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Badr Shakir Al-Sayyab
La transformación poética de Al-Sayyab se evidenció cuando adoptó el verso libre como medio de expresión, liberándose de las limitaciones de la forma tradicional árabe. Su compromiso social se intensificó y sus poemas abordaron la opresión y la injusticia social.
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Nació en Yaykur, Irak, en 1926, en medio de la turbulencia geopolítica tras la Primera Guerra Mundial. La influencia británica estableció la monarquía en Irak, perpetuando el feudalismo rural y la privación de derechos. Al-Sayyab, el mayor de tres hermanos, se destacó desde joven por su seriedad, responsabilidad y sensibilidad. Su búsqueda de educación lo llevó a Basora, donde se inició en la literatura y comenzó a sentir la llamada de la poesía como medio de expresión.

Ingresó a la Escuela Superior de Magisterio en Bagdad en 1944 y se involucró activamente en el partido comunista, convirtiéndose en un portavoz de propaganda a través de la poesía. Su activismo lo llevó a enfrentarse a la administración y a luchar contra la presencia británica en Irak. Encarcelado varias veces, fue expulsado de la escuela en 1946. A pesar de los obstáculos, continuó su educación y se graduó en Lengua y Literatura Inglesa en 1948.

La transformación poética de Al-Sayyab se evidenció cuando adoptó el verso libre como medio de expresión, liberándose de las limitaciones de la forma tradicional árabe. Su compromiso social se intensificó y sus poemas abordaron la opresión y la injusticia social. A partir de 1952, su poesía se enriqueció con simbolismos mitológicos y referencias históricas, fusionando la identidad árabe con mitos universales. Sin embargo, sus posturas políticas cambiantes y la persecución resultante afectaron su carrera y estabilidad económica. Falleció en 1964, dejando un legado poético marcado por la experimentación formal y la expresión de la lucha humana contra la opresión.

 

Testamento de un agonizante

¡Silencio! Silencio de los cementerios

                                   [en vuestras tristes calles.

Yo clamo, grito, me lamento y en el silencio oigo

la solemne nieve esparcida en la sombra

donde se repiten unos pasos solitarios cuyo eco se traga

la ciudad, como si una bestia de hierro y piedra

devorara la vida y no quedara vida desde la tarde hasta el día.

¿Dónde está Irak? ¿Dónde está el sol de sus mañanas,

[transportado por un navío

sobre el agua del Tigris o del Buwayb? ¿Dónde están los ecos

[de los cantos

que palpitan cual alas de palomas sobre las espigas y las palmeras,

acudiendo desde cada casa al aire libre,

desde cada colina que cubren las flores de las llanuras?

Si muero, patria, no tengo mayor deseo que

una tumba en tus tristes cementerios, y si

me salvo, no quiero de la vida más que una choza en tu

[campo.

Por tus desiertos infinitos, para protegerte de las desgracias,

yo daría las calles y los barrios de Londres.

Tal vez muera mañana: el mal corta sin contemplaciones

la cuerda que ata a la vida

los escombros de mi cuerpo, como una casa

de muros desgastados por el viento y techo perforado por

[goteras.

Hermanos, dispersados desde el Sur hasta el Norte

por caminos, llanuras y altas montañas,

hijos de mi pueblo en aldeas y ciudades amadas,

no reneguéis de los dones de Irak,

habéis habitado el mejor país, entre el verdor y el agua:

al sol, luz de Dios, lo inundan el verano y el invierno,

no lo olvidéis por otro.

Esto es un paraíso: cuidado con la víbora que repta por su fertilidad.

Yo estoy muerto, y un muerto no miente. Reniego de todo pensamiento

si el corazón no es su fuente.

Resplandor del día,

inunda Irak con tu oro porque del barro de Irak

es mi cuerpo, y del agua de Irak.

 

GARCÍA LORCA

En su corazón hay una hoguera,

su fuego alimenta a los hambrientos,

el agua, por su calor, hierve.

