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La poesía, como otros quehaceres, fue un espacio vedado por siglos a las mujeres; sin embargo, en la historia de la literatura universal abundan los ejemplos de autoras rebeldes, firmando con seudónimo, disfrazadas de varón o con hábitos religiosos que conquistaron con creces su derecho a figurar en las grandes antologías. Desde la segunda mitad del Siglo XIX, las puertas de la poesía mundial fueron tomadas por asalto por un ejército de mujeres que se negaban a reproducir los antiguos roles, convirtiendo las letras en trinchera de una lucha que dura hasta nuestros días. Hoy presentamos cuatro poemas de mujeres que se plantaron en la escena de las ideas para reclamar su derecho a ser no sólo poetisas, sino agentes del cambio social.
En Las grandes mujeres, la argentina Alfonsina Storni (1892-1938) advierte el error de quienes pretenden emular a las grandes mujeres de la historia sin entender que cada una debe trazar su propia ruta, única e inexplorada.
En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
a unas; reinas, otras sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.
De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.
De los libros las tomo como de un escenario
fastuoso –¿Las envidias, corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.
–Ay, rastreando en sus alas, como en selvas las lobas,
a mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.
En Fortuna, la uruguaya Ida Vitale (1923) parece manifestar su regocijo por los recientemente adquiridos derechos de las mujeres en el mundo pero, visto más de cerca, el poema es una denuncia de las múltiples formas de alienación de la mujer y la violencia reiterada que sigue viviendo en el mundo.
Por años, disfrutar del error
y de su enmienda,
haber podido hablar, caminar libre,
no existir mutilada,
no entrar o sí en iglesias,
leer, oír la música querida,
ser en la noche un ser como en el día.
No ser casada en un negocio,
medida en cabras,
sufrir gobierno de parientes
o legal lapidación.
No desfilar ya nunca
y no admitir palabras
que pongan en la sangre
limaduras de hierro.
Descubrir por ti misma
otro ser no previsto
en el puente de la mirada.
Ser humano y mujer, ni más ni menos.
Referente obligado si se trata de reflexionar sobre la libertad de las mujeres a elegir su propio destino es Meditación en el umbral, de la mexicana Rosario Castellanos (1925-1974). En veloz sucesión, la poetisa pasa revista a los arquetipos femeninos para concluir que cada una debe construir su propio modelo “humano y libre” de ser mujer.
No, no es la solución
tirarse bajo un tren como la Ana de Tolstoi
ni apurar el arsénico de Madame Bovary
ni aguardar en los páramos de Ávila
la visita del ángel con venablo
antes de liarse el manto a la cabeza
y comenzar a actuar.
Ni concluir las leyes geométricas, contando
las vigas de la celda de castigo
como lo hizo Sor Juana. No es la solución
escribir, mientras llegan las visitas,
en la sala de estar de la familia Austen
ni encerrarse en el ático
de alguna residencia de la Nueva Inglaterra
y soñar, con la Biblia de los Dickinson,
debajo de una almohada de soltera.
Debe haber otro modo que no se llame Safo
ni Mesalina ni María Egipciaca
ni Magdalena ni Clemencia Isaura.
Otro modo de ser humano y libre.
Otro modo de ser.
Cerramos este incompleto homenaje a las mujeres del mundo con un poema de la estadounidense Muriel Rukeyser (1913-1980). Edipo es una sarcástica recreación del mito clásico en la que se burla de la ceguera intelectual de quienes minimizan la falta de oportunidades y la opresión de la mujer; y no se trata sólo de ser “incluyentes” de palabra.
Mucho tiempo después, Edipo, viejo y ciego,
iba por los caminos.
Percibió un olor familiar.
Era la Esfinge. Edipo le habló:
–Quiero hacerte una pregunta.
¿Por qué no reconocí a mi madre?
–Diste la respuesta incorrecta, respondió la Esfinge.
–Era la única respuesta acertada, contestó Edipo.
–No, repuso ella. Cuando te pregunté qué es lo que camina
en cuatro patas por la mañana, dos al mediodía
y tres al ocaso, contestaste el Hombre.
No dijiste nada de la Mujer.
–Cuando se dice Hombre, contestó Edipo,
está incluida la Mujer. Todos lo saben.
La Esfinge repuso: –Eso es lo que tú te crees.
“¡La gente se extraña cuando entiende la poesía! Es un prejuicio: se piensa que la poesía es incomprensible [...] yo pertenezco a la zona de la poesía-que-se-entiende”, sostiene el poeta, periodista y crítico argentino Eduardo Ángel Romano.
Y de pronto apareció por ahí ese maldito Iceberg llamado Poesía o Literatura o Aburrimiento o lo que fuera, con la única condición precisa de no devenir en Aburrimiento ni por un instante.
La segunda aparición de esta obra maestra también fue malinterpretada, creyendo algunos adivinar la ruptura del poeta con el modernismo.
El 31 de mayo de 2013, después de una vida entera dedicada a las letras, fallecía en Buenos Aires, a los 87 años, el poeta argentino Horacio Armani
Poeta, dramaturgo, crítico y libretista inglés. Ejerció una gran influencia en la poesía del Siglo XX
Poeta palestino nacido en Boquai’a, de la alta Galilea, una aldea que no está reconocida oficialmente.
Nació el 31 de mayo de 1819 en West Hills, Estados Unidos. Fue el segundo de nueve hermanos y pasó una infancia marcada por las dificultades económicas.
La historia de la literatura abunda en ejemplos de amistades a toda prueba y de profundos desencuentros entre poetas y escritores de indudable valor.
La iniciativa redujo el período permitido para el aborto de 12 a seis semanas de gestación.
En una de sus últimas colecciones poéticas aborda su labor como escritora ante el lector; uno de tales poemas se refiere a la muy conocida frase de la cultura árabe que reza: “el sentido se halla en el ombligo del poeta”.
Por su temática, la poesía de la nicaragüense Claribel Alegría (1924-2018) se inscribe en la tradición de la lírica universal: el amor, el olvido, la muerte.
Estudió jurisprudencia en la UNAM, pero pronto se decantaría por la literatura.
El séptimo canto de Más allá canta el mar, la gran epopeya del poeta cubano Regino Pedroso.
Escritor, ilustrador y artista conocido por su poesía nonsense y sus Limerick.
La poetisa se ocupa de la figura femenina real detrás de la musa y se pregunta quién fue Violante.
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Escrito por Tania Zapata Ortega
Correctora de estilo y editora.