Cargando, por favor espere...
Nació el 21 de septiembre de 1895 en el aún Imperio ruso. Estudió en escuelas religiosas, donde empezó a escribir sus primeros poemas, además de ser ávido lector de Pushkin, Mijaíl Lérmontov y otros poetas. Formó parte del Grupo de los Imaginistas, movimiento nacido a partir de la publicación de su primer poema, Transfiguración, en 1918.
A principios de la Primera Guerra Mundial se mudó a Petrogrado y entró en la Universidad Popular de Shaniavski, lo que provocó un cambio definitivo en su vida literaria. Junto a sus amigos publicó el diario El amigo del pueblo, vetado por el zarismo pero que le hizo entrar a otros círculos literarios y pronto fue reconocido por Gorki como exponente de la intelectualidad campesina.
Apoyó el triunfo de la Revolución Rusa y escribió varios poemas celebrando este acontecimiento, aunque no militó con los bolcheviques; en varios poemas, entre ellos, Inonia expuso que la Revolución llevaría a Rusia el reinado del mujik, el paraíso terrestre aldeano. Escribió un manifiesto donde se propuso explicar el arte y el universo poético en el ensayo Las llaves de María y en el artículo Arte y vivencia, ahí sentó las bases del “imaginismo ruso”. Según éste, el arte está basado en imágenes y es la plasticidad de dichas imágenes la que constituye la clave del arte popular ruso.
Mantuvo una relación tormentosa con la bailarina Isadora Duncan, cuyo romance fue seguido por la prensa nacional; tras su divorcio, tuvo varias relaciones que no duraron. El 27 de diciembre de 1925 se suicidió en su habitación de hotel en Leningrado.
CONFESION DE UN GOLFO
No todos saben cantar,
no todos saben ser manzana
y caer a los pies de otro.
Ésta es la suprema
confesión de un granuja.
Ando intencionalmente despeinado,
con la cabeza como una lámpara a petróleo.
Me gusta alumbrar en las tinieblas
el otoño sin hojas de vuestros espíritus.
me gusta que las piedras de los insultos
caigan sobre mí como granizo vomitado por la tormenta.
Entonces es cuando aprieto con más fuerza
el globo oscilante de mi cabezota.
Con qué nitidez recuerdo entonces
la laguna cubierta de hierba y la voz ronca del aliso
y que en algún lugar viven mi padre y mi madre.
Mis versos les importan un comino,
pero me quieren como a un campo,
como a la carne de su carne,
como a la buena lluvia
que en primavera ayuda a salir a los brotes.
Ellos les clavarían a ustedes sus horquetas
cada vez que me lanzan una injuria.
¡Pobres, pobres campesinos!
Seguramente están viejos y feos
y siguen temiendo a Dios y a los espíritus del pantano.
¡Si sólo pudieran comprender
que su hijo
es el mejor poeta de Rusia!
¿Acaso sus corazones no temían por él
cuando se mojaba los pies en los charcos del otoño?
Ahora anda de sombrero de copa
y con zapatos de charol.
Pero con el mismo espíritu juguetón de antes.
De aldeano travieso.
Desde lejos saluda con una gran reverencia
a las vacas pintadas en los letreros de las carnicerías.
Y cuando se cruza con los coches de la plaza,
el olor del estiércol lo remonta a los campos de su tierra
y está dispuesto a sostener en el aire la cola de cada caballo
como si fuese la cola de un traje de novia.
Amo mi tierra.
¿La amo con locura!
Aunque sobre ella caiga toda la tristeza y el moho de los sauces.
Gozo con los hocicos inmundos de los cerdos
y con las notas estridentes de los sapos en el silencio nocturno.
Estoy enfermo de los recuerdos de infancia,
sueño con la niebla y con la humedad de las tardes de abril,
cuando nuestro arce se puso en cuclillas
para calentarse los huesos en la hoguera del crepúsculo.
¡Trepando de rama en rama,
cuántos huevos no robé de los nidos de las cornejas!
¿Seguirá siendo el mismo de antes, con su copa verde?
¿Tendrá todavía la corteza tan dura?
¿Y tú, mi querido perro fiel overo?
La vejez te ha puesto gruñón y ciego
y vas de un lado a otro del patio
arrastrando tu cola caída.
Tu nariz no distingue ya el establo de la casa.
Cuánto no significan para mí
nuestras pillerías de antaño
Cuando le robaba pan a mi madre
Y lo comíamos entre los dos,
mordiéndolo por turno
sin sentir repugnancia.
Soy siempre el mismo,
mi corazón es siempre el mismo.
Los ojos florecen en el rostro como los azulíes en el trigo.
Y yo extiendo las esteras doradas de mis versos;
quiero decirles a ustedes
mis palabras más tiernas.
¡Buenas noches a todos!
¡Buenas noches!
Rozando por última vez la hierba del crepúsculo
ha enmudecido la guadaña de la aurora.
Y siento unas ganas locas
de mear a la luna desde la ventana.
¡Luz azul, en este azul profundo
ni siquiera la muerte me importa!
¡Qué importa que yo parezca un cínico
con un farol colgando del trasero!
Viejo, buen y supercabalgado Pegaso,
¿qué falta me hace a mí tu trote blandengue?
Yo he venido como un severo maestro
a cantar y a ensalzar a las ratas.
Como agosto, vierte
mi cabeza el vino espumoso de mis cabellos.
Yo quiero ser ese amarillo
que nos lleva al país que navegamos.
EL CANTO DE LA PERRA
Al alba, en el granero del centeno,
en un montón de áureas arpilleras,
parió la perra siete cachorrillos,
siete cachorros de color canela.
