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Los aranceles son un mecanismo que los gobiernos utilizan para proteger a sus sectores industrial, comercial y agropecuario, además de que con ellos obtienen más ingresos fiscales de forma inmediata. ¿Cómo funcionan? Si un país exporta a otro una mercancía (acero, por ejemplo) y el precio de ésta es menor a la que se produce en la nación importadora, entonces ésta impone un arancel a la mercancía extranjera a fin de “equilibrar” su precio con el local, aunque en realidad se trate de una competencia desleal.
Los gobiernos de Estados Unidos (EE. UU.) siempre han querido mantener su hegemonía comercial internacional, pero como en el primer cuarto del Siglo XXI ésta se halla notoriamente a la baja, el actual mandatario estadounidense, Donald Trump, quiere revertirla con la amenaza de imponer aranceles a algunas mercancías que su país importa de México, Canadá y China. Con estos golpes pretende “ablandar” a sus socios comerciales y “debilitar” a China. Pero el tiro va a salirle por la culata, a menos que sólo sea una bravuconada.
Una “bravuconada” con la que Trump quiere revisar antes del tiempo previsto el Tratado México, Estados Unidos, Canadá (TMEC) para que sus convecinos de Norteamérica se sometan a los intereses y los abusos del comerciante imperialista y se queden callados. Se trata, pues, de una estrategia de negociación típica de la escuela empresarial: capitalista que ataca con amenazas creíbles pero posibles que obligan a sus competidores débiles a cumplirlas y silenciarlas.
Trump ha impuesto aranceles del 25 por ciento al acero y al aluminio. ¿Qué sangría financiera causará a los acereros mexicanos que venden estos metales en EE. UU.? En 2024, México exportó al país vecino 327 mil 116 toneladas de acero, con un valor comercial de 304 millones 516 mil 455 dólares (nmás noticias, 10 de febrero de 2025). En ese entonces, la tonelada de acero era de 934 dólares. Con ese mismo precio y el arancel de Trump, la tonelada de acero sería de mil 167.5 dólares, alza que pondría en problemas a los importadores gringos de acero mexicano.
Es decir, quienes van a sufrir más con el incremento súbito de este metal serán los industriales de EE. UU., aunque los exportadores van a enfrentar una muy sensible baja en sus exportaciones; sin embargo, la medida impuesta por Trump afectará más a sus empresarios, por lo que pareciera que se trata de una guerra interna en contra de ciertos sectores con los que el magnate en funciones de presidente tiene rivalidad y a los que quiere perjudicar para favorecer a otros sectores. Veamos.
Trump, según sus declaraciones públicas, quiere obligar a la ciudadanía de su país a comprar el acero estadounidense. Pero, ¿qué pasará si el acero local no es suficiente para abastecer la demanda interna? Tendrá que importarlo y, debido al arancel del 25 por ciento, adquirirlo a un precio mayor, por lo que los sectores que dependen del acero exterior sufrirán grandes pérdidas y quebrarán, como lo demuestran la siguiente información general y estadística.
El país que más acero produce en el mundo es China, con mil cinco millones de toneladas; le siguen India, con 149.6 millones de toneladas; Japón, con 84 millones; EE. UU., con 79.5 millones (y una reducción del 2.4 por ciento con respecto a 2023); y Rusia, con 70.7 millones de toneladas. Como se ve, tres de los cinco mayores productores de acero (China, India y Rusia) forman parte del grupo de los BRICS y producen mil 225.3 millones de toneladas, mientras que EE. UU. y Japón sólo producen 163.5 millones de toneladas.
En otras palabras, tres países BRICS producen 7.4 veces más acero que EE. UU. y Japón, pero lo que resulta más increíble es que en la Unión Americana, Trump y sus seguidores creen que con aranceles van a quebrantar económicamente a China y desincentivar la producción de acero entre los BRICS. Los primeros indicios de la orientación equívoca de esta medida se han reflejado ya en la caída de las bolsas de valores y aun en unas palabras del Secretario de Comercio de EE. UU., quien habló de la posibilidad de ablandar la imposición de aranceles.
Con respecto al impacto que la aplicación de aranceles tendría en México, la Cámara Nacional de la Industria del Acero (Canacero) dijo que lo llevarían a una recesión, que el tipo de cambio del peso frente al dólar sería superior a los 22 pesos, se incrementarían los costos de producción de las empresas, habría mayores presiones inflacionarias y se afectaría el poder adquisitivo de las familias. Además, esto generaría presiones inflacionarias en Estados Unidos, afectando principalmente a los consumidores”.
Además, un análisis de la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) en su página de Internet advierte que en el país se hallan en alto riesgo de pérdida miles de empleos y decenas de inversiones internacionales debido al alto grado de integración productiva e interdependencia industrial entre ambas naciones, ya que el 52 por ciento del acero que exporta EE. UU. llega a México, y el 75 por ciento de las exportaciones de acero mexicano tienen como destino la Unión Americana.
Quienes se empeñan en ver al país vecino como la única y la mejor opción comercial, el actual conflicto debiera convencerlos de que México tiene que sumarse a la propuesta de integrar un mercado latinoamericano, así como voltear los ojos hacia el grupo de los BRICS y, en específico, a China y Rusia. Si tu mejor socio comercial te golpea e insistes en seguir a su lado, ello quiere decir que eres masoquista y que, como dice un viejo dicho popular, “lames como un perro la mano que te ata”.
También hay que decir que la actual medida comercial de Trump, en vez de reflejar la gran capacidad de coerción que antes tenía el imperialismo yanqui, evidencia el grave proceso de decadencia en que éste se encuentra. ¿Cómo puede creer Trump que los 79.5 millones de toneladas que produce su país podrían competir con los mil cinco millones de toneladas que genera China? El gobierno de México debe entender esto y, por lo mismo, debe incorporarse al grupo de los BRICS. Pero, por supuesto, eso no va a suceder con el gobierno de Morena.
Es por ello que debemos educarnos, organizarnos y tomar el poder político nacional para que, con la fuerza del pueblo, podamos lograrlo.
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Escrito por Brasil Acosta Peña
Doctor en Economía por El Colegio de México, con estancia en investigación en la Universidad de Princeton. Fue catedrático en el CIDE.