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OTAN brazo armado de la neocolonización
Mientras desde el Sur Global se cimienta un nuevo orden multipolar antihegemónico, el imperialismo usa a la OTAN para impedirlo.
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En 76 años de existencia, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) ha invadido a 55 países y persiste en avanzar hacia Rusia, definida como “amenaza” y frenar a China. Con tal visión neocolonial, Estados Unidos (EE. UU.) impone a los miembros del bloque gastar en defensa cinco por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), que restará al desarrollo de sus ciudadanos. El armamentismo y la invasión resurgen en el horizonte.

Mientras desde el Sur Global se cimienta un nuevo orden multipolar antihegemónico, el imperialismo usa a la OTAN para impedirlo. EE. UU., líder de esa Alianza, le asignó dos objetivos: destruir a los países que no acatan su expansivo plan bélico-ideológico y absorber territorios para asentar su poder. 

La OTAN nunca fue una organización defensiva, justificó su existencia con esa premisa mientras contenía al socialismo; y tras la disolución de la Unión Soviética y el Pacto de Varsovia, buscó y creó nuevos enemigos. Así, concibió al islamismo y al narcotráfico como nuevas amenazas.

Por ello, entre 1991 y 2024, EE. UU. urdió operativos de ocupación delegados a la OTAN que atacó a Europa misma. Bombardeó a Yugoslavia, invadió a Irak, Afganistán, Siria, Yemen y Somalia. Hoy respalda el genocidio israelí en Palestina y da soporte logístico al sionismo en su irracional ataque a Irán. 

Esa alianza arrasó vidas, ciudades y prospectos de desarrollo; pero blindada por sus miembros anglo-europeos para no rendir cuentas, no indemniza a gobiernos cuya infraestructura destruye ni a víctimas de las masacres. Además, ya actúa fuera de su jurisdicción atlantista, como su ataque aéreo a Libia que arropó el asesinato de Muammar al-Gaddafi.

La expansión al este de la OTAN comenzó tras la disolución de la Unión Soviética. En 1999 sumó a la República Checa, Hungría y Polonia; luego integró a Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania y Eslovaquia, seguidas por Albania y Croacia. Más tarde se adhirieron Montenegro, Macedonia del Norte, Finlandia y Suecia.

Todos forman un cerco fuertemente armado alrededor de Rusia mientras EE. UU. y la OTAN incitaban a Ucrania a adherirse. Tras alentar la crisis con Moscú, enviaron materiales bélicos a Kiev por 46 mil 600 millones de dólares (mdd), de 76 mil 800 mdd destinados por el Congreso estadounidense entre 2022 y 2023. 

El verdadero objetivo de la Alianza y EE. UU. no ha sido respaldar a Volodymyr Zelenski, sino convertir a la exrepública soviética en el tercer país importador de armas en el mundo, pues alimentar el metabolismo de la guerra genera riqueza, describe el analista Roger Smith.

Paradójicamente, las armas de 22 países exportadas a Ucrania son financiadas por la Unión Europea (UE) mediante el Fondo Europeo para la Paz y la OTAN; e incluye armas químicas, minas personales y otros sistemas que afectan principalmente a civiles. El apuro surgió cuando la Alianza y EE. UU. se acabaron el excedente de munición que alimentaba el ciclo letal, señala Smith.

Sin embargo, aumentan las disidencias entre sus 32 miembros. El ejemplo es Turquía, que por años se opuso al ingreso de Suecia y Finlandia hasta que cedió el año pasado. Alega que Estocolmo apoya la violencia de kurdos contra Ankara, hecho negado por los suecos, apunta Natasha Turak.

Turquía en la OTAN representa una paradoja, pues es la única vía de contacto europeo con Rusia, tras la cascada de sanciones impuestas por Occidente entre 2014 y 2022. Ese bloque sabe que Turquía es un actor de gran importancia estratégica y muy poderoso militarmente, por lo que Bruselas le otorgó amplias satisfacciones para que aceptara la membresía de los dos estados nórdicos.

