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Taiwán: moneda de cambio imperial
La isla es una pieza clave en el juego geoestratégico de Washington en Asia para evitar que Beijing logre su integración territorial. Ahora EE.UU., en el llamado Indopacífico, alega bravatas de China contra la seguridad de Taiwán.
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Durante 73 años, la población de Taiwán ha vivido atrapada entre los intereses geopolíticos de dos superpotencias: Estados Unidos (EE. UU.) y la República Popular de China (RPCh). Esa isla es una pieza clave en el juego geoestratégico de Washington en Asia para evitar que Beijing logre su integración territorial. Así como EE. UU. invoca una supuesta amenaza de Rusia contra Ucrania, en el llamado Indopacífico alega bravatas de China contra la seguridad de Taiwán. En el corto plazo no se avista un conflicto armado en esta región pese a las reyertas, debido a la estrecha interdependencia económico-tecnológica de los tres actores en esa cuestión.

Taiwán es un territorio insular de importancia estratégica para Occidente y la RPCh, de la que dista solo 180 kilómetros al otro lado del canal que la separa de la China continental. Su capital, Taipei, está frente a la ciudad Fuzhuo y forma la “primera cadena de islas”, según la denominó el Secretario de Estado estadounidense, John Foster Dulles, en la estrategia defensiva del imperio.

Durante la Guerra Fría, Taiwán desempeñó el rol de guardián y cerco marítimo contra China y contra Rusia en el Pacífico. Ha sido, por tanto, piedra angular de la geopolítica de EE. UU. en la región y recientemente cobró mayor importancia en el fortalecimiento del esquema de seguridad occidental en Asia Pacífico.

 

El escudo de silicio

 

Para impulsar su “supervivenciaˮ, Taiwán explota a su favor el llamado “escudo de silicioˮ, denominado así por el periodista Craig Addison para explicar que la isla es el primer fabricante mundial de chips semiconductores avanzados. Con esta capacidad, Taipei despliega políticas de exportación o cierra cadenas de distribución para, supuestamente, disuadir eventuales acciones militares de Beijing.

Y es que China, como industria global, requiere esos artefactos ultraespecializados llamados chips o semiconductores, manufacturados con circuitos integrados a partir de silicio, que salen de las empresas taiwanesas. En la era de la tecnología de inteligencia artificial, Taiwán es referencia global en la producción de esos circuitos para fabricar equipos médicos de alta sofisticación, aviones de combate, celdas solares, videojuegos y otros sistemas.

Hoy, el concepto “escudo de silicioˮ tiene un significado similar a lo que en la Guerra Fría representó la sigla MAD (Destrucción Mutua Asegurada) que invocaba la capacidad de causar daños recíprocos para los actores y sus aliados.

Ese escudo evitaría un conflicto militar, pues atacar a Taiwán conllevaría costos muy altos a la parte contraria. Toda disrupción en la cadena global de suministros del silicio afectaría a la economía estadounidense y occidental en general.

Si China invadiera Taiwán, controlaría las fábricas de microprocesadores más avanzados del planeta y, lo más importante: EE. UU. perdería el control de las armas sofisticadas que ha vendido a Taipei.

China ya desarrolla tecnología para encabezar la producción de microprocesadores, como EE. UU., Europa y Japón. Sin embargo, hasta ahora no hay países autosuficientes en tecnología de semiconductores; la mayoría de sus diseños se hacen en EE. UU., las placas se fabrican en Taiwán y los chips se ensamblan y prueban en China y otros países asiáticos.

 

La recuperación de esta isla es imperiosa para consolidar el objetivo de reintegrar su territorio único en 2049, cuando celebrará el centenario de fundación de su Estado moderno. Para los estrategas del Partido Comunista Chino (PCCh) ha sido fundamental recobrar los territorios perdidos en el llamado “siglo de la humillación nacional” (1839-1949).

Fue así como en 1997 lograron la restitución de Hong Kong y, en 1999, Macao; ambos bajo el estatuto de las Regiones de Administración Especial, que otorga a esos territorios alto grado de autonomía con base en el modelo “un país y dos sistemas”.

Con respecto a Taiwán, las premisas que postula el presidente chino Xi Jinping son inmutables: Solo hay una China en el mundo; la isla es parte inalienable del territorio chino y el gobierno de la RPCh es el único legal.

