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Imposición y disparate: la política cultural de la 4T
Hoy AMLO ha perdido el apoyo masivo de la comunidad artística.
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El desencanto tardó en llegar menos de 100 días. Los desatinos del nuevo gobierno alcanzaron demasiado pronto a la comunidad de artistas y creadores de nuestro país. Atrás quedó el aroma romántico con que algunos de éstos presumían a la Cuarta Transformación (4T): las hipótesis alentadoras de hace algunos meses hoy son barridas por los hechos crudos de la nueva política cultural.

El tiempo va hablando demasiado pronto. Los rasgos distintivos del gobierno de Andrés Manuel López Obrador (AMLO) son el insulto contra quien piense diferente, la imposición para controlar todo el poder estatal y la política improvisada en temas delicadísimos como para lograr la estabilidad del país. Todos estos rasgos, sin excepción, ahora han llamado a la puerta de la comunidad artística.

Los desatinos siguieron uno tras otro. Cuando se anunció que Sergio Mayer, personaje con más experiencia como productor de espectáculos semipornográficos que como gestor cultural, presidiría la Comisión de Cultura y Cinematografía de la Cámara de Diputados, se levantaron varias voces de inconformidad. La discusión de temas centrales para la comunidad de escritores, artistas plásticos, cineastas, actores y músicos quedaba presidida por una estrella de la farándula. “Tampoco necesitas ser Sócrates”, sentenció ante los inconformes el nuevo intelectual.

Vinieron también medidas tan publicitarias como estériles. La transformación de Los Pinos en complejo cultural despertó gran curiosidad y algarabía; a la fecha, sin embargo, no hay ningún proyecto claro sobre qué se hará exactamente ahí. La imposición de Francisco Ignacio Taibo Mahojo, escritor morenista de capacidad intelectual bastante mediana, como director del Fondo de Cultura Económica (FCE), es otro caso. También despertó numerosos reclamos el hostigamiento prepotente al ensayista Daniel Goldín como director de la Biblioteca Vasconcelos, hostigamiento que provocó su renuncia.

Pero el principal problema de inconformidad es uno: el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA), que se creó en 1989 con el objetivo de fomentar y estimular la creación artística en todas sus manifestaciones. Básicamente, el FONCA otorga a los creadores estímulos económicos que faciliten sus condiciones financieras y materiales para que puedan desarrollar sus proyectos en un entorno decoroso. La inmensa mayoría de tales estímulos son bastante modestos y se otorgan por convocatoria abierta.

El hartazgo estalló hace unas semanas. La llegada a la dirección del FONCA del escritor Mario Bellatin despertó de inmediato, por boca de él mismo, graves rumores sobre la desaparición de ciertos programas. Al respecto, el FONCA lanzó una invitación abierta a un foro de consulta con la comunidad artística. El evento se realizó en la Biblioteca de México para que fuera un espacio de diálogo y escucha.

La consulta fue un desastre. El primer cuestionamiento de los asistentes fue sobre la ausencia de Mario Bellatin como director del FONCA. En seguida, el coordinador general presentó unas diapositivas perfectamente a tono con el discurso gastado de la 4T: en el FONCA también había minoría rapaz, “moches”, artistas “fifís”, corrupción, etc. Para entonces, el hartazgo de los asistentes se había transformado en franca confrontación y en abucheos, y aquello se convirtió en un verdadero sainete sin pies ni cabeza ni propuesta ni consulta ni nada.

Y así vamos. Bellatin fue “renunciado” unos días después, en medio de la incertidumbre sobre cuál es, en concreto, la propuesta de la 4T en política cultural. Hoy AMLO ha perdido el apoyo masivo de la comunidad artística.

Palos de ciego. La política cultural del nuevo gobierno es, en realidad, la misma que su política general: no hay propuestas ni rumbo fijo, pero sobran las ocurrencias y la palabrería, la imposición y el disparate.


Escrito por Aquiles Lázaro

Columnista de cultura


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