El gobierno oligárquico de Estados Unidos (EE. UU.) usa el dólar con acciones bélicas en todo el planeta como un arma imperial para socavar estados antihegemónicos y provoca crisis financieras que aumentan la desigualdad global.
Cargando, por favor espere...
Poco o nada de lo que se ha informado en los grandes noticieros de televisión y en redes sociales en los últimos días sobre lo que ocurre en Venezuela posee un tono inocente o un genuino afán de veracidad. Aprovechando el conocimiento histórico superficial y la atención absorbida por las preocupaciones inmediatas de la clase trabajadora, estos medios insisten machaconamente en un discurso maniqueo que justifica la narrativa de unos “estadounidenses buenos y salvadores” contra un “dictador malo”. Sin embargo, un breve repaso histórico basta para recordar que, si hay un país que ha impulsado y sostenido regímenes abiertamente dictatoriales en América Latina, ése ha sido precisamente Estados Unidos (EE. UU.). Como muestra: existen documentos desclasificados de la CIA que evidencian el apoyo político, financiero y militar de este país imperialista a genocidas como Augusto Pinochet en Chile (1973-1990), así como a la dictadura cívico-militar en Argentina (1976-1983), regímenes que asesinaron a miles de personas y violaron sistemáticamente los derechos humanos. Ahora bien, nuestro vecino del norte nunca condenará actualmente la falta de democracia en Arabia Saudita o en Qatar, países donde, según informes de la ONU, se han probado violaciones a los derechos humanos. Tampoco hará válida la condena internacional contra Benjamín Netanyahu, primer ministro de Israel, autor intelectual del genocidio en Palestina. No, nada de eso recibirá su condena; porque, justamente, no existe una lucha genuina por la democracia y los derechos humanos, ese cuento oculta una verdad más simple: EE. UU. llamará dictadura a aquellos gobiernos que no se subordinen a sus intereses.
Los grandes medios de comunicación ahora propagan la nueva retórica centrada en el “combate al narcotráfico” para justificar las intervenciones estadounidenses. Sin embargo, omiten que documentos oficiales de la CIA desclasificados no proporcionan evidencia concluyente que respalde la existencia del llamado “Cártel de los Soles” venezolano, una entidad frecuentemente citada pero escasamente documentada que se utiliza para criminalizar al gobierno de Nicolás Maduro. Esta estrategia mediática ignora además una paradoja fundamental: EE. UU., autoproclamado “policía global antidrogas”, presenta las tasas de consumo de sustancias ilícitas más altas del mundo (según reportes oficiales, en 2022, más de 49 millones de personas trastornadas por consumo de sustancias psicotrópicas). Surge entonces una pregunta incómoda: ¿cómo un país con agencias como el FBI, la CIA, tecnología avanzada y recursos casi ilimitados fracasa en proteger a su propia población? La respuesta parece residir en la profunda complicidad entre élites políticas, económicas y criminales. El narcotráfico no opera al margen del sistema, sino que está estructuralmente integrado en la economía globalizada, con bancos que lavan dinero y corporaciones que se benefician indirectamente; por ejemplo, la colaboración probada de la CIA con narcotraficantes en Centroamérica durante los años 80 para desestabilizar gobiernos socialistas. Esta “guerra contra las drogas” parece, en realidad, un mecanismo de control geopolítico.
Entonces, subyacen motivos más profundos para amenazar al gobierno venezolano: el control sobre las mayores reservas de petróleo del mundo, la necesidad de Trump de proyectar una imagen de mano dura ante su base electoral y el deseo de enviar un mensaje contundente a otros gobiernos de la región que se resisten a alinearse con su agenda, como Brasil o Colombia. Con todo, una invasión terrestre a gran escala, con ocupación prolongada, es altamente improbable: los costos humanos, económicos y políticos para EE. UU. serían astronómicos, sumiendo a la región en un conflicto que podría emular la devastación de Siria o Irak. No obstante, sería aún más ingenuo descartar por completo la acción militar; en suma, el despliegue militar funciona simultáneamente como una herramienta de presión psicológica para incentivar un golpe interno y como una espada real lista para asestar un golpe calculado.