 

 

Además sostiene que el principio de una sola China es la base política para las relaciones diplomáticas de China con otros países e insiste en que ningún Estado debe realizar intercambios oficiales de ningún tipo con autoridades de Taiwán.

 

Pérfido aliado

Durante décadas, EE. UU. ha exacerbado los ánimos en la región y el exterior inmediato con el argumento de una invasión de China a Taiwán. Expertos chinos intuyen que ésa es una estrategia psicológica para reducir toda resistencia de los sucesivos gobiernos taiwaneses a librarse de la dependencia de Washington.

Sin embargo, en siete décadas, EE. UU. ha sido el aliado pérfido de Taiwán, pues no juega limpio. Se ostenta como garante de la seguridad de la isla, a la que vende armas y “acompaña” en ejercicios militares que inquietan a la región, pero rehúye formalizar su relación a nivel diplomático al apelar a lo que llama “ambigüedad estratégica”.

Pese a esa ambigüedad, EE. UU. atiza la percepción de que Taiwán sufre acoso permanente de China. Lo hace a través de campañas mediáticas, en la academia, en foros internacionales con expertos, a modo y con funcionarios con experiencia en la región, cuyos discursos influyen ante los comités de inteligencia y defensa del congreso de esa nación.

Tal es el caso del almirante Philip Davidson, quien comanda las fuerzas en la región del Indopacífico; ante el Senado, Davidson planteó la idea –sin ofrecer evidencias– de que es factible un conflicto en el Estrecho de Taiwán. En mayo del año pasado, la portada en The Economist mostró, con una imagen de Taiwán en el centro del radar de un submarino, la frase: “el lugar más peligroso de la Tierra”.

A la par, el Departamento de Estado infiltró a sus analistas en medios electrónicos y think tanks (“tanques de pensamiento”) como el Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Internacionales) con el mismo falso mensaje: “Taiwán corre peligro por la amenaza china”.

Por su parte, el presidente estadounidense, Joseph Robinette Biden, manoseó la idea del conflicto armado justo cuando la tensión aumentaba. El 28 de octubre aseguró que su país defendería a Taiwán en caso de que lo agrediera “China continental”.

Hay que prestar atención a una situación: Washington se opone a los independentistas de la isla, pues teme un Estado libre en la región. Por ello, en la elección de 2020 difundió al Financial Times informes negativos del Partido Democrático Progresista y su candidata, la hoy presidenta Tsai Ing-wen.

Tras la reacción de Washington, ese partido proindependentista cesó de abordar el tema en su agenda, explica el analista Brian Hioe. Es más, en octubre de 2021, Ing-wen confirmó que Taiwán aloja tropas de EE. UU. y que unidades de élite entrenan al ejército local. Tsai aseguró que esos extranjeros protegen su “democracia” y se aseguran que Taiwán tenga “la libertad que se merece”.

Con intención de mostrar una situación al límite, el ministro de Defensa de Taiwán, Chiu Kuo-cheng, afirmó que la tensión entre la isla y China está en su peor momento en 40 años y no descartó un “ataque accidental” entre ambos. Con esa coartada, buques estadounidenses han fustigado a la RPCh en el estrecho, por lo que Beijing anunció que, si el Pentágono instala una base en la isla, lo considerará un acto de guerra.

 

 

A China no le incomodan los independentistas, porque se alinearían a su lado. En 2019, el taiwanés Terru Gou, propietario de Foxconn, la empresa que fabrica productos de Apple, se postuló como precandidato del Partido Kuomintang, claramente prochino.

Occidente interpretó esta postulación como un acto de Beijing para atraer a los taiwaneses, pero Gou perdió las primarias. En los pasados meses ha escalado la discrepancia a pesar de que, en el Congreso del PCCh, el presidente Xi Jinping, invitó a la presidenta de Taiwán a establecer un acercamiento pacífico.

 

Moneda de cambio

El significado estratégico de Taiwán ayuda a saber el trasfondo de la discrepancia entre EE. UU. y la RPCh. La isla tiene 35 mil 980 kilómetros cuadrados (superficie similar a la de Puebla), se sitúa en el sureste de China y fue el patrón de las dictaduras de derecha que durante la Guerra Fría respaldó a EE. UU. para “combatir” al comunismo y ahora como territorio de contención contra China.

Tras las llamadas “décadas del terror blanco” en la guerra civil china, el PCCh derrotó al Partido Nacionalista Chino (KMT o Kuomintang). Obligado a refugiarse en Taiwán, Chiang Kai-shek, y más tarde su hijo Chiang Ching-kuo, impusieron en esa isla el régimen autoritario. Fue entonces cuando Occidente los adoptó.

