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El discurso del presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) en el Zócalo, sobre su tercer año en el gobierno –la primera mitad de su sexenio– no hizo más que confirmar la disonancia existente entre su visión personal, sobre lo que ocurre en el país, y la “realidad física” de México. El triunfalismo que exhibió en el mitin no guarda relación con los problemas de los mexicanos de a pie, entre los que destacan el aumento de la pobreza, la trunca recuperación económica y su impacto sobre el empleo; la rampante violencia delictiva y la inseguridad pública, la crisis sanitaria y, entre otros, el deterioro del sistema de salud.
El razonamiento implicado en el análisis de este problema es evidente: saber si lo que ahora se realiza, funciona y si no hay necesidad de cambiarlo. El problema es grave en el corto plazo, pero no es lo único: el mundo vive cambios trascendentes; y lo que se haga o no en estos momentos, puede condicionar el futuro del desarrollo económico en el país. Un balance del crecimiento económico de los países subdesarrollados en las primeras dos décadas de este siglo evidencia que en la primera (2000-2010) muchas de estas naciones registraron tasas de crecimiento elevadas –en algunos casos superiores a los de los países ricos– y que México no fue parte de ese grupo. Eso generó expectativas de convergencia en esos países; pero a partir de la crisis financiera mundial que inició en 2008, y que se concretó después de 2014, se evidenció que, con excepción de varios países del extremo Oriente, –China en primer lugar– esa convergencia era una ilusión. La crisis generada por la pandemia del Covid-19 –con impacto profundamente desigual– puso aún más en entredicho esas expectativas.
La causa de este fenómeno, salvo excepciones, fue que el crecimiento acelerado en los países subdesarrollados no se debió a la industrialización –es decir a la expansión de las actividades fabriles– a diferencia de los “tigres asiáticos”, únicos países exitosos en la convergencia durante los últimos 30 años. El crecimiento económico en las naciones subdesarrolladas fue resultado de los aumentos en la producción del sector servicios o la exportación de bienes primarios; es decir, no estuvo basado en capacidades tecnológicas ni en aparatos industriales nacionales competitivos a nivel mundial. El marxista egipcio Samir Amin lo resumió, en su momento, de la siguiente forma: los llamados “países emergentes” –salvo China– eran en realidad ejemplos de lumpendesarrollo, necesariamente limitados y esporádicos.
Además, las condiciones actuales enfrentan serios límites a la estrategia de crecimiento basada en exportaciones basadas en bajos costos laborales. En primer lugar, porque la mayoría de los mercados están dominados por países del lejano Oriente; en segundo porque en los países ricos hay una marcada tendencia hacia el proteccionismo y el consumo de su producción doméstica y, finalmente, porque el cambio tecnológico en la industria está marginando el trabajo no calificado, ya que los nuevos métodos de producción son intensivos en maquinaria compleja y trabajo calificado, incluso en países con salarios muy bajos.
Ésta es una historia conocida en México: las grandes empresas manufactureras de exportación, principalmente multinacionales, han incrementado su productividad en los últimos 20 años; pero sus labores no se han traducido en crecimiento económico y en una mayor oferta de empleo. Esto se debe a que ocupan una parte muy limitada de la población económica activa (PEA) en México, ya que el grueso de la que se encuentra ocupada en las micro, pequeñas, medianas empresas y en la informalidad, que son poco productivas. Y la tendencia es que esta situación se agrave.
Por ello, la coyuntura actual plantea más preguntas que respuestas sobre el futuro de los países periféricos como México. Es en este contexto donde AMLO ha decidido continuar el modelo económico vigente mediante la integración económica de los países de Norteamérica mediante el Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC). La esperanza es que las cadenas de producción ubicadas en China se relocalicen en nuestro país como resultado del conflicto entre el gigante asiático y Estados Unidos, pero la idea esencial que justificó la liberalización comercial en esta zona consistía en atraer masivamente inversión extranjera en condiciones internacionales, mucho más favorables que las actuales. Todos conocemos los resultados.
En suma: no es ninguna sorpresa que la negación rotunda de la realidad que caracteriza el discurso y la actuación de AMLO se complemente con una visión y una estrategia de largo plazo igualmente errada. Éstas no son cuestiones menores: lo que se está decidiendo es el futuro del país para las siguientes décadas. Si no se cambia al rumbo en lo inmediato, tendremos muy pocas razones para el optimismo.
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López Obrador ha difundido que la Corte le ha dado un “golpe de Estado técnico”, e insiste en alimentar el clima de odio contra los ministros para doblarlos y alterar el balance del poder.
¿En esta coyuntura, qué le conviene más o le perjudica menos al pueblo y a su obligada y urgente lucha por un mejor reparto de la riqueza?
En los últimos años, las prácticas abusivas de los cuerpos policiales han aumentado; el abuso no se limita al uso de la fuerza, también hay amenazas con impacto psicológico, según un estudio publicado en la Revista Mexicana de Sociología.
El gobierno de Morena no es el gobierno de los pobres, sino de un grupo de políticos que sirve bien a las clases más poderosas de México y es un régimen que tiene fuertes inclinaciones al autoritarismo.
Los ataques de la 4T son sistemáticos y tienen como objetivo lo mismo desaparecer instituciones que enemigos políticos, como se vio en el caso reciente de panista Ricardo Anaya, a quien AMLO ve como serio rival de su partido en la elección de 2024.
Hasta ahora hay más de 100 homicidios en el estado; la incapacidad del gobierno para contener la ola de violencia está generando una profunda desconfianza en las instituciones y un sentimiento de desamparo entre los ciudadanos.
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El discurso de López Obrador en el Zócalo, no hizo más que confirmar la disonancia existente entre su visión personal, sobre lo que ocurre en el país, y la “realidad física” de México.
Ganando pierde Morena porque con 11 gubernaturas más no podrá hacer buenos gobiernos donde prevalece una burocracia estatal centralizada que se hará aun más centralista y con ello debilitará a las entidades federativas.
Ciudad de México.- La mayoría absoluta de Morena-PES-PT en la Cámara de Diputados aprobó la minuta de ley de salarios máximos reglamentaria de los artículos 75 y 127 de la Constitución, para que nadie gane más que el presidente de la República. De nada va
Pretenden trasladar ilegítimamente a los particulares que rentan inmuebles (y que no siempre son grandes inmobiliarias), la obligación de dotar de vivienda a los capitalinos.
“!Queremos justicia porque fue un crimen que cometieron contra nuestros hijos “, exclamó con lágrimas en los ojos.
Con el apoyo de los grupos parlamentarios afines a Morena en el Poder Legislativo, “se quiere perpetrar un asalto” a la SCJN, violentando la Constitución y omitiendo las necesidades de muchos mexicanos.
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Escrito por Jesús Lara
Licenciado en Economía por El Colegio de México. Doctorante en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst de EE.UU.