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Cuántas veces hemos tenido la duda de si tomar un medicamento alopático o un té para curar algún malestar o disminuir el síntoma de una enfermedad. Esta pregunta nos la hemos hecho todos y es muy frecuente. Cada día somos bombardeados por anuncios que ofrecen productos que hacen curas milagrosas de cualquier enfermedad y que contienen ingredientes naturales e inertes y no elementos químicos o artificiales que resultan dañinos para la salud, enunciado con el que se genera una imagen errónea de las sustancias activas de los medicamentos como si fueran malas o nocivas.
Desde hace varios años, los químicos se han empeñado en replicar las sustancias que se encuentran en la naturaleza con diferentes fines –el farmacéutico y el alimentario, entre otros– con base en reproducir en sus laboratorios las moléculas que se hallan en la naturaleza, práctica de la cual se ha desprendido la versión de que las moléculas naturales son mejores que las sintetizadas en un laboratorio de química. A la pregunta de si esto es cierto, la respuesta es que ambas sustancias son exactamente iguales. Sabemos que las moléculas están constituidas por átomos y que para que las moléculas sintéticas tengan los mismos efectos que las encontradas en la naturaleza deben preservar las siguientes características:
Constitución: deben contar con el mismo tipo y número de átomos. El ejemplo más notable lo ofrece la urea, la segunda molécula en obtenerse mediante síntesis química en la historia de esta ciencia. La urea se halla en grandes cantidades en la orina, al igual que en la materia fecal. La síntesis de esta molécula fue lograda en 1828 por el químico alemán Friedrich Wöhler a partir de cianato de potasio y cloruro de amonio, cuyo principal uso es como fertilizante; por ello, en muchas zonas rurales es común utilizar la materia fecal del ganado vacuno.
Conectividad: esta característica exige que además de contar con la misma cantidad de átomos del mismo tipo, éstos estén interconectados en el mismo orden, ya que si no cumplen con esta característica pueden ser cualificados como isómeros y sus propiedades físicas y químicas se ven alteradas en forma sustancial. Las estructuras del etanol y del dimetiléter contienen el mismo número de átomos, pero se conectan de forma diferente; el primero es conocido por ser un líquido incoloro y entre sus propiedades está el ser un depresor del sistema nervioso central y antiséptico, además de ser uno de los principales componentes de las bebidas alcohólicas de recreación; el segundo es un gas incoloro usado para preparar otras sustancias químicas.
Configuración: para entender esta característica tenemos que ver a las moléculas como objetos tridimensionales y no como simples estructuras en un plano bidimensional. El ejemplo más común es el de nuestras manos en un espejo, donde ambas son imágenes diferentes una de otra y no pueden superponerse, característica que se denomina “quiralidad”, que curiosamente viene del griego kéir, que significa mano. La quiralidad molecular fue descubierta por Pasteur en 1828 y puede explicarse con un simple átomo de carbono en el centro de un tetraedro; cada vértice representa un átomo diferente entre sí y al carbono mismo; si únicamente cambiamos un átomo de posición, veremos cómo estas moléculas no son superponibles entre sí, lo que significa que no son las mismas espacialmente; el resultado del intercambio espacial de átomos da lugar a estereoisómeros.
La quiralidad se encuentra presente en un sinfín de estructuras moleculares, entre ellas la más representativa es la de los ácidos ribonucleicos o los aminoácidos que conforman las proteínas. Esta última propiedad es tan importante que llega a alterar cualidades de las moléculas que podemos percibir con nuestros sentidos; en la imagen siguiente se muestra cómo la diferente posición espacial de un átomo modifica las propiedades sensoriales de una molécula.
Para finalizar, podemos decir que las moléculas obtenidas mediante síntesis química son iguales a las que se hallan en la naturaleza, siempre y cuando conserven las propiedades discutidas anteriormente; que la naturaleza ha servido de inspiración para el desarrollo de moléculas artificiales con propiedades benéficas y asimismo que es conveniente mencionar que existen otras propiedades ajenas a la estructura química de cada molécula que las hacen más o menos seguras para el consumo humano y que deben ser analizadas para saber cuándo es conveniente utilizar medicina alternativa o convencional.
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Escrito por Redacción