Reportaje Especial
Terrorismo de la CIA contra el orden multipolar
El gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) está pasando de las agresiones abiertas de las cañoneras a las acciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para subvertir la estabilidad política y económica de las naciones que forman parte del naciente orden multipolar.
El gobierno de Estados Unidos (EE. UU.) está pasando de las agresiones abiertas de las cañoneras a las acciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) para subvertir la estabilidad política y económica de las naciones que forman parte del naciente orden multipolar.
En América Latina, región de interés estratégico para el imperialismo estadounidense, Washington está recurriendo hoy a esta entidad terrorista con un objetivo prioritario: alejar a sus competidores comerciales aun sin considerar el riesgo de que los resultados sean contrarios a los que espera.
El pasado 15 de octubre, el presidente Donald Trump ordenó a la CIA ejecutar en Venezuela acciones clandestinas, incluso violentas. El experto en seguridad nacional Kevin P. Riehle explicó que esta medida se ajusta al Artículo 3093 del Título 50 del Código de EE. UU., que define las misiones encubiertas como “una o varias acciones del gobierno para influir en las condiciones políticas, económicas o militares en el extranjero, donde se pretende que el papel del gobierno no sea evidente ni se reconozca públicamente”.
Para financiar las acciones subversivas en otros países del mundo, la llamada “comunidad de inteligencia” de la Casa Blanca dispone este año de 73 mil 400 millones de dólares (mdd), además de 28 mil 200 mdd para el Programa de Inteligencia Militar.
Esta colosal capacidad económica anticipa que Venezuela será escenario de actos de barbarie pocas veces vistos: asesinatos selectivos, sabotajes, torturas, atentados rurales y urbanos, incitaciones a la violencia, distorsión informativa, falsificación de moneda y otros más.
Tampoco se descarta que después de tales agresiones, la neofascista cúpula estadounidense extienda sus acciones de terror contra países solidarios con Venezuela, como Colombia, Rusia, China y Nicaragua; pues para Trump es impensable una defensa común latinoamericana como la formulada por el presidente colombiano Gustavo Petro.
La violencia es de utilidad esencial en las prácticas imperialistas. Así lo recordó el ministro de Relaciones Interiores de Venezuela, Diosdado Cabello, luego del anuncio-amenaza del magnate: “No hay pueblo de esta América, o asesinatos de líderes de esos pueblos, que no haya propiciado la CIA. Pregúntenle hasta en los propios EE. UU.”.
El ministro quizás se refirió a la operación de espionaje que el gobierno de EE. UU. realizó sobre las comunicaciones de miles de ciudadanos estadounidenses, que reveló en julio de 2013 el analista de la CIA, Edward Snowden, cuando difundió cientos de miles de archivos de este ente.
Un plan ambiguo
El gobierno estadounidense no ha definido una estrategia de poder inteligente que cohesione a su país con la región con base en la cooperación económica y la seguridad, como apunta el especialista en defensa, Andrew Haanpaa.
La agenda de Washington contempla todos los escenarios para actuar en Venezuela y en cualquier lugar del planeta. Su campaña terrorista busca hacerse del poder político, ya sea mediante acciones encubiertas, golpes militares o una “revolución de colores” en la que Marco Rubio escolte hacia el Palacio de Miraflores a la violenta Premio Nobel de la Paz.
Sin embargo, es un plan ambiguo; y sus contradicciones indican que detrás hay un objetivo más amplio. En principio, resulta paradójico que Trump opte por la acción encubierta, cuando en El Caribe hay 10 mil marines a bordo de acorazados y submarinos nucleares en espera de una orden para invadir Venezuela.
Es un hito en la historia injerencista de EE. UU. que un presidente alardee con la intención ilegal y violatoria del derecho internacional de deponer a un gobierno electo, pacífico y miembro de la Organización de las Naciones Unidas (ONU).