Pese a ese respaldo tácito, los sucesivos gobiernos taiwaneses no han logrado obtener el reconocimiento de los organismos internacionales, por lo que solo mantiene relaciones con 15 países. Esa pérdida de aliados aumenta pues, en diciembre pasado, Nicaragua rompió sus vínculos con Taipei e inició su relación con Beijing.

 En el juego estratégico que libra Washington contra Beijing, el miedo de sus 23 millones de habitantes a una supuesta invasión de China ha sido el eje de la vida cotidiana, de ahí que la mayoría de hombres posea entrenamiento militar.

Esa paranoia tiene como límite la certeza de que un conflicto armado acarrearía una crisis internacional que a nadie conviene en la región, pues la economía de Taiwán depende de su rol como proveedor de alta tecnología en la integración internacional económico-industrial contemporánea.

 

Troya en México

 

73 años de relaciones cruzadas

 

1949. Disputa entre RPCh y Taiwán.

1997. Hong Kong (colonia británica) se reintegra a China.

1979. James Carter establece relaciones con la RPCh y corta vínculos con Taiwán. Sin embargo, el Congreso de EE. UU. aprueba la venta de armas “defensivasˮ a la isla.

1996. William Clinton ordena vigilar los ejercicios militares de la RPCh desde portaaviones.

1999. Macao (colonia portuguesa) se reintegra a China.

2001. George W. Bush afirma que “hará lo necesarioˮ para proteger a Taiwán.

2000-2008. Etapa crítica con Taiwán.

2005. Ley antisecesión del PCCh que reivindica posibles “medidas no pacíficasˮ contra Taiwán si intenta separarse.

2016. Donald J. Trump estrecha nexos militares con la isla y autoriza venta de armas avanzadas.

2018. Xi Jinping afirma: “Estamos dispuestos a compartir las posibilidades del continente con nuestros compatriotas taiwaneses, a mejorar su bienestar y a avanzar en el proceso de reunificación pacífica de Chinaˮ.

Junio 2021. Senadores de EE. UU. llegan a Taiwán a bordo de un Boeing C-17 y donan vacunas contra el Covid-19. Esa visita, en un avión de alta tecnología militar, fue para China una provocación de la Casa Blanca.

28 de octubre. Por primera vez, Taiwán acepta que EE. UU. tiene presencia militar. Beijing se opone a esa situación que lleva varias décadas.

2049. Centenario de la RPCh: fecha límite para la reunificación total de China.

 

Para romper su creciente aislamiento internacional, Taiwán se presenta como “aliado confiable” para México en una estrategia de caballo de Troya. Aunque no existen relaciones diplomáticas entre ambos gobiernos, los representantes de la isla despliegan una articulada campaña para atraer simpatías en nuestro país.

 En conferencia virtual del pasado noviembre, el viceministro de Relaciones Exteriores taiwanés, Alexander Tah-Ray yui, declaró ante quienes lo escucharon que su país goza de una democracia “vibrante” y una economía abierta. Pidió extender comercio e inversiones en México y que nuestro gobierno no les exija visa previa a turistas y empresarios taiwaneses, pues tienen visa de acceso libre a EE. UU.

Taiwán tiene en México una Oficina Económica y Cultural a cargo de Armando Cheng, muy activo en círculos legislativos y empresariales, con quienes gestiona apoyos para ingresar al Acuerdo Integral y Progresista de la Asociación Transpacífico (TIPAT).

El 21 de enero de 2021, Armando Cheng habló en la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) sobre economía global, e instó a dueños de pequeñas y medianas empresas (pymes) e incubadoras de nuevos negocios en México a estrechar relaciones con Taiwán. Otra prioridad en su agenda ha sido fortalecer vínculos con la élite política del Bajío.

El 16 de noviembre de 2020, Cheng donó, al diputado del Partido Acción Nacional (PAN), Carlos Elhier Cinta, equipos celulares para 60 estudiantes de bajos recursos de la escuela primaria pública Jaime Torres Bodet de León, Guanajuato.

Meses antes, Taiwán “benefició a más de 500 familias de esa misma zona” con alimentos no perecederos, cita el órgano de esa representación que, además, asegura que en México funcionan unas 300 firmas de su país.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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