Esta creciente agresividad por parte de EE. UU., lejos de ser una muestra de fortaleza, revela los síntomas de una hegemonía en declive. Su retórica belicista y demostraciones de fuerza unilateral responden a la erosión de su capacidad para moldear el mundo mediante el soft power, en un contexto donde el ascenso de China, la consolidación de alianzas como los BRICS y la resistencia de potencias como Rusia configuran un escenario multipolar que ya no acata órdenes automáticamente. Esta deslegitimación se profundiza por su apoyo al genocidio israelí en Palestina, que corroe su autoridad moral. En este marco, Venezuela se convierte en un tablero simbólico donde EE. UU. intenta proyectar poder y forzar cambios de régimen para enviar un mensaje a rivales y aliados. La paradoja final es que esta demostración de fuerza, lejos de afirmar su dominio, confirma que el Siglo XXI ya no será estadounidense.
El gobierno oligárquico de Estados Unidos (EE. UU.) usa el dólar con acciones bélicas en todo el planeta como un arma imperial para socavar estados antihegemónicos y provoca crisis financieras que aumentan la desigualdad global.
La historia humana es un palimpsesto de violencia, sometimiento, saqueo y genocidio. Y sobre esa carnicería, siempre se ha elevado un canto.
El movimiento resulta fundamental para todos los seres vivos; está presente en el movimiento de rotación y traslación de la Tierra.
Nació en Reading, Estados Unidos, el dos de octubre de 1879. Fue un poeta estadounidense adscrito a la corriente vanguardista en lengua inglesa.
Más de 600 actores y 32 puestas en escena estrenarán el nuevo Teatro “Aquiles Córdova Morán”
Solo el 69 por ciento de los mexicanos leyó algún material en el último año, una caída de 15 puntos porcentuales desde 2016, según el INEGI.
Ningún mexicano que esté medianamente informado desconoce que la cultura en México es inaccesible para las mayorías debido a que los gobernantes actuales (Morena) y los anteriores (priistas y panistas) no destinan ni destinaron recursos económicos suficientes para promoverla e impulsarla.
Producir, dirigir e interpretar un filme de alta calidad artística en la actualidad requiere la participación de muchos profesionales especializados en las distintas actividades que intervienen en el proceso creativo de una obra cinematográfica.
Poetas acráticos es el nombre que Julio Molina Núñez y Juan Agustín Araya (Óscar Segura Castro) dan, en Selva lírica.
Fue conocido por sus poemas que rompen con toda estructura tradicional, incluyendo usos poco ortodoxos de la puntuación.
La realidad presente y la historia nos alertan de que el peligro es real.
La sociedad capitalista cosifica a la humanidad.
Una de las figuras más influyentes y controvertidas de la literatura modernista del Siglo XX, perteneciente a la “generación perdida”.
En el Siglo XVIII, la burguesía era una clase revolucionaria que, junto a sus mejores representantes ideológicos, conformaron la Ilustración, sepultando al irracional oscurantismo feudal con las armas de la razón y la verdad.
Es la poetisa uruguaya Juana de Ibarbourou referente obligado para entender la participación femenina en el modernismo.
La violenta historia de Estados Unidos en Latinoamérica
Chimalhuacán enfrenta colapso de servicios básicos y falta de transparencia
Anuncian cortes de agua en colonias del Estado de México
Madres buscadoras hallan 400 bolsas con presuntos restos humanos en Jalisco
Cae índice de aprobación de Sheinbaum
El dólar, arma de guerra imperial
Escrito por Marco Aquiáhuatl
Licenciado en Historia por la Universidad de Tlaxcala y Licenciado en Filosofía y Letras por la UNAM.