para el líder de la campaña Cancelación de la Deuda, Tim Jones, “es ofensivo que esas instituciones usen la crisis para impulsar una ideología económica extrema cuando más se necesita la intervención del Estado” y pidió la moratoria para este año.

Guerra y virus

El periodista Richard Kaapuscinski describió así al continente: “en África se vive al día; al momento, cada día es un obstáculo difícil de superar, la imaginación no sobrepasa las 24 horas, no se hacen planes ni se acarician sueños”. Y hoy, en ese espacio sin planes, detener la propagación del Covid-19 es una carrera contra el tiempo.

A la frágil situación sanitaria de todos los países, se suman los conflictos armados. En esta segunda década del Siglo XXI, de 345 crisis interestatales 75 estaban en África y el 60 por ciento se relacionaba con la defensa de recursos naturales, advertía un informe de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de 2019.

Nigeria, Liberia, Sierra Leona, Angola, República Democrática del Congo (RDC) y Sudán viven enfrentamientos originados por la minería y la explotación petrolera. Expresiones como “curso del petróleo” y “diamantes de sangre” subrayan ese vínculo entre territorios ricos y población miserable.

En los primeros días del brote de Covid-19, el director del Comité Internacional de la Cruz Roja para África, Patrick Youssef, denunció que no había hospitales, médicos, máscaras ni respiradores; algunos intentan “tejer” mascarillas; se lavan las manos con agua turbia y no hay desinfectante.

Sudáfrica, el país más industrializado de África y de los más desiguales del planeta, tiene más infectados: tres mil 300 y 300 decesos. Sus élites enfrentan la infección en condiciones privilegiadas, en contraste con millones de pobres sin servicios médicos ni empleo, por lo que el presidente Cyril Ramaphosa ofreció aumentar la asistencia social.

africa

Ahí circula la peor información de la pandemia, acusan analistas. Muchos sudafricanos no creen cifras oficiales y confían en redes sociales, donde abunda la información falsa. Para evitarla, el 19 de marzo, el gobierno amagó con aplicar sanciones de hasta seis semanas de prisión a los responsables de difundirlas.

En número de casos siguen a ese país: Argelia, con dos mil 718 confirmados; y Camerún, con mil 163. Los que tienen cifras menores son Sudán del Sur, Santo Tomé y Príncipe, Burundi y Mauritania, según el diario Vanguard.

Nigeria, el país más populoso y rico en petróleo, fue donde se registró la primera infección confirmada. El paciente cero era un empresario italiano y los ciudadanos, desesperados, exigían castigarlo. Abundan las teorías de conspiración que, a su vez, contribuyen a la desconfianza hacia el gobierno, a quien acusan de malos manejos en la ayuda internacional; el Jefe de Gabinete ordenó el cierre de fronteras el 25 de marzo y hace días murió contagiado.

En Kenia se aplicó la polémica ley contra el cibercrimen de 2018 para detener a quien comparta información engañosa, como es el caso del popular bloguero Robert Alai. El virólogo Jean Jacques Muyembe afirma que las noticias falsas son navajas de doble filo e instrumentos peligrosos en periodos como el actual, por lo que concluye: “Cada epidemia dispara otra epidemia de falsos rumores”.

Lento, pero letal

Hasta el 21 de abril, África superaba los 23 mil casos, con mil 128 fallecidos en 52 países, cifras relativamente bajas comparadas con otros continentes. El jefe de Virología del Instituto Pasteur de Senegal, doctor Ousmane Faye, negó que se deba a la alta temperatura regional o a la juventud de la población; atribuyó el lento avance, en parte al enorme esfuerzo para la detección precoz y la sensibilización de la población.

La OMS ofreció repartir más de un millón de pruebas para confirmar casos. Pronósticos del Imperial College de Londres prevén entre 300 mil y 3.3 millones de muertes y más contagios, incluso con intenso distanciamiento social. La Comisión de la ONU para África cifró su escenario de contagio en más de 122 millones de personas.

