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Vuelos de libertad
Las aves han desempeñado varios papeles fundamentales a lo largo de la historia humana, desde ser fuente crucial en los ecosistemas, hasta servir como objeto de tranquilidad a la cansada y ajetreada alma de los trabajadores.
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Las características más prominentes de las aves son la posesión de alas, huesos huecos y sacos aéreos en su sistema respiratorio que les permiten cargar sus cuerpos ligeros, desafiando a la gravedad. Poseen también un hueso en el pecho llamado quilla que les facilita el desarrollo de músculos más fuertes y grandes para el uso de sus alas en el vuelo. Sin embargo, no todas las aves vuelan, es el caso del avestruz, los pingüinos, el extinto pájaro Dodo, los emúes originarios de Oceanía, las gallinas, los kiwis de Nueva Zelanda, entre otras.

Las aves tienen una función crucial en los ecosistemas: mueven el polen entre las flores, ayudando a la reproducción de las plantas, y dispersan las semillas al alimentarse de los frutos. Son también importantes en la agricultura, ya que comen insectos, micromamíferos y cadáveres de otros animales, ayudando así a controlar plagas. Un clásico ejemplo es la lechuza, el mejor raticida natural; se cree que una familia de lechuzas de campanario puede devorar más de un centenar de ratones a la semana. Aunado al papel biológico, las aves poseen una belleza excepcional gracias a su plumaje y al melodioso canto de muchas de ellas. Es por ello que tienen también una gran importancia cultural.

En América, la mayoría de las culturas indígenas practicaban el arte plumario, que se desarrolló principalmente entre los aztecas. Eran los amatencas quienes practicaban el oficio, ellos se encargaban de confeccionar indumentarias con coloridas plumas. Éstas representaban poder; quienes vestían cualquier artefacto hecho de plumas preciosas pertenecían a los altos estratos de la estructura social. Así se explica la creación del “penacho de Moctezuma”, creado principalmente con plumas de quetzal.

Las aves están muy bien representadas en la mitología azteca. El mito versa que mientras la Coatlicue, madre de todos los dioses, barría en las faldas de la Montaña de la Serpiente, cayó del cielo una bola de plumas finas que ella colocó en su seno, quedando así embarazada de Huitzilopochtli que, a su vez, significa en náhuatl colibrí zurdo, y era el dios de la guerra y patrono de los mexicas. Quetzalcóatl, la serpiente emplumada, era el dios creador del hombre. Otra prueba de la importancia de las aves para los aztecas fue el zoológico creado por Moctezuma, llamado Totocalli, que albergaba quetzales, águilas reales, faisanes, guacamayas, pericos y patos, entre otros. En este zoológico había también personas encargadas de recoger las plumas que serían trabajadas por los amatencas. 

Las aves han estado siempre presentes en la cultura popular; son comunes en refranes, fábulas, canciones y poemas. Recordemos a “la calandria” famosa por la interpretación de Pedro Infante o al “gavilán pollero”; las golondrinas de Bécquer; o el “himno a los bosques” de Manuel José Othón.

Vemos pues que el hombre ha estado estrechamente relacionado con las aves, éstas han sido motivo sobrado de inspiración para la creación de las distintas manifestaciones y creencias culturales.

Además, la observación de aves al aire libre es una de las actividades más bellas que puede realizar el ser humano para la recreación y relajación de su espíritu. Pues las largas y malpagadas jornadas de trabajo, así como las múltiples preocupaciones personales y familiares abruman a las personas día con día. Lo que el sistema capitalista nos ofrece para recrearnos generalmente implica el gasto de dinero que no tenemos. La observación de aves ayuda a desarrollar nuestros sentidos, a despertar del ensimismamiento. Escuchar y ver a un cardenalito, a los jilgueros, calandrias, gorriones o cenzontles en libertad proporciona un soplo de tranquilidad a la cansada y ajetreada alma de los trabajadores, es un ejercicio gratuito que nos sensibiliza profundamente.


Escrito por Celina Aguiar Parra

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