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    Quedarse en casa, pero sin alimento ni apoyo oficial
La negligencia del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha desenmascarado la incapacidad política y administrativa.
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La recomendación de quedarse en casa es una necesidad. La amenaza del coronavirus (Covid-19) es altamente peligrosa para la vida de los mexicanos. Es necesario entender que su grado de transmisión es muy alta con el contacto personal: un simple saludo, una tos, un estornudo, un viaje en grupo o una conglomeración. Al regresar al hogar, el contagio se da y se multiplica. Sus principales víctimas, como en cualquier otra enfermedad, son los más débiles: los adultos mayores, los diabéticos, los obesos y los hipertensos. El virus ataca al sistema respiratorio, puede causar neumonía y provocar la muerte. Si el sistema inmune o las “defensas” del huésped son bajas, se ensaña con letalidad. 

La Covid-19 ha mostrado ferocidad. En naciones poderosas como Estados Unidos (EE. UU.), España e Italia, el número de infectados y muertos ha crecido de manera exponencial y en país como el nuestro, en cuyos hospitales hay desastre sanitario y se ocultan las cifras reales de afectados, la pandemia puede ser mayor. La estadística oficial dice que por cada persona infectada hay nueve más en promedio.

El llamado de #¡Quédate en casa! es la primera recomendación para evitar la expansión del Covid-19. Sin embargo, en un país donde el 73 por ciento de la población vive en la pobreza (91 millones de personas) y el 60 por ciento de los trabajadores labora en la informalidad, esa medida es más peligrosa que el mismo coronavirus. Millones de familias se han quedado sin ingresos salariales, no tienen ahorros, no cuentan con un sistema de seguridad social que les garantice atención médica y hospitalaria, mucho menos alimentación, pese a que ésta es un derecho constitucional.

A diferencia de países como China y Rusia, donde los gobernantes están tomando medidas responsables para que su población sea afectada lo menos posible, en México la negligencia del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha desenmascarado la incapacidad política y administrativa del gobierno de la “Cuarta Transformación” (4T) y lo ha colocado cada día más lejos de cumplir con su eslogan de campaña “primero los pobres”.

Los hospitales públicos no están dotados con los equipos indispensables para proteger al personal médico, ni para atender con eficiencia a los pacientes y no cuentan con las pruebas suficientes para medir y rastrear el número de contagios. Por ello el nueve por ciento de los infectados pertenece al sector médico.

Entre los mexicanos que más están padeciendo la pandemia se hallan los millones de desempleados urbanos y rurales que viven al día y que han sido dejados a su suerte porque no existe un plan nacional que garantice su alimentación, su atención médica emergente ni la dotación de servicios básicos como la luz y el agua potable.

Pero lo peor de esta situación no parece haber llegado aún, especialmente en el ámbito de la economía nacional. Aún antes de la irrupción del Covid-19, México mostraba indicadores críticos: crecimiento del 0.01 por ciento en el producto interno bruto (PIB); falta de inversión pública en áreas de mayor impacto social –como el mismo sistema de salud– y el desperdicio de ingentes recursos financieros en obras faraónicas como la refinería de Dos Bocas, el Tren Maya y el aeropuerto de Santa Lucía, dinero que debería ser asignado para cubrir los gastos de la contingencia sanitaria. Es decir, el país no  cuenta con una administración pública que atienda la problemática social de sus habitantes y que tenga la formación humanista adecuada para atender la crisis que estamos padeciendo.

El Gobierno Federal debería considerar las recomendaciones de organismos internacionales como la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) que le sugirió respaldar a la planta productiva con medidas fiscales y créditos que le permitan sobrevivir y, sobre todo, que apoye a la población más pobre con recursos directos y que cree un plan nacional de alimentación que, coordinado con otros órdenes de gobierno y el Ejército Mexicano, distribuya despensas alimentarias en todos los rincones del país, pues de lo contrario sobrevendrá inevitablemente un desastre nacional.


Escrito por Daría Hernández

Columnista


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