En 2017, la Alianza se perfiló hacia América Latina, en un opaco acuerdo con Juan Manuel Santos que la convirtió en “socio global” de Colombia para ser vigía “antiinsurgente” en la región. Esa es también la intención del pacto EE. UU.-Ecuador que busca reinstalar una base militar a cambio de la reelección de Daniel Noboa.

En su visión expansionista, la Alianza atlántica develó que “necesita” anexionarse Groenlandia. Su secretario general, Mark Rutte, señaló que la presencia de “actores estratégicos” en la región ártica hace necesaria la incorporación de tal isla que es territorio semiautónomo de Dinamarca, que se opone al destino manifiesto conferido por el imperialismo.

Contra Rusia y China

En sus 76 años de existencia, la OTAN tuvo muy pocos adversarios: la Unión Soviética, el terrorismo; ahora Rusia, su enemigo genético, y China a la que califica como amenaza potencial. El renovado acercamiento entre Beijing y Moscú, como del avance chino en Asia Central y el Mundo Árabe, representan un escenario que desafía a la ya vulnerable hegemonía estadounidense.

De ahí que las operaciones bélicas efectuadas por la Alianza durante las dos décadas pasadas fueron “cortinas de humo” para encubrir su expansión hacia el este europeo a las puertas de Rusia. EE. UU. con esa estrategia cooptó a los estados fronterizos de Rusia e instaló equipos bélicos y personal de asalto. 

Así, la OTAN penetró en seis países: los bálticos Lituania, Letonia y Estonia, así como Finlandia, Noruega y Polonia. Desde mayo de 2024, todos ellos conforman el “muro de drones” listo para atacar a Rusia.

Ese plan antirruso bien aceitado tuvo otro objetivo: seducir a las élites de Ucrania para integrarse a Occidente y a la OTAN, a cambio de renegar de su añeja dependencia rusa. De ahí la negativa a pagar su deuda al Kremlin y el creciente racismo contra la población rusa del Donbás encubierto por Washington.

Hoy que fracasa esa visión, se le imprimió un gran giro a la visión de la OTAN. Tradicionalmente centrada en la seguridad trasatlántica, ahora extendió su concepto estratégico hacia el Pacífico y Eurasia. Así se vio en la Cumbre de Madrid en 2022, ya que designó a China como desafío contra su seguridad, refiere Xulio Ríos. 

Conscientes del riesgo por verse involucrados en esa visión belicista, los pasados 25 y 26 de junio, Rusia y China articularon la Cumbre de Defensa de la Organización de Cooperación de Shanghai (OCS), celebrada en el puerto de Qingdao, China.

Horas después de que el Occidente Ampliado celebrara la Cumbre de la OTAN en La Haya, y a días del bombardeo estadounidense a instalaciones estratégicas de Irán, se reunían los ministros de Defensa de los 10 miembros de la OCS: China, Rusia, Irán, India, Pakistán, Bielorrusia, Kazajastán, Kirguistán, Tadjikistán y Uzbekistán.

El anfitrión y Ministro de Defensa de China, Don Jun, alertó a que se aceleren cambios imprevistos en un siglo y que el proteccionismo y los actos de intimidación de Occidente socavan la estabilidad global. Ante críticas de la OTAN, de que China realiza actos desestabilizadores en el Estrecho de Taiwán, Jun declaró que esa Alianza es producto de la Guerra Fría y ya pasó esa fase.

Que la UE pague 

Hoy, el mandato y ambiciones de la OTAN exceden su jurisdicción (el Atlántico Norte) y es el único bloque militar que representa una amenaza real para la paz global. Se creó ex profeso y ha sido funcional a los intereses de la cúpula dirigente estadounidense; ahí se produce la presión de Donald Trump para que los miembros incrementen su aportación (del dos al cinco por ciento de su PIB).

Es sabido que el dinero de una guerra va al Complejo Industrial Militar (CIM), de ahí el manifiesto conjunto de la Cumbre de La Haya que reafirma el compromiso de los miembros con el artículo cinco del Tratado de Washington que establece: “Un ataque contra uno es un ataque contra todos”. 

Tal supuesto considera a Rusia como amenaza de largo plazo para la seguridad euroatlántica. De ahí su idea de que el incremento en defensa garantizará la disposición de fuerzas, capacidades, recursos, infraestructura, preparación para la guerra.

