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Ibrahim Nasrallah
Su obra ha sido interpretada por la crítica como una cartografía de la crisis del individuo árabe y un registro particular de la epopeya moderna palestina; ha cobrado la forma de voluminosas novelas que se reeditan año tras año.
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Nació y creció en un campo de refugiados palestinos de la capital de Jordania. Poeta y novelista, pintor y fotógrafo, trabajó como maestro en Arabia Saudí y como periodista entre 1978 y 1996, fecha esta última a partir de la cual se consagra a la escritura. El conjunto de su obra, compuesta por veintidós novelas, quince poemarios y dos ensayos sobre cine, ha sido interpretada por la crítica como una cartografía de la crisis del individuo árabe y un registro particular de la epopeya moderna palestina, a través de un minucioso recorrido por sus últimos doscientos cincuenta años, que ha cobrado la forma de voluminosas novelas que se reeditan año tras año. La suya es una de las voces más seguidas por los lectores jóvenes y una de las más premiadas del actual panorama literario árabe. En 1997 recibió el Premio Al Owais al conjunto de su obra poética y en 2018 el Booker de Ficción Árabe por La segunda guerra del perro. Junto a esta primera traducción al español, este año 2023 ve la luz la novela El tiempo de los caballos blancos.

 

EXTRANJEROS

¡Qué oscuros son!

¡Qué tontos son!

¡Qué cabreo tienen sus pequeñas mujeres!

¡Éstos han venido extranjeros!

Y han vuelto a sus casas extranjeros.

Así, se han sentado a pensar tranquilamente.

Los asientos.

Al atardecer.

 

RESIDENCIA

Un asiento

paseando

entre la gente,

y la gente en el autobús.

El asiento se alegrará igual que yo

cuando venga

y lo elija de entre muchos asientos

para que habite en él

una mujer impresionante.

 

ADVERTENCIA

Hay algunos asientos,

quizá no les gusten algunos poemas pegajosos

ni la riada de las charlas pesadas.

Prestad atención,

quizá van a tirar a los sentados.

A quienes se sienten encima de sus corazones,

los tirarán hasta el fondo del infierno

dentro de poco.

 

TRAMPA

Un asiento

va a invitar a mis pasos libres

a que descansen

para que él ande en mi lugar

y conozca el sabor del correr con el viento.

 

UN DESCANSO

Los asientos no se acuerdan de nada

pero se han sentado igual que nosotros,

aquí descansan

para contar las hojas de este otoño.

El otoño es amplio

y cuando llega la cuenta al cuarenta

el viento vendrá y volverá de todas partes,

se meterá con ellos y los desordenará.

Los asientos no se acuerdan de nada

pero se han sentado aquí igual que nosotros…

descansan.

 

SEPARACIÓN

Un asiento en el jardín

y un frío negro.

Un silencio inmenso ha caído

desde la altura del espacio,

llegando al sorprendido momento.

Estaban aquí los dos,

hace cinco minutos,

han hablado mucho

y no han dejado

más que el frío de dos manos en su pecho

y el llanto de una rosa marchita.

 

UN FIN

Unos asientos de piedra

en la arena.

Aquí... desde hace siglos

ha pasado por encima de ellos la oscuridad,

y han pasado épocas.

¡A cuántos reyes y emperadores vieron entronar

como si el tiempo no fuera a cambiar!

Eran unos asientos orgullosos de la seda

y de las nubes de perfume,

ahora sueñan con cualquier gente,

gritan...

lloran.

 

MUERTE

Los asientos se reirán

cuando los abandonemos

seguros de que estamos de acuerdo.

Los asientos

nos perseguirán para ver nuestro silencio

en las camas

o alrededor de las mesas.

 

La ausencia

¿Quién ama el invierno como tú?

¿Y se fascina con árboles que resisten al viento como tú?

¿Y quién como tú perfecciona la vida

con tan inocente gozo?

 

¡Dios!

Si tan sólo estuvieses ahora conmigo

lo he preparado todo

las castañas y el fuego,

he corrido las persianas

y alzado mi oración a la lluvia gitana

rogando que persista en su discordia

y sus ritos eternos.

 

¡Dios!

¡Si tan sólo estuvieses ahora a mi lado!

He preparado mis poemas

y recuperado mi mano

del combate de la calle

de los mercaderes

y los corredores

y los guardias,

y de una escarcha que a menudo ha intentado

escurrirte fuera de mi corazón

de balas que han pretendido repetidamente

tragar el anillo de tu voz

mientras comulga con los capullos

o enciendes el fuego.

 

¡Dios! Si hubieses estado conmigo

ya habríamos cantado nuestra canción

aquella que el viento casi desarraiga de mi voz

cada vez que la canto en soledad.


Escrito por Redacción


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