A este panorama se suma otro gran peligro: la desinformación y la apatía, producto ésta de la profunda desconfianza ciudadana hacia los gobiernos.

Níger, uno de los diez países más pobres, aunque posee oro, hierro, uranio, carbón y petróleo, ilustra lo que sucede en África: subdesarrrollo generalizado y bienestar de grupos privados. En Mali, años de conflictos destruyeron el 93 por ciento de los centros de salud de la región norte.

En Ghana, el presidente Nana Akufo-Addo suspendió la permanencia en casa, que dictó tres semanas atrás y explicó que el levantamiento pretende “ampliar el rastreo de los contagios”. En Burkina Faso hay más de 300 casos y Uganda, afectada por terribles inundaciones, no logra dar sustento a su población que vive de la agricultura. Para ellos, que viven al día, la cuarentena significa más pobreza.

personas

En la República Democrática del Congo (RDC) se da lo que especialistas llaman “una navaja de doble filo”. La nación produce el estratégico coltán y vive cíclicos conflictos. Su clase media acusa al gobierno por haber cambiado de estrategia contra la pandemia y no controlar la especulación de precios, además de hostigar al personal de salud.

Precaria defensa

Tedros Adhanom Ghebreyesus, director de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advirtió, ante la relativa lenta dispersión del virus en África, que esa ventana se reduce cada día y que el continente debería preparase para “lo peor”. Así como el SARS llegó en 2002 y la influenza AH1N1 lo hizo en 2009, también llegó el nuevo coronavirus SARS-CoV2.

Pese a la urgencia, el médico etíope respondió así al racismo de dos médicos franceses que llamaban a probar antígenos en países africanos: “África no puede ser campo de pruebas para ningún experimento”.

Algunos Estados pudieron prepararse, capacitar al personal médico y recibir conocimientos y equipos. Hoy, casi todos tienen forma de detectar síntomas y contagios. Sin embargo, no se desdeña que la tasa de contagio y letalidad del Covid-19 sea mayor a la gripe estacional, por lo que se adoptan medidas urgentes para evitar un “desastre inminente” que derivaría en “brutal tormenta”.

El mayor riesgo está en África subsahariana (300 millones viven sin agua), países vecinos al Mediterráneo oriental y Asia. El depredador legado colonial y neocolonial de occidente los privó de un sistema de salud. La pandemia llega a un escenario que sería su mejor caldo de cultivo.

En África, menos de la mitad de la población tiene servicios médicos y no todos sus hospitales y clínicas son operativos; apenas el tres por ciento cuentan con personal y solo el 17 por ciento de la infraestructura es viable. Hay poca producción de alimentos, millones se desplazan a causa de los conflictos, cíclicos brotes de sarampión y endemias de malaria, VIH-SIDA y tuberculosis. Este es el riesgo mayor, alerta la experta Elena Gómez Díaz del Instituto de Salud Carlos III.

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Para paliar esta vulnerabilidad, la mayoría de los países realiza pruebas de detección, ha bloqueado o limitado el tráfico aéreo y terrestre fronterizo e impuso distanciamiento social o cuarentena. Pero eso es inviable en el campo, del que más del 60 por ciento de la población obtiene sus alimentos. Es difícil aislar a metrópolis como El Cairo, Argel, Ciudad del Cabo, Marrakesh, Trípoli –en plena guerra interna– o Kenia, que tienen deficiente suministro de agua, ínfimo control de residuos y trazos urbanos que obligan a la cercanía física de las personas.

No obstante, las lecciones de otras epidemias servirán a África. Además de disfrutar de un gran bono demográfico con más jóvenes y menos adultos mayores, que supondría menor mortalidad por el Covid-19, aunque hay miles de personas con sistemas inmunológicos comprometidos por otras epidemias.