Estuvo todo el día acariciándolos,
les alisaba el pelo con la lengua,
y chorreaba nieve derretida
bajo su vientre de tibieza.
Y al caer la noche, cuando las gallinas
estercolan su pértiga,
apareció con mala cara el amo
y a los siete metió en una talega.
A la carrera por los ventisqueros,
sin perderlo de vista lo seguía.
La tersa faz del agua sin helar
un estremecimiento recorría.
Y cuando se arrastraba de regreso,
lamiéndose el sudor de las costillas,
creyó ver en la luna sobre el chozo
a una de sus crías.
Al cielo azul oscuro la mirada
levantaba, llamando y aullando,
pero la luna huía, adelgazada,
y se ocultó en un cerro por los campos.
Y mudamente, como cuando alguno
por ganas de jugar le tiraba una piedra,
lágrimas en la nieve como estrellas de oro
cayeron de los ojos de la perra.
UNA LUNA VAGA Y ENFERMIZA…
Un dolor de llanuras sin fin
y una luna vaga y enfermiza,
fue lo que vi en mi loca juventud,
lo que queriendo tanto, maldecía.
Por los caminos, sauces marchitos
y el canto de las ruedas de los carros.
Yo por nada del mundo quisiera
volver otra vez a escucharlos.
Las chozas ya no me conmueven,
el fuego del hogar he aborrecido,
y al manzano, de nieve en abril,
viendo el campo yermo, le perdí el cariño.
Ahora en otras cosas pongo mi esperanza.
A la claridad de esta luna tísica,
a través de la piedra y del acero,
veo el renacer de la tierra mía.
¡Rusia campesina, basta de arrastrarse
con viejos arados por todos los campos!
Cuando te contemplan olmos y abedules,
al verte tan pobre, se ahogan en llanto.
No sé qué luz nueva me traerá el destino;
aún está por ver qué valgo en la vida.
Sin embargo, ansío ver como de acero
a esta tierra mía, tan triste y tan mísera.
Cuando siento rugir a los motores
entre la nieve y las tormentas,
yo por nada del mundo querría
volver a escuchar las carretas.
En la década de 1960 estudió Literatura en Estados Unidos, donde reside actualmente.
En esta edición escogimos dos poemas para honrar la memoria del político y revolucionario aplicando la teoría a una acción práctica, más que loas y cantos, recordar a Lenin implica una constante labor por la liberación de los oprimidos del mundo.
Es una periodista, poetisa y activista de los Derechos Humanos nacida de ascendencia palestina. La mayoría de sus poemas reflejan el sufrimiento que viven los palestinos desde que el Estado de Israel ocupa ilegalmente su territorio.
Desempeñó un papel crucial en el desarrollo del movimiento literario conocido como “Shintaishi” o “nuevo Romanticismo”, que buscaba revitalizar la poesía japonesa a principios del Siglo XX.
En 1902, a causa de su inquietud literaria, dejó sus estudios y se trasladó a Tokio con la idea de independizarse como poeta, pero no halló el respaldo y bienestar económico que esperaba. En 1905, publicó su primer libro de poesía, "Anhelo".
"Decálogo del escritor", fruto de muchos años de periodismo, plantea de manera sucinta sus consejos para los jóvenes escritores: escribir al servicio de las masas, del elevado ideal de la Revolución, poniendo en juego todas las capacidades del autor en esta tarea.
Escritor autodidacta, su poesía, cuyo motivo central es la ocupación israelí, goza de gran popularidad especialmente entre los árabes-israelíes y en los territorios ocupados.
Es un antipoema que se adapta como un guante a la política actual.
De su primera recopilación de poemas La Tierra amarilla a su colección de poesía lírica Mirando el campo estrellado, mostró una gran variedad literaria: poemas, baladas, teatro y prosa.
En esta ocasión transcribimos fragmentos del Romance de Don Quijote de la Mancha (El último capítulo), obra del poeta yucateco José Peón Contreras (1843-1907).
En el Siglo XVIII, el poeta español Tomás de Iriarte (1750-1791) no se limitó a seguir la tradición clásica, circunscrita a reescribir a Esopo y Fedro.
Su cuarta recopilación, No queda mucho tiempo para amar fue un punto de inflexión en la carrera del poeta, como análisis de la aceptación de la vida, y las maravillas de la naturaleza.
Arístides Enrique José Roque Gandolfi Herrero es el nombre real de este escritor y revolucionario argentino; Álvaro Yunque es su nombre de batalla en las lides poéticas, desde donde combate “por la liberación económica del proletariado”.
Nacida en 1936, palestina de Nablus exiliada en Irak, donde se licencia. Entre sus obras más destacadas está Canciones palestinas, en cuyos versos se dirige al pueblo palestino y a la humanidad.
Una obra “cabal y desbordante, de inefable amor al terruño… este libro abarca no sólo las facetas histórica, legendaria y romántica de Yucatán, sino también el original ambiente propio de esta tierra, cálida y cordial, lo que le es inmutable”.
“Cambia el sistema o la humanidad entera está en riesgo”: análisis de Abentofail Pérez
¡Saquen las cobijas! SMN pronostica descenso de las temperaturas y fin de semana helado
Eliminar comida chatarra en escuelas no solucionará crisis de salud infantil: Educación con Rumbo
Estudiantes demandan acceso a una educación digna
Derrumba mina en Sinaloa, 5 personas están atrapadas
ONG´s demandan incrementar impuesto al alcohol para reducir consumo
Escrito por Redacción