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El virus SARS-CoV2 atrapa y aísla a Medio Oriente
La propagación del Covid-19 en Medio Oriente acentuó conflictos ya existentes y activó nuevos desafíos políticos y socioeconómicos en la región.
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La propagación del Covid-19 en Medio Oriente acentuó conflictos ya existentes y activó nuevos desafíos políticos y socioeconómicos en la región. La incertidumbre por el comportamiento del virus SARS-CoV2, causante de la actual pandemia de Covid-19, se acentúa en esta amplia y estratégica área por la falta de coordinación gubernamental para resguardar a sus respectivas poblaciones. El riesgo de contagio crece por la pobreza, el hacinamiento y el masivo flujo de personas y bienes desde el Atlántico al Golfo Pérsico. La pobre interconección entre Estados con gobiernos presidencialistas, parlamentarios y monarquías absolutistas dificulta el combate efectivo de la enfermedad.

El brote del Covid-19, que surgió en China, agudizó las diferencias en los sistemas de salud y político-económicos entre los 22 países árabes. Desde la República Árabe Saharauí Democrática hasta Yemen, estos Estados no están listos para enfrentar el azote de una enfermedad tan contagiosa y letal, que ya causó estragos en todo el planeta.

Pese a ser poseedores de riquísimas reservas de hidrocarburos, metales preciosos y gozar de una privilegiada ubicación geoestratégica, la mayoría de los gobiernos del llamado Mundo Árabe han sido incapaces de abastecer con servicios sanitarios eficientes a su población; en unos Estados, los hospitales y centros de atención médica básica son inexistentes debido a su mala gestión y a los conflictos armados.

Aumentó la amenaza de contagio en el Magreb (región al norte de África en la que están situados Marruecos, Argelia, Túnez, Libia), así como en el Mashrak o Levante (Egipto, Palestina, Jordania, Líbano y Siria, a los que se suman Arabia Saudita, Sudán, Yemen, Qatar, Baréin, Oman, Irak, Kuwait y los Emiratos Árabes Unidos).

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Así que la llegada del Covid-19 a Medio Oriente, en febrero pasado, dibujó tres escenarios: uno, que podría ser una tormenta pasajera; dos, que representa una oportunidad de cambio y tres, que podría provocar una hecatombe regional con alcances hasta el sur de Europa, como a los de África subsahariana y Asia Oriental.

Blindaje desigual

El Covid-19 evidenció la desigualdad de las políticas sanitarias públicas en la región. En un extremo, los ricos Estados del Golfo Pérsico que, como Arabia Saudita, son reinos que usaron su riqueza petrolera para proveer a su población de atención médica gratuita en espléndidos centros de salud. En el otro extremo están los países devastados por el aventurerismo bélico de Occidente, como Libia, Irak, Siria y Yemen.

En el Magreb se atribuyó el contagio a su vecindad con Italia, España y Francia, países devastados por ataque del virus. En el Mashrak se adjudicó al intenso contacto humano con Europa nororiental y Asia Oriental.

Para los analistas resultan peligrosas la alta densidad en las ciudades árabes, la falta de protocolos, el escaso personal médico y seguridad capacitada para detectar eventuales portadores del virus; a este problema se suma el desabasto en insumos para atender emergencias.

Se suman dos factores más: el alto índice de enfermedades cardiovasculares y diabetes, que agravan la letalidad del Covid-19 y el constante flujo de migrantes e inmigrantes, provenientes de todas las latitudes, que son potenciales portadores del virus. Por ello, en marzo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció que la región debía organizarse “para lo peor” cuanto antes.

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Casi de inmediato, el temor a sufrir el contagio y las secuelas del Covid-19 exacerbaron las exigencias de cambio estructural para millones de personas que, por meses, han exigido cambios políticos en la región. En Líbano e Irak, el descontento ciudadano se mantiene, pese al confinamiento, y en Argelia suman más de 60 las semanas de protestas públicas.

Tras atestiguar la ola de devastación que dejó el patógeno en Asia y Europa, y pese a sus limitantes en recursos humanos y económicos, la mayoría de los gobiernos fueron sensibles al peligro. En general adoptaron medidas de contención preventivas de modo que el 23 de marzo, cuando la OMS declaró la pandemia, desde el 18 en el Magreb y Mashrak, aquéllas ya estaban en vigor.

Ese día, el llamado Mundo Árabe pareció detenerse. Se cerraron fronteras con casi 50 Estados de Europa, Asia y África, se cancelaron vuelos y se decretó el confinamiento de la población en sus domicilios. Cesó toda actividad económica no esencial, solo quedaron abiertos los que proveen alimentos y servicios de salud; se suspendieron permisos de trabajo a extranjeros y se envió de regreso a cientos de miles de turistas.

Entre las restricciones, una fue inédita e impactó en millones de musulmanes: a la suspensión de rezos en mezquitas, se impuso el distanciamiento social en el Ramadán, mes de ayuno diurno que este año abarcó del 23 de abril al 23 de mayo. Así, la pandemia alteró un periodo trascendente en la cultura y la economía regionales, refiere Sarah Samya Anfis.

Freno económico

El virus llegó a una región con múltiples crisis simultáneas: financieras, energéticas, agrícolas, protestas sociales, cuestionamientos a liderazgos políticos. También a países cuyas economías dependen de las divisas generadas por el petróleo, así como de las remesas de sus trabajadores en el exterior.

Monarquías acosadas

A diferencia de los palestinos, saharauís o egipcios, las poblaciones de los seis prósperos Estados ribereños del Golfo Pérsico viven la pandemia con envidiable infraestructura sanitaria. Sin embargo, hoy enfrentan el peligroso rebrote del Covid-19 debido al contagio proveniente de gran parte de expertos y trabajadores extranjeros.

