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Ropajes y Revolución
La sucesión presidencial, según López Obrador, es la estrategia política estrella de la 4T, que recoge y supera el momento más revolucionario de la historia reciente del país, es decir, el cardenismo.
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“Este sexenio ya terminó”. Así lo han anunciado incluso los propios actores principales, protagonistas de esta puesta en escena. Dentro de unos meses comenzarán las rotativas a evaluar los éxitos y los fracasos de la actual administración y el crisol analítico será bastante variopinto y contradictorio. Algunos elevarán la administración del “humanismo mexicano” hasta la esfera de lo sagrado; otros más, se lamentarán por la oportunidad desperdiciada para ir más allá y por la imposibilidad de transformar este país; también habrá quien se solace en sus diagnósticos derrotistas recordándonos que siempre supieron y advirtieron que el lopezobradorismo nos llevaría al despeñadero y algunos tendremos la sensación de que este país sigue, en lo fundamental, igual que en 2018, sin que el viento de la “Cuarta Transformación” (4T) haya fisurado los cimientos incólumes del régimen instaurado en 1917.

Ahora todo se centrará en la cuestión de la sucesión presidencial y tendremos que prepararnos para un largo año de proselitismo, bombardeo electoral, intrigas, traiciones, alianzas y oportunismo político propio del juego electoral concurrente. En esto también ha fracasado la transformación. El mismo simulacro democrático, las mismas propuestas vacías, los mismos viejos políticos demagogos son un recordatorio de que este país sigue, en lo fundamental, igual que en 2018.

Pero no todos lo ven así. El realismo político y las correlaciones de fuerzas para constituir una mayoría que reformule el pacto social sobre el que descansa nuestro país parece que ha sido sustituido por fantasías. La sucesión presidencial, según ha hecho público el Presidente, es la estrategia política estrella de la 4T, es el acontecimiento que recoge y supera la experiencia histórica del momento más revolucionario de la historia reciente del país, es decir, el cardenismo.

Como decía Marx en El Dieciocho Brumario, “Cuando los vivos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en esas épocas de crisis revolucionarias es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con ese disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la escena en la nueva puesta en escena de la historia universal”.

El momento histórico encapsulado que la 4T reinauguró, fue el del General Lázaro Cárdenas del Río. Así, nuestros dirigentes han decidido tomar los ropajes y la puesta en escena del cardenismo, pero con una salvedad importante. Se ha decidido que no se cometerán los mismos errores de los dirigentes del pasado. El gran error del cardenismo fue lo relativo a su continuidad. A Cárdenas se le presentó la gran disyuntiva de qué hacer al final de su gobierno, que había padecido una gran inestabilidad política producto de la inconformidad de las clases poderosas del país que, desde la expropiación petrolera, la reforma agraria y la educación socialista se organizaron para impedir el derrotero que había elegido el caudal cardenista.

Por las presiones de las clases medias y altas que se habían apoderado progresivamente de la dirección del Partido y del Estado, Cárdenas soslayó la candidatura del revolucionario Francisco J. Múgica (héroe predilecto de AMLO), y se decantó por el moderado-conservador Manuel Ávila Camacho que, ante la incertidumbre generada por la radicalidad cardenista, para distanciarse y dejar las cosas claras, en su discurso inaugural tranquilizó a los inversionistas locales y extranjeros, puesto que el futuro de México se basaría en “la energía vital de la iniciativa privada”.

La pesadilla más grande para nuestro Presidente es que la dirigencia que le suceda rompa la continuidad de su mandato, tal como pasó con Lázaro cárdenas. Que otro Ávila Camacho impida el ascenso de otro J. Múgica. Pero 2024 no es 1940 y Lázaro Cárdenas está muerto.


Escrito por Aquiles Celis

Maestro en Historia por la UNAM. Especialista en movimientos estudiantiles y populares y en la historia del comunismo en el México contemporáneo.


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