Trump cometió un doble error porque, además de difundir una operación encubierta –cuyos objetivos y acciones deben ser secretos– violó también la reserva que exige el Congreso para la ejecución de operaciones de inteligencia o militares.
Otra cuestión inquietante radica en que los golpes de Estado de la CIA ya no son fenómenos propios del Siglo XX. En cuanto Trump invocó a esta agencia, reconoció que la Casa Blanca sirve abiertamente a las grandes empresas corporativas trasnacionales; es decir, las compañías petroleras, tecnológicas, mineras, farmacéuticas, agroindustriales y otros grandes actores del capitalismo imperialista dictan la hoja de ruta al presidente para satisfacer sus intereses.
Puso en evidencia, asimismo, que las asonadas militares y acciones encubiertas de las décadas de 1960 y 1970, que la Casa Blanca promovió y dotó con una fachada legal y democrática, fueron igualmente infractoras y cínicas, como la recién ordenada por Trump contra Venezuela.

La “compañía”
Aunque opera en la sombra y la secrecía, las acciones subversivas de la CIA (la compañía) son muy conocidas en EE. UU. y el mundo. Hasta en los videojuegos se ubica el 1000 Colonial Farm Road, en Langley, condado de Fairfax, Virginia, como el domicilio de un ente cuyas siglas son asociadas desde hace siete décadas con el crimen político, financiero y mediático.
La misión prioritaria de esta agencia de inteligencia consiste en abrir el paso al capitalismo estadounidense donde sea y como sea. Cuando la dirigió George H.W. Bush, entre 1975 y 1977, se multiplicaron los golpes militares, el adiestramiento a torturadores y dominó el tenebroso Plan Cóndor en Latinoamérica. Su elección como presidente de EE. UU. (1989-1993) se atribuye a estos méritos.
La agencia ejecuta actividades que facilitan los objetivos de la política exterior estadounidense y ahora amplía su presencia sobre línea y redes sociales en América Latina, apunta la analista Kaeten Mistry.
El binomio CIA-ONG’s maniobró mediante golpes blandos y “revoluciones de colores” que consumaron cambios de régimen en el Medio Oriente y Europa oriental. Muchos de estos movimientos se promovieron gracias al robo de datos, refiere el Informe 2023 sobre ciberataques de la República Popular China (RPCh).
Sus agentes se infiltraron en sectores vitales, sedujeron a militares –que luego asestaron golpes– y promovieron cacerolazos entre la despolitizada clase media. Hoy cultivan la falta de análisis crítico en los millones de usuarios de redes sociales y audiencias en medios impresos y audiovisuales, mediante la inducción de contenidos engañosos.
Líderes de opinión, influencers, youtubers y figuras de la pasarela virtual atrapan la confianza pública, manipulan emociones, usan y abusan de los conceptos libertad, democracia y dictadura en mensajes que se viralizan.
Una operación encubierta de inteligencia captura a miles de jóvenes en sus casas, escuelas, empleos, gimnasios o centros de formación artística. Millones de personas son los tontos útiles, los poliezny manipulados que sirven al imperialismo.
No todo es fácil. Hoy, un cambio de régimen implica tres mecanismos: guerra económica (bloqueos, sanciones para que los ciudadanos rechacen a su gobierno); campaña de desinformación y la guerra legal (lawfare), revela el fundador del Informe de Geopolítica Económica, Stansfield Smith.
El aleccionamiento a la disidencia con estos mecanismos es tarea del Departamento de Estado del gobierno estadounidense mediante sus agencias USAID y NED. Como Trump les recortó fondos, hoy, la oposición venezolana se sostiene con donativos de Human Rights Watch, Amnistía Internacional, las fundaciones Open Society, Ford y Heritage, el Instituto Republicano Internacional y el Instituto Nacional Demócrata.
A cada donante le interesa posicionarse en el escenario venezolano con la fachada de la defensa de los derechos humanos. Por ello son caja de resonancia de esa oposición cada vez más violenta.
