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La información respecto de la crisis desencadenada por el coronavirus (Covid-19) fluye con una velocidad impresionante. Es difícil no sentirse abrumado, sobre todo cuando la mayoría son malas noticias: muertes, proyecciones sobre el número de infectados, pronósticos sobre la contracción económica y la cantidad de empleos que se perderán, etcétera.
El mayor énfasis se pone en las medidas que los gobiernos están tomando para responder a la crisis y hay razones de sobra para que así sea. Por ejemplo, en el caso de nuestro país, el Centro de Estudios Espinosa Yglesias estima que la crisis desencadenada por el coronavirus mandará a la pobreza por ingresos a 21 millones de mexicanos más, para sumarse a los 62 millones que ya están en esa situación. Si a esto añadimos la actitud de un Presidente que se niega tozudamente a reasignar parte del presupuesto dedicado a sus megaobras, o a aceptar la necesidad de un déficit fiscal, hay elementos suficientes para centrar la atención en las consecuencias de corto plazo.
Pero la crisis por la pandemia revela, o al menos hace más evidentes, varios aspectos profundos del sistema capitalista en cuanto tal. Uno de ellos es que la distribución de los recursos a las distintas actividades productivas no siempre responde a las necesidades sociales. El economista escocés Paul Cokshott lo plantea de la siguiente manera: “viene una crisis, sea guerra o pestilencia, e incluso los gobiernos capitalistas rápidamente ven la necesidad de la planificación de la fuerza laboral y la diferencia entre sectores esenciales y no esenciales”. Pues bien, en las últimas semanas, nos hemos encontrado con gobiernos capitalistas que comienzan a sacar a ciertos sectores esenciales de la lógica del mercado.
La escasez de bienes que ahora resultan de vida o muerte como mascarillas, batas y ventiladores, y la incapacidad del mercado para solucionarla, han generado presión popular para reasignar recursos a la producción de estos bienes. En Estados Unidos la señal de inicio la dieron los trabajadores de la empresa General Electric, que el pasado 27 de marzo organizaron protestas para exigir el uso de las instalaciones y los recursos de la fábrica para producir ventiladores en lugar de motores de jets.
Una presión similar, proveniente de otros sectores llevó al gobierno de Donald Trump a emitir la Ley de Alarma General, que obliga a diversas industrias a producir bienes esenciales para resistir a la pandemia. De tal modo que ahora en EE. UU., varias empresas de la industria automotriz, entre ellas General Motors, están produciendo ventiladores para hospitales. En Italia, el país europeo más castigado por el Covid-19, el descontento popular ha generado políticas que obligan a empresas de la industria textil a producir batas, mascarillas y otros insumos médicos que son indispensables en este momento. Será cuestión de tiempo para que otros países implementen políticas similares.
¿Estas medidas son necesarias únicamente en periodos extraordinarios definidos por pandemias o guerras?
Esta pregunta surge a la vista de un hecho insoslayable: que con o sin este tipo de problemas, la humanidad enfrenta a diario retos de vida o muerte como el cambio climático, la pobreza, el hambre, entre otros que, además, se agravan preocupantemente y solamente los más optimistas o ingenuos consideran que pueden solucionarlos, dejando todo a las fuerzas del mercado o con las tibias regulaciones aplicadas por los gobiernos que sirven a la élite económica de sus países y del mundo.
En las pocas líneas que Carlos Marx dedicó al socialismo (a cómo sería un gobierno socialista), habló de una regulación sobre el proceso de producción con la que los productores libremente asociados estarían conscientes del metabolismo continuo existente entre la sociedad y la naturaleza. En otros términos: la base del socialismo es la planificación democrática de la economía y la capacidad de decisión de las comunidades sociales para orientar sus metas de trabajo y el destino de sus recursos productivos. Si la crisis se desencadenara por la pandemia, nos muestra la urgencia de activar estos principios; entonces no todos los padecimientos habrán sido en vano.
Las autoridades sanitarias creen que, con base en las actas de defunción, la pandemia ha dejado más de 376 mil muertos en el país y estiman que México acumula en realidad 3 millones 547 mil 398 casos de contagio.
A pocos meses de que concluya el sexenio, la economía de Durango lucha aún por recuperarse de los estragos causados por la pandemia.
Este 20 de julio comenzará el suministro del biológico Sputnik V en cualquier sede abierta en la Ciudad de México a cualquier persona mayor de 30 años sin importar su domicilio.
La inyección fue diseñada por el Centro Estatal de Virología y Biotecnología 'Vector', en Siberia.
La jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, descartó que se cancele el regreso a clases presenciales en la CDMX.
En tanto, los casos confirmados subieron a mil 510, de los cuales el 5.6 por ciento son graves, agregó.
Si no hay suficiente dinero, que se suspendan las obras faraónicas y, si todavía no alcanza, que se pida prestado, se trata de la vida de los mexicanos que soportan bajo sus espaldas al país.
En la primera semana de julio México tuvo otro máximo de contagios al haber registrado 32 mil 395 casos de coronavirus en lo que va de la quinta ola de Covid.
La sexta ola de Covid-19 ya está en México, aunque los casos graves o decesos siguen en niveles bajos, los contagios sí repuntaron de manera acelerada en los últimos meses.
El alcalde Wilman Monje Morales, señala que las medidas indicadas implican la restricción de tránsito en la vía pública.
“He exhortado a gobernantes en todo el mundo que garanticen que para esta época del año próximo se haya vacunado el 70 por ciento de la gente en cada país”.
Al imperialismo estadounidense solamente le interesan los recursos africanos, no las personas. El presidente de Estados Unidos (EE. UU.), Donald John Trump, calificó al riquísimo continente como “hoyo jodido”.
Según la OMS, el mundo contabiliza casi 16 millones de casos confirmados al nuevo coronavirus y lamenta el deceso de unas 640 mil personas a causa de la Covid-19.
"No es una donación, estamos pagándolas, pero si el gobierno ruso no lo permitiese, pues no podríamos tener acceso a ellas el día de hoy".
El secretario general de Naciones Unidas, António Guterres expresó que este no es el momento de reducir el financiamiento al organismo.
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Escrito por Jesús Lara
Licenciado en Economía por El Colegio de México. Doctorante en Economía en la Universidad de Massachusetts Amherst de EE.UU.