Su diluvio purifica la tierra de maldades,

sus pupilas tejen una vela de llamas

uniendo con los husos de la lluvia

sus hilos, con unos ojos que chispean,

con los pechos de las madres al amamantar,

con cuchillos donde se derrama el sabor del fruto,

con los cuchillos de las matronas al cortar el cordón umbilical,

con los cuchillos de los invasores que muerden los rayos,

su vela húmeda como la luna,

su vela fuerte como las piedras,

su vela rápida cual mirada furtiva,

su vela verde cual primavera,

roja teñida de sangre,

se asemeja al barquito de un niño que al hacer pedazos el

[libro

llena con barquitos de papel el río.

Se diría que fuese la vela de Colón entre las olas.

Se diría que fuese el Hado.

 

EL DÍA DE LOS ÚLTIMOS TIRANOS 

¡“Adiós!...” La cita terminó

y siguió el mañana,

el cercano mañana de los rebeldes.

Mano con mano entre los diluvios de llamas

subiremos a la alta cima.

Tu cabello es un campo donde el ocaso desliza

sus flores rojas. 

Vemos al sol alejarse detrás de las colinas

entre las sombras.

Resplandeció cual alas rotas

sobre un amasijo de grilletes en escombros,

sobre un mundo perecedero que no volverá,

su último brillo.

Me dices: “¿has visto las estrellas?

¿Las contemplaste otra tarde

con semejante esplendor y pureza?”.

Me dices: “¿Has visto las estrellas?

¡Cuántas veces habrán iluminado antes de esta tarde

un mundo que ensucia la sangre,

sangre de los humildes y los inocentes!”.

Me dices: “¿Has visto las estrellas

dominar nuestra tierra libre

por primera vez?”.

Sí. Ayer cuando te miré

mostrabas como un susurro en tus pupilas. 

Cuando se ilumine el horizonte con el incendio

¿se derrumbará una cárcel y se iluminará un camino

que avivará con sus cálidas siluetas

tu cara de alegre anhelo?

Dices: “somos el principio del camino,

los que destilamos la vida

de las rocas, donde sangran las frentes

que chupan la hermosura de los labios;

de la muerte en las cárceles desoladas,

de la miseria, de los vientos vacíos,

para sus generaciones venideras.

Es nuestro el astro vespertino,

el alba del brillante mañana

y sus prósperos crepúsculos”.

 

PORQUE SOY UN EXTRAÑO

Porque soy un extraño

porque el amado Irak

está lejos y yo tengo nostalgia

de él, a él... le grito: “¡Irak!”.

Al llamarlo regresan a mí sollozos

que el eco desgarra.

Siento que he atravesado el horizonte

hacia el mundo de la muerte que no contesta

a mi llamada.

Si agito las ramas

no cae sino muerte:

piedras,

piedras y no frutos,

incluso las fuentes

son piedras, incluso el aire húmedo,

piedras que un poco de sangre humedece.

Piedras es mi voz, rocas es mi boca

mis pies, un viento que surca los desiertos.

 

OSCURECER

Cuando aparta la luz

que arroja la hoguera

de tu cara la tiniebla

y murmura la oscuridad

sus sombríos gemidos

sobre tu cara,

susurran tus ojos

toda la tristeza de los tiempos,

todas sus fiestas,

las alegrías de sus nacimientos,

las algarabías de las ofrendas,

¡sus flores y sus vinos! 

Luz y tiniebla:

leyenda grabada sobre las rocas.

Cuántas veces se protegió con el fuego

de un fiero león

y cuántas veces espantó a los tigres

el hombre de aquellas épocas

¡con la luz y el fuego!

¡Apaga nuestra lámpara! ¡Apágala!

Apaguemos el horno

y ocultemos allí el pan

para que no hagan regresar las rocas

una leyenda de fuego que sigue girando

hasta convertirse su principio

en nuestro final. La noche de las tumbas

es su principio.

Quedémonos en la oscuridad

para que no nos vean los tigres

que rondan en las sombras

esperando expulsar a los vivos

de un bosque en el cielo

con las rocas y el fuego

y ¡mancillar las tumbas!


Escrito por Redacción


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