Hoy, esa Europa a la que Trump insultó hasta el hartazgo y causó tal vulnerabilidad que la sometió por meses a gran presión para incrementar su gasto en defensa, hasta el grado de aceptar –sin evidencia– que Rusia representa una “amenaza”, advierte Oana Lungescu.

Pese a esa falsa visión, la OTAN no enfrenta ninguna amenaza real, sólo ficticia. De ahí que el debate sobre el presupuesto, que dominó la cumbre de La Haya, también propuso que la sumisa Europa siga rindiéndose a EE. UU.

Analistas, como Yasin Gundor, apuntan que, en materia de seguridad, la relación EE. UU.-Europa, si no está muerta, al menos está en terapia intensiva. Esa relación pasó de creciente cooperación y compromiso, a ser turbulenta e impredecible desde 2016; y Washington logró que sus miembros sacrifiquen su agenda de desarrollo para alimentar al CIM detrás de la OTAN.

Los europeos han decidido confiar en que, después de Ucrania, el entorno externo se mantendrá relativamente estable y ningún adversario aprovechará sus divisiones y prevalecerá la alianza trasatlántica, señala Jamie Shea.

Pese al discurso sobre la inseguridad, hay aliados que difícilmente alcanzan el dos por ciento de su PIB; y añadirle 1.5 por ciento resulta muy exigente, destaca la investigadora del Consejo Europeo, Camille Grand. 

Sin embargo, de 32 países, EE. UU. es el único cuyo gasto en defensa porcentual del PIB ha disminuido desde 2014. Su gasto defensivo pasó de 3.71 por ciento en 2014 al 3.38 por ciento en 2024, en dólares de 2015; ello representó 95 mil mdd, al pasar de 755 mil a 660 mil mdd. 

No todos los miembros tienen esa capacidad. En la última década, la mayoría ha realizado esfuerzos financieros adicionales (la endeudadísima Grecia y Reino Unido). Otros no alcanzaron el objetivo de Donald Trump sobre aumentar el gasto al cinco por ciento hasta 2035, como Croacia que, en 10 años, no incrementó su gasto defensivo de 1.81 por ciento del PIB.

El magnate-presidente quiere que, al menos 23 miembros, aumenten su gasto al cinco por ciento hasta 2035. Por ello, la Cumbre en La Haya giró en torno al dinero y no a Ucrania. Ahí, los miembros pactaron que alcanzarán la meta en una década, con disgusto de España y Eslovaquia, explican Peter Gowan y Karen Busler.

Detrás de esa exigencia presupuestaria está la necesidad del CIM por aumentar sus ganancias. Una vez terminadas las mega-operaciones bélicas de Irak y Afganistán, la industria armamentista estadounidense ha impuesto un incremento al gasto en defensa de dimensión nunca vista en la historia.

Los detractores del aumento subrayan que el punto no es el porcentaje de gasto, pues éste no garantiza la eficiencia de un sistema de seguridad y la defensa, sino el colosal beneficio de las corporaciones. 

CMI: mutua dependencia

El 17 de enero de 1961, el ex Comandante Supremo de las fuerzas aliadas en la Segunda Guerra Mundial y presidente Dwight Eisenhower se despedía de su cargo. Ahí advirtió sobre la creciente influencia de lo que denominó “el Complejo Militar-Industrial” en la política de su país y los peligros implícitos para la democracia. 

El CIM estadounidense doblegó a los gobiernos europeos, supuestamente más comprometidos con la defensa de derechos humanos, democracia y libertades, al imponerles ese compromiso en voz de Donald Trump y Mark Rutte, que ataca a las reivindicaciones históricas, pues frustrará la esperanza democrática y alentará el avance de la extrema derecha.

Emerge un nuevo CIM en EE. UU. que desplazó a firmas tradicionales y anuncia fuertes turbulencias políticas a corto plazo. La Fuerza Aérea eligió a los fabricantes de drones Anduril Industries y General Atomics para construir su avión de combate colaborativo (CCA) para misiones de alto riesgo. 

