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Detrás del reclamo difundido el pasado 27 de agosto por el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, a su homólogo brasileño Luiz Inácio Lula da Silva, sobre el desconocimiento de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela, podría hallarse una de las estrategias mundiales más rancias del imperialismo yanqui: dividir y calumniar a otros Estados.
Los analistas plantean esta hipótesis no sólo por el impacto negativo que un cisma declarado entre Nicaragua y Brasil impactaría en América Latina –así como beneficios a Estados Unidos (EE. UU.)– sino, además, porque recuerdan la larga conversación telefónica que Joseph Biden y Lula sostuvieron días después de los comicios venezolanos recientes.
Esta plática se produjo antes de que Lula pidiera la emisión de las actas que demostraran el triunfo inobjetable de Maduro al Consejo Nacional Electoral (CNE) de Venezuela tras la elección del 28 de julio, a pesar de que éste había dicho que el retraso se debió a un ciberataque masivo al sistema de conteo electrónico; aunque los analistas extranjeros afirman que no hay pruebas de tal percance.
Pero las maniobras para restar legitimidad al éxito de Maduro se han exhibido tanto en el Departamento de Estado estadounidense, el Parlamento de la Unión Europea (UE) e instancias afines, como la Organización de Estados Americanos (OEA) que, entre varios dirigentes políticos latinoamericanos, como es el caso de Lula y Ortega, puja insólita cuyas consecuencias son de gran alcance.