En su intento por modular la conducta social, el color rojo del semáforo epidemiológico Covid-19 significa el máximo riesgo de contagio y ordena que nadie debe salir de casa y solo realizar actividades prioritarias; con el anaranjado, las personas pueden salir en número limitado para la ejecución de actividades incluso no-prioritarias, pero en sitios donde la gente no se concentre.

Una vez que la “nueva normalidad” ha probado su procedencia sanitaria, se pasa al color amarillo, de menor riesgo, autorizándose más actividad y movilidad laboral y pública para finalmente, acceder al cuarto nivel: el foco verde, cuando el riesgo resulta ínfimo o prácticamente ha desaparecido.

Pero cuando esta norma no se aplica al pie de la letra y en las calles, comercios y restaurantes las personas se aglomeran, incumplen la “sana distancia” y algunas no usan cubrebocas, los riesgos de contagios persisten cobrando más víctimas.

Esto sucedió precisamente en la primera semana “naranja” de la Ciudad de México (CDMX), que obligó a la jefa de gobierno Claudia Sheimbaum a ordenar que se cerrara nuevamente el Centro Histórico el sábado cuatro y domingo cinco de julio, después de su reapertura del lunes 30 de junio, debido a que mucha gente no había respetado las “normas de la nueva normalidad”.

Además de este problema, los datos de los contagios conservan su tendencia al alza en gran parte del país y en la CDMX, aunque en la capital de la República hubo una variable a la baja que propició el cambio del semáforo rojo a anaranjado: disminuyó la ocupación hospitalaria.

En el semáforo epidemiológico, el rojo implica el uso del 65 por ciento de las camas existentes en los hospitales y, como en la capital la cifra era inferior, se decidió pasar al anaranjado (la ocupación hospitalaria de la CDMX era del 54 por ciento el cinco de julio; es decir, los tres mil 565 hospitalizados solo utilizaban seis mil 583 de las 10 mil 148 camas disponibles).

En el amarillo, la ocupación debe ser menor al 50 por ciento y mantenerse dos semanas con tendencia a la baja, y el verde será declarado cuando la ocupación continúe hacia abajo y se estabilice. Hasta este momento se autorizarán las clases presenciales en los centros escolares.

El tres de julio, la jefa de gobierno de la CDMX ordenó retroceder en la reapertura comercial –que se aplicó hasta el sábado cuatro, porque los domingos la mayoría de establecimientos permanecen cerrados–; ese día anunció nuevas disposiciones para reforzar la aplicación de las medidas sanitarias para los comercios y los usuarios.

Entre otras medidas, se dispuso la obligatoriedad en el uso de cubrebocas, la distancia de al menos 1.5 metros entre las personas, la abstención de besos y abrazos, los apretones de manos; los establecimientos comerciales, restaurantes y fondas solo pueden ser ocupados al 30 por ciento de su capacidad.

El símbolo de la “nueva normalidadˮ

El cubrebocas se convirtió en el símbolo de la “nueva normalidad”. Hay una gran diversidad de modelos, muchos han sido diseñados en casa y los más son comprados tanto en el comercio formal como en el informal. En las calles de la CDMX es posible advertir que la mayoría de éstos no cumplen con las especificaciones técnicas sanitarias, carecen de la eficacia para prevenir contagios y permitir la oxigenación adecuada.

Las autoridades sanitarias consideran que, pese a estas limitaciones, ayudan a atajar la dispersión de las gotas de saliva que portan el Covid-19. Las mascarillas pueden fabricarse con cualquier tipo de tela y resortes a los lados para colgar en las orejas.

El nombre cubrebocas, de acuerdo con los médicos, es infortunado porque induce a los usuarios a solo cubrirse la boca y no la nariz al mismo tiempo, el otro órgano importante o central en los contagios. También los ojos deben cubrirse y para ello basta el uso de simples lentes, aunque han surgido googles, incluso de color.

Las mascarillas ya existen en diseños de todo tipo, incluido uno que reproduce la imagen de La Pelona, la famosa caricatura artística del grabador José Guadalupe Posada; los hay que invocan figuras de estrellas de futbol, luchadores, animales de distintas especies y figuras infantiles como Mickey Mouse, entre otros.

También las hay sofisticadas y destinadas para las prendas de vestir o de adorno de las clases sociales con mayor nivel económico. Amazon tiene a la venta un exclusivo cubrebocas para caballero, negro, de doble tela, con un precio de mil 99 pesos. Las del comercio informal cuestan en promedio 20 pesos o más, dependiendo del modelo y la tela (doble o sencilla).

Esto no solo ocurre en México. Se ha anunciado que para el próximo Fashion Week Nueva York, las mascarillas serán la prenda estelar en las nuevas colecciones de diseñadores modistos. Christian Siriano anunció la presentación de una con incrustaciones de perlas.

La semana del seis al doce de julio, la segunda en semáforo anaranjado para la CDMX y otras 16 entidades de la República, será de alto riesgo, mientras que las otras 15 se mantendrán en rojo o “máximo riesgo”. Entre éstas se hallan Chiapas, Coahuila, Guanajuato, Tamaulipas y Veracruz, que estuvieron en anaranjado durante la primera semana. Los estados que avanzaron fueron Morelos, Oaxaca, Guerrero, Hidalgo y Querétaro.