Tras derrotar a tres de los más poderosos contratistas bélicos: Boeing, Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics y Northrop Grumman, venderían al menos mil CCA en 30 mdd por ejemplar en una década y sería uno de los más costosos proyectos del Pentágono, explica el analista Michael T. Klare.

Anduril (nombre de la espada de Aragorn en la cinta El Señor de los Anillos) es una firma que usa inteligencia artificial en sus sistemas de armas, apoyado por inversionistas de Silicon Valley. Y como ésta, emergen nuevas firmas tecnológicas que ahora atraen los contratos del Pentágono y paulatinamente de la OTAN.

Son corporaciones que dependen del financiamiento público y tienen gran influencia en políticas que benefician sus intereses. Las firmas de servicios como KBR, Dyncorp y Blackwater (ahora Academi) y empresas de seguridad asumen tareas que antes realizaban los Ejércitos, como logística, construcción de bases, capacitación, mantenimiento e intérpretes con personal.

Por eso, el internacionalista Gilber Achcar afirma que Trump busca complacer al CIM estadounidense, pues cuando exige a Europa incrementar su presupuesto, actúa como representante de ventas de ese ente.

Como agente de ventas de las corporaciones armamentistas, vimos al neoyorquino en su segunda presidencia emprender su primer viaje internacional hacia Arabia Saudita donde, el 14 de mayo, firmó el mayor acuerdo de venta de armas en la historia de ambos países por 600 mil mdd.

Con Emiratos Árabes Unidos, Trump pactó una venta de armas por mil 400 mdd que incluye helicópteros Chinook y aviones de combate F-16. Y con Qatar, que alberga la mayor base de EE. UU., el magnate concretó la venta de 160 aviones Boeing para su línea aérea.

Por ello no sobra la frase de Mark Rutte: “¡Compren más armas de EE. UU.!”. 

 

 

Operaciones de Falsa Bandera

Con oscuros fines políticos, gobiernos, corporaciones y organizaciones diseñan operaciones encubiertas que simulan ser obra de otras entidades. Expertas en crearlas son la estadounidense Agencia Central de Inteligencia (CIA) y la israelí Mossad, por lo que no se descarta un escenario de falso ataque ruso/iraní/chino contra la OTAN.

Ese despropósito de un improbable ataque ruso a la OTAN flota en el ánimo de los estrategas occidentales reunidos en La Haya; que deslizan la versión de que el Kremlin invadirá a un país de la primera línea de la OTAN (Letonia, Estonia o Lituania).

Medios estadounidenses atribuyen la idea al “respetado exgeneral” David Petraeus (protagonista de un escándalo sexual que terminó su carrera en 2012) quien afirma que el ataque ruso no será pronto, pues aún combate en Ucrania; pero que podría incursionar en un país del Báltico para provocar a Occidente.

Tal hipótesis es útil a la OTAN para oxigenar su rusofobia. Por ello, en “informes” y falsos “análisis”, difunde que Moscú utiliza operaciones híbridas (falsas banderas, incidentes simulados y desinformación) para lanzar ataques mayores. Le hace eco el modelo de crisis de Bloomberg Economics en torno a que causaría víctimas incalculables, impactos en la economía mundial de 1.5 mil billones de dólares (bdd) y un revés para el frágil orden global.

 

España, la rebelde

Heredera del movimiento obrero del Siglo XIX, la izquierda española percibió el horizonte del pacifismo, respeto a la soberanía, derechos humanos y cooperación internacional y siempre se movilizó contra la OTAN a pesar del referéndum de 1986. En el actual contexto de guerra total, partidos como Izquierda Unida repudian lo que llaman el “salto agresivo” de esa alianza para intervenir en cualquier lugar del planeta sin respaldo de la ONU, como asienta la declaración de la Cumbre de 2022 en Madrid.

Ese cinco por ciento que reclama el CIM, mediante la OTAN, es el mismo que históricamente, desde 1978, ha reivindicado la izquierda ibérica para educación y no se ha conseguido. Asignarlo ahora para el rearme representa un disparate presupuestal, alerta Antonio Maíllo.

 


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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