Tanto así, que Arabia Saudita, Kuwait y Líbano retornaron al confinamiento pues, según la OMS, ahí aumentaron 27 por ciento los contagios y 13 por ciento los decesos. A ello se suma la estrepitosa caída en el precio de los hidrocarburos, por el hasta ahora boyante economía, basada en la exportación de hidrocarburos de los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán, Qatar, Kuwait y Arabia Saudita.

Medio Oriente redujo su actividad económica y cerró servicios no básicos como los recreativos y mantuvo vía Internet los educativos. Se implementó a la par el toque de queda nocturno; Irak fue el primero en aplicarlo el 17 de marzo, Túnez lo hizo el 18, Jordania el 21, Arabia Saudita el 23 y Egipto el 24.

No obstante, la pandemia atacó feroz a ricos y pobres. Arabia Saudita sufrió el ascenso implacable en la curva de contagios, por lo que suspendió los permisos para realizar la peregrinación a La Meca (umrah) efectuada por millones de musulmanes. El reino tuvo grandes pérdidas, pues el peregrinar de más de 20 millones de personas le representa su más significativo ingreso después del petróleo.

Egipto, el país más poblado del Mundo Árabe, ostenta las cifras más altas de contagios por Covid-19. El freno del sector turístico afectó su economía, pues aporta 15 por ciento al Producto Interno Bruto (PIB). Además, sufrió la baja en las remesas de sus trabajadores del Golfo Pérsico y el descenso del tráfico marítimo en el Canal de Suez.

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Marruecos, cuya economía ya sufría debido a la sequía del año anterior, recibió con crudeza el freno a la actividad frente al Covid-19 por la baja en la demanda de bienes y servicios. De ahí que analistas prevean el incremento en las muestras de descontento social por el aumento en la desigualdad y el desempleo.

Túnez, que estrenó gobierno en febrero, enfrentó la pandemia antecedido de una persistente crisis económica. Tanto así que el gobierno lanzó campañas públicas para solicitar donaciones.

Castigados por Occidente

Quizás los pueblos más perjudicados por la letal combinación de corrupción más pobreza más injerencia extranjera son Irak, Libia, Siria y Yemen, en este mismo orden. Pese a librar conflictos bélicos, presentan un bajo número de contagios, tal vez debido a falta de datos suficientes o por el poco contacto con extranjeros, sugiere el experto en Mundo Árabe, Haizam Amirah Fernández, del Real Instituto Elcano.

En Siria, los desplazados de Idlib vuelven a sus casas destruidas. Temen al Covid-19 pero no pueden pasar la noche a la intemperie: “Necesitan trabajar para cubrir sus necesidades diarias”, señala Soni al-Ali.

Monarquías acosadas

A diferencia de los palestinos, saharauís o egipcios, las poblaciones de los seis prósperos Estados ribereños del Golfo Pérsico viven la pandemia con envidiable infraestructura sanitaria. Sin embargo, hoy enfrentan el peligroso rebrote del Covid-19 debido al contagio proveniente de gran parte de expertos y trabajadores extranjeros.

Tanto así, que Arabia Saudita, Kuwait y Líbano retornaron al confinamiento pues, según la OMS, ahí aumentaron 27 por ciento los contagios y 13 por ciento los decesos. A ello se suma la estrepitosa caída en el precio de los hidrocarburos, por el hasta ahora boyante economía, basada en la exportación de hidrocarburos de los Emiratos Árabes Unidos, Kuwait, Omán, Qatar, Kuwait y Arabia Saudita.

El Covid-19 también atacó a la República Islámica de Irán, situada en el Golfo Pérsico, cuyo gobierno ha sido hostigado por occidente durante más de cuatro décadas. La pandemia llegó a ese país cuando enfrenta la más violenta y genocida campaña de sanciones económico-financieras del presidente estadounidense Donald Trump.

La enfermedad ya contagió a más de 107 mil personas y causó seis mil decesos. Se suma el impedimento para comerciar con el exterior y que debió “reinventarse con mecanismos de mercado alternativo, recurrir a su industria y a la ayuda humanitaria de países aliados para enfrentar esa situación” para abatir la cifra de nuevos contagios, explicó a Hispan TV el analista internacional Asier Hernández.

Pandemia bajo ocupación

A pesar de la pandemia por Covid-19, el gobierno de Benjamin Netanyahu, en Israel persiste en su actitud hostil y racista hacia la Palestina ocupada. Rechaza cooperar con la Autoridad Palestina y Hamas, que gobiernan en Cisjordania y Gaza, para evitar el contagio masivo entre los palestinos y privilegia el cuidado y la protección para los colonos hebreos.

En Gaza se hacinan 1.8 millones de palestinos impedidos para moverse  porque, hace 13 años, Israel impuso un cerco militar. Este territorio, sistemáticamente bombardeado por misiles israelíes sobre la infraestructura sanitaria palestina, carece de suministro de agua, electricidad y abasto de medicamentos.

Ahí, con pretexto de cerrar el paso al letal virus, francotiradores israelíes disparan y asesinan a palestinos que protestan por sus precarias condiciones, denuncia la analista Maren Mantovani. Por tanto, cuando el Covid-19 llegó a Medio Oriente, circuló un meme en redes sociales que, en letras blancas sobre fondo negro, preguntaba: “Querido mundo ¿Qué tal el confinamiento en Gaza, cuando el Apartheid israelí y sus prácticas autoritarias se muestran como modelo de respuesta a la pandemia?”.

La salud de palestinos peligra por el Apartheid israelí, aunque, desde que inició el brote, Netanyahu promovió una falsa imagen de protección, pues mantiene en casa a trabajadores hebreos y, para sostener la economía israelí, obliga a los palestinos a realizar trabajos en condiciones inhumanas y sin protección.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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