Las entidades en anaranjado son: CDMX, Baja California, Campeche, Chihuahua, Durango, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Querétaro, Quintana Roo, Yucatán, Zacatecas. Aguascalientes, Hidalgo y San Luis Potosí. En rojo se mantendrán Baja California, Coahuila, Colima, Chiapas, Guanajuato, Estado de México (Edomex), Nayarit, Nuevo León, Puebla, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tamaulipas, Tlaxcala y Veracruz.

La realidad

El mismo viernes tres de julio, Claudia Sheinbaum debió desmentir una polémica información extraoficial, según la cual, para el seis de julio, el “semáforo” en la CDMX pasaría a color verde. La ciudad “está más cerca del rojo que del verde”, afirmación que sustentó con base en los datos reales de la pandemia.

El cuatro de julio, la capital de la República reportaba un total de seis mil 921 defunciones, 51 mil 658 casos positivos y cuatro mil seis personas con el virus activo. En el Edomex había 37 mil 360 contagios, cuatro mil 670 fallecimientos y dos mil 284 casos activos.

México llegaba a 252 mil 165 contagios, con el incremento diario más alto desde marzo: seis mil 914; reportó 523 defunciones adicionales y llegó a 30 mil 366, superando con ello a Francia y colocándose en el quinto lugar con más muertos en el mundo.

La tasa de letalidad mundial promedio, definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), con los números al cuatro de julio y con base en el reporte de cinco personas muertas por cada 100 infectados, era del 4.8 por ciento; pero la de México era del 12.04 por ciento, o sea que 12 de cada 100 contagiados pueden morir en el país.

Por ello, al cierre de esta edición, México estaba casi en el punto de letalidad de Italia, cuya tasa es del 14.67 por ciento. Sin embargo, la Secretaría de Salud (SS) del Gobierno Federal reportó que, desde el cuatro de abril, 152 mil 309 personas se habían recuperado, lo que representaba el 60 por ciento de los casos confirmados de Covid-19.

El 11 de junio, la jefa de gobierno de la CDMX descartó que estuviera rebasado el modelo de predicción de contagios de Covid-19 utilizado en la capital, como lo había afirmado la víspera el subsecretario de Salud federal, Hugo López-Gatell. “No estamos rebasados, sino en el margen de lo previsto, se hace una revisión diaria”, advirtió Claudia Sheimbaum, al tiempo que aseguraba que el modelo estadístico aplicado en la CDMX mostró una reducción en la tendencia de enfermos e internamientos en los 50 hospitales dispuestos para la atención de esta emergencia sanitaria, y fue con base en esa disminución que el 30 de junio se pasó del semáforo rojo, al anaranjado.

Sheimbaum argumentó que hubo incrementos lineales de hospitalizados en periodos específicos, como ocurrió entre el 1° de abril y el 21 de mayo, es decir una suma constante, sin saltos pronunciados, y no un crecimiento exponencial, con saltos pronunciados que aumentaran significativamente el número de casos.

Por ello insistió en que la tendencia observada en la capital del país resulta a la baja. Incluso afirmó que, al 19 de junio, comparado con el pico de la pandemia marcado el 21 de mayo, se registró una reducción del siete por ciento.

La estrategia aplicada en la CDMX tiene un perfil distinto al de cualquiera otra entidad por su alta concentración poblacional. La diferencia estriba en que el Valle de México alberga al menos 25 millones de personas, entre la capital y los 18 municipios conurbados del Edomex.

De acuerdo con datos del censo 2010, en la CDMX habitaban 8.7 millones de personas y 11.7 millones en los ayuntamientos mexiquenses, cuya suma asciende a 20.4 millones de habitantes. Un número elevado de éstos se hallan expuestos al riesgo sanitario porque trabajan en el comercio informal y para sobrevivir deben salir a las calles.

La estrategia del gobierno de la CDMX es básicamente rotativa, ya que los comercios deberán alternarse durante la apertura económica en ciertas áreas de la capital. Las calles de acceso directo al Zócalo –sobre todo Madero, 16 de Septiembre y 5 de Mayo– deberán seguir bajo control policial y señalizaciones para evitar aglomeraciones.

En el Centro Histórico de la CDMX operan 27 mil establecimientos. Los locales con números pares abrirán lunes, miércoles y viernes. Los nones martes, jueves y sábados. Los horarios de actividades serán de las 11:00 a las 20:00 y los domingos todos deberán estar cerrados.

Para ingresar a cualquier área anaranjada, los requisitos son los mismos: uso de cubrebocas –aunque no se le informa a la población que también debe taparse la nariz– y que debe ser consistente para evitar las gotas de saliva que lo traspasan, o viertan el virus en el entorno inmediato de la persona portadora.

Hasta ahora ha habido un esfuerzo de comunicación incompleta y disfuncional sobre el impacto de la pandemia; pero poco o nada se ha dicho cuándo sobrevendrá la “nueva normalidad”, cuánto tiempo durará o si será permanente. Al parecer dependerá todo de la producción del medicamento eficiente contra la enfermedad y de la vacuna que prevenga la difusión futura del Covid-19.