Frente Venezuela
Trump no informó si la CIA ya opera un plan golpista en Venezuela o adoptará una nueva fase a partir de octubre. El debut criminal de la compañía en la región fue en 1954 con el golpe contra Jacobo Árbenz, expresidente de Guatemala. En 1959 atacó en múltiples frentes a Cuba y en 1973 urdió el golpe contra Salvador Allende en Chile, la guerra económica en Jamaica y desestabilizó e invadió Granada.
La huella de sus agentes quedó en el escándalo por el suministro de armas a La Contra en Nicaragua y se proyectó en múltiples actos injerencistas en la región. Ahora se afana persistentemente para cambiar el régimen en Venezuela con actos subversivos de la oposición, sanciones, desabasto de alimentos y otros bienes básicos.
La actual escalada en Venezuela es la secuela del objetivo ya viejo de EE. UU. por eliminar a la Revolución Bolivariana. Su primera acción consistió en el golpe empresarial de 2002, urdido semanas antes por funcionarios de EE. UU. que se reunieron con militares venezolanos y opositores –como el empresario Pedro Carmona–, según reveló el diario The Guardian.
Por ello, durante su gestión, Hugo Chávez acusó a EE. UU. de emprender operaciones encubiertas. Después de la muerte de éste, surgieron pruebas que respaldaron sus afirmaciones y que unos llamaron paranoicas, explicó el portal Jalalands.
En junio de 2018, en la primera presidencia de Donald Trump, se intentó frustrar la reelección de Nicolás Maduro, pero fracasó. Un mes después, el diario británico Telegraph reveló que Trump planteó “repetidamente” la idea de la invasión a Venezuela ante asesores y líderes de países sudamericanos.
El cuatro de agosto intentaron asesinar al presidente Maduro con drones. EE. UU. mencionó que era una fantasía del venezolano y think tanks afirmaron que sería un ataque de “falsa bandera”. Sin embargo, se confirmó que sicarios venezolanos y opositores radicados en Brasil habían urdido el plan con apoyo logístico y financiero de EE. UU., según Bloomberg.
Un mes después escaló la agresión verbal de la Casa Blanca y anunció que preparaba “una serie de acciones” para aumentar la presión sobre Caracas; el director de la USAID advirtió a The Washington Post: “Maduro tiene que irse”.
En ese contexto de guerra híbrida contra los venezolanos, en 2019, el fundador de la firma de mercenarios Blackwater, Erik Prince, ideó desplegar hasta cinco mil mercenarios a nombre del impostor Juan Guaidó para iniciar operaciones que crearan un clima de desestabilización general. El financiamiento provendría de miles de millones de dólares en activos venezolanos confiscados por los gobiernos aliados de EE. UU., reportó Reuters.
Esa versión confirma que la CIA y sus operaciones de desestabilización no son nuevas. Por ello, en mayo de este año, el ministro de Defensa venezolano, general Vladimiro Padrino, denunció: “Hay un plan deliberado para arrancarnos el Esequibo a través del Comando Sur y la CIA”.
El oficial se refería a la disputa territorial entre Venezuela y la Guyana por la soberanía de la región del Esequibo, cuyo potencial petrolero se estima en 17 mil millones de barriles. Si Guyana gana el diferendo, controlarían ese recurso petroleras como Exxon Mobil, cuyo director ejecutivo fue Rex Tillerson, exsecretario de Estado en la primera gestión de Donald Trump.
Tillerson se enfrentó con Hugo Chávez cuando exigió a las petroleras el pago de regalías; por ello, el venezolano nacionalizó los activos de Exxon valorados en 10 mil mdd. La represalia llegó cuando Exxon anunció el descubrimiento de petróleo en el mar de Esequibo a unas horas de que asumiera como presidente el golpista y exgeneral David Granger.
