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Nació el 25 de enero de 1885 en una familia tradicional de vinicultores de la Provincia Fukuoka, al sur del Japón. Empezó a escribir poemas al estilo japonés (Tanka) a los dieciocho años. Cuando tenía veinte años se trasladó a la capital, Tokio, donde entró al departamento de letras inglesas de la Universidad de Waseda, aunque abandonó los estudios. Poco después se hizo miembro del grupo literario Shin-shi-sha (Grupo de la poesía nueva), colaborando para su revista Myodyo (El Lucero). Es uno de los primeros poetas japoneses que escribieron bajo la influencia baudelariana. En 1909 publicó su primer libro de poesía, Dyashumon (La Herejía), en el que expresa su marcada inclinación hacia el erotismo decadente y exotismo simbolistas.
Sin embargo, al igual que muchos otros poetas japoneses, Hakushu también atravesó por diversas tendencias poéticas: el sensualismo simbolista, romanticismo, naturalista muy a la japonesa, regionalismo japonés, el mundo transparente del shintoísmo, la meditación profunda del budismo, etc. Dejó una gran cantidad de obras: poesía, canciones infantiles, canciones populares, poemas en prosa, tankas, crónicas, crítica literaria y novelas.
Fue un personaje controversial por sus numerosas amantes, incluso fue arrestado por adulterio en 1912 y pasó dos semanas en la cárcel. A su retiro, viajó por todo Japón, China y Corea. En 1940 fue electo miembro de la Academia de las Artes de Japón. Falleció el dos de noviembre de 1942.
SEN RIKYU*
Sen Rikyu amaba el té
porque le complacía el espíritu del té.
Alma tranquila y noble del amanecer y del atardecer.
El humo era más amado aún que el té.
Mantener la sutileza en la apariencia
equivale a purificar el alma con sutileza.
Por eso Rikyu permanecía sentado
y le sonreía al sol tenue bajo el pabellón de té.
*Sen Rikyu: Fundador de la escuela Urasen-ke de la ceremonia del té.
PALMA DE LA MANO
En la palma de mi mano reluciente
está un Buda de Oro.
De mi alma reluciente
desapareció el Buda en un parpadeo.
Volteando la palma de mi mano reluciente
busqué al Buda todo el día.
IMPRESIÓN DEL CREPÚSCULO
Delicia de los besos... murmullos...
Mas la sangre invisible gotea en el cielo
como el rugido de una bestia herida y agonizante.
¿Por qué duele tanto?
Ah, el color de la melodía crepuscular,
el silencioso resplandor.
Delicia de los besos... murmullos...
FATIGA
Ay, beso que vas aumentando en violencia,
melodía carnal...
De esa manera, el rostro de una bestia, pálido, fatigado,
ahora me contempla, fugaz, tan fugazmente,
y del otro lado de la ventana turbia me maldice,
vacilando.
Oh, violín enloquecido que rechinas, oh, mis labios.
Un muro de arsénico quema mi cuerpo.
El sol de la tarde rebota en la pared.
Pinos
1
Al cruzar por el bosque de pinos
contemplé largamente los pinos
desolados.
Yo viajaba solo.
2
Al salir del bosque de pinos
me volví hacia el bosque de pinos.
Al entrar en el bosque de pinos
fui atraído por una pequeña senda.
3
En lo profundo del bosque de pinos
encontré otra senda. La tomé.
Lloviznaba. Había niebla.
Soplaba un viento montaraz.
4
Por la senda del bosque de pinos
yo viajaba y viajaban otros más.
La senda atraía dulcemente.
Caminábamos de prisa, desolados.
5
Al cruzar por el bosque de pinos
caminaba con pasos sigilosos, sin saber por qué.
Los pinos desolados murmuraban:
“pinos”.
6
Al salir del bosque de pinos
vi en la cumbre del Asama levantar el humo.
Vi en la cumbre del Asama levantar el humo.
Más allá de los pinos.
7
Llovía en el bosque de pinos.
Soledad, paz.
Solo el cuclillo cantaba.
Solo los pinos que se mojaban.
8
Oh, mundo, estabas triste.
Pero eras hermoso, pese a tu brevedad.
Las montañas y los ríos cantaban.
Por arriba de los pinos cabalgaba el viento.
Poema IV
La gota de leche
que había caído
sobre el esmalte rojo claro
de sus uñas
me hizo anhelar el pasado.
Poema VII
Qué triste es
El camino que el hombre debe tomar.
El camino a la prisión
El camino de guijarros por el que
cruje un vagón policial.
Primavera
Estamos en la primavera
y he pensado en las peonías
desde hace varios días.
¿Cuántos años han pasado
desde que mi vista falló?
Mar
La espuma azul
sobre el agua que
surge desaparece rápidamente de la vista.
Por un momento, las largas
plumas de un aguzanieves tocan
la espuma.
Yamato, donde nací,
es un buen lugar. Las nubes se elevan en los vientos del sur.
Debería volar allí una vez más.
Tsukushi. Ese nombre
trae recuerdos de los cambios de marea,
del color de la puesta de sol sobre la bahía.
Pero mis ojos están ciegos,
demasiado ciegos para discernir los nuevos brotes en las cañas,
o los peces atrapan, el sol brilla sobre el agua.
Sí, regresaré. Para las urracas,
ese cielo y el bosque de zumaque
me esperan. Una vez más.
Yanagawa. Sus hijos
han envejecido, se fueron a lugares distantes.
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Escrito por Redacción