 Además que dos terceras partes de nuevos infectados por VIH-SIDA son africanos, el continente concentra los mayores casos de malaria, tuberculosis, neumonía y enfermedades tropicales sin atención. Tras el devastador ataque de ébola en Sierra Leona, que se asocia al fracaso de las campañas de vacunación infantil contra el sarampión y otros, evidenció que debe intensificarse la vacunación. Ante la negligencia de occidente, el ébola se frenó por el esfuerzo comunitario y las excepcionales brigadas médicas de Cuba que actuaron casi de inmediato.

Para hacer un diagnóstico y tratamiento temprano, la OMS pidió fumigar y distribuir mosquiteros. La Unión Africana, que agrupa a 40 países africanos, aumentó su capacidad de laboratorios de vigilancia y prevención y fortaleció el control en centros médicos con estrategias de comunicación y logística. El Plan de Respuesta Humanitaria Global Covid-19 de la ONU dio dos mil mdd a África.

El acecho de occidente

África  y sus recursos  son indispensables para el capitalismo corporativo. Hace más de un siglo que los africanos soportan la arbitraria presencia de EE. UU. (militar, política y financiera). En 2017, el gobierno de la potencia imperialista anunció que reduciría su presencia militar en 10 por ciento. Sin embargo, aseguró que mantendría su ayuda contra el “extremismo violento”, que atribuye al avance de China y Rusia en ese continente. Por ello diseñó un plan de contención: la Estrategia para África, un amasijo de incongruencias que redactó el ahora exasesor de Seguridad Nacional, John Bolton. En lenguaje similar al de la Guerra Fría, Bolton había asegurado antes que China y Rusia son sus “competidoras, por pretender expandir su influencia financiera y política” en el continente.

En su guerra geopolítica con China, Trump calificó a las inversiones chinas en África como “deliberadas y agresivas”; en particular, la construcción del tren de alta velocidad. Sostuvo que compiten “de forma opaca, truculenta y con acuerdos opacos usando estratégicamente la deuda” para ganarse a los Estados. Y estimó que las acciones “depredadoras” de Beijing rompen el “balance de poder”. La diplomacia rusa en África también inquieta a EE. UU. Este año, el Kremlin logró acuerdos de intercambio de granos y armas con varios gobiernos por 12.5 mil mdd. Esa buena relación de sus tradicionales aliados con Moscú encendió las alertas en Washington.  A diferencia de occidente, que obliga a los Estados deudores a capitular, humillados con una deuda onerosa, en octubre, Rusia perdonó más de 20 mil mdd a países africanos y ofreció duplicar su cooperación económica en el futuro cercano. En febrero pasado, numerosos Estados del continente aceptaron el plan Átomo Pacífico, del Kremlin, para desarrollar la energía nuclear.

Para mantener su presencia, influencia y poder en África, EE. UU. creó el AFRICOM, una fuerza militar nacida en 2007, en pleno delirio antiterrorista de George Walker Bush. Su objetivo secreto era garantizar el abasto de crudo y gas en África, asumir el control desde Costa de Marfil hasta Angola con el pretexto de evitar el radicalismo islámico para así  frenar toda lucha antihegemónica y la defensa de los recursos energéticos.  El pasado 22 de febrero, las alertas se encendieron cuando la Unión Africana anunció que el brote de Covid-19 llegaría al continente. Por ello, AFRICOM canceló el mayor ejercicio denominado León Africano, planeado entre el 20 de marzo y el cuatro de abril con países africanos y seis naciones europeas. Pese a ello, el siete de abril, el comandante Stephen Townsend anunció que fue abatido Jusuf Jlis, cofundador del “grupo terrorista” Al Shabaab, durante un bombardeo en Somalia. Otra buena noticia para África fue la suspensión indefinida de la misión de entrenamiento contraterrorista de la Unión Europea en Mali, cuando miembros de su equipo dieron positivo al Covid-19 en el cuartel de Bamako.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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