Hoy, Venezuela reclama esa zona marítima y su petróleo en un diferendo que data de más de 100 años y que Guyana llevó a la Corte
Internacional de Justicia, asesorado por el Departamento de Estado y muy frecuentado por dirigentes de la CIA. Como siempre, los recursos que EE. UU. destina a esa batalla legal, unos 20 mdd, provienen de los activos venezolanos, refiere The Observer.
LA FALIBLE CIA
Pese a disfrutar de financiamiento colosal, nada garantiza el éxito de la CIA. Una razón es que ha subestimado la capacidad del adversario, como ocurrió en el inicio de la Guerra Fría con la fallida Operación Medias Rojas (1949), que lanzó en paracaídas a 85 comandos sobre Ucrania para enfrentar al Ejército Soviético.
Pero la mayoría fueron capturados, poniendo en ridículo a la agencia de EE. UU. que, sin percatarse de su fracaso, envió más agentes a Ucrania porque la contrainteligencia soviética enviaba reportes falsos.
Dos años después, la CIA y el M16 británico fracasaron rotundamente en su intento por derrocar al gobierno de Albania en la Operación Valuable.
Sus mercenarios fracasaron en invadir Cuba por Playa Girón (1961), y sus agentes no informaron sobre el despliegue de misiles soviéticos en La Isla (1962).
Fue notable la negligencia de sus agentes ante el estallido de la Revolución Islámica (1979), cuando afirmaron que no peligraba el régimen del Sha Mohammed Reza Pahlevi.
Ahora que se cumplen 14 años del asesinato del líder libio Muammar el-Khadafi, se difundió la versión de que éste colaboró con la CIA; un relato inverosímil si se considera que, en ese país, la agencia operó para dividirlo y abrir la vía a la intervención de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN).
La mera existencia de una Cuba socialista, una Rusia que se reposiciona en el mundo, una Nicaragua sandinista y otros gobiernos antihegemónicos demuestran la falibilidad de la CIA.

LA CIA EN UCRANIA: AMISTAD PROFUNDA
En 2015, el teniente general y jefe de la agencia de inteligencia militar de Ucrania, Valeriy Kondratyuk, llegó a Washington. Su misión era persuadir a sus colegas para fortalecer su agencia ante la “amenaza” de injerencia rusa. Y para lograrlo, ofreció a los funcionarios cientos de documentos militares rusos secretos, narró en su reportaje publicado en ABC News, el periodista especializado en Rusia, Patrick Reevell, en enero de 2025.
Kondratyuk sabía que la CIA ya cooperaba con la inteligencia ucraniana desde 2014 en el marco de las protestas del Maidán. Tras su negociación en Washington, inició una nueva etapa de colaboración “profunda”. Entonces, a cambio de que Ucrania “se defendiera del Kremlin”, los antiguos enemigos de EE. UU. se transformaron en sus socios más confiables, según Kondratyuk.
La CIA dio millones de dólares para formar y equipar a oficiales de inteligencia, construyó y reconstruyó una docena de bases secretas de operaciones avanzadas en la frontera con Rusia, con la Dirección Principal de Inteligencia Ucraniana (HUR).
La CIA y la HUR realizaron operaciones conjuntas en todo el mundo con un nivel de confianza sin precedentes, admitió a ABC News el exjefe de la inteligencia británica M16. Una fue la Operación Goldfish (2016), cuando la CIA otorgó a Kiev tecnología de comunicaciones seguras y tácticas de combate en la frontera con Rusia.
También formó la Unidad 2245 que, según Kondratyuk, falló en su intento de colocar explosivos en una base de helicópteros rusa en Crimea.
Después de la Operación Especial Militar rusa en 2022, el intercambio fue crucial: inesperadamente, la HUR atacó con fuerza a los rusos, reporta Reevell, quien no sostuvo la declaración del director de la CIA, William Burns, en ese momento.
Escrito por Nydia Egremy
Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.