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La “Gran Diosa”, primera divinidad humana en la historia del hombre
Las estatuillas de Venus caracterizaron el arte europeo del Paleolítico, la etapa prehistórica más antigua y larga del Homo sapiens.
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Las estatuillas de Venus caracterizaron el arte europeo del Paleolítico, la etapa prehistórica más antigua y larga del Homo sapiens en la que éstos se dedicaron a la caza y la recolección. Eran esculturas pequeñas y medianas con vientres y pechos abultados y vulvas dilatadas con claras referencias al embarazo y el alumbramiento. Algunas están incompletas (no tienen brazos, caras y piernas) como si sus creadores hubieran querido mostrar únicamente sus rasgos sexuales. Están talladas en marfil o piedra porque debieron ser portátiles, pues el clan o la tribu las llevaban consigo mientras seguían a los animales de caza.

Imágenes halladas en 1980 en la cueva de Ignateva, cordillera rusa de los Montes Urales, muestran una figura femenina con 29 puntos rojos entre las piernas. Algunos antropólogos suponen que estos puntos posiblemente aluden al ciclo menstrual. No se han encontrado representaciones varoniles en el arte del Paleolítico con la frecuencia e importancia de las estatuillas de Venus, lo cual ha llevado a los expertos a concluir que los humanos primitivos veneraban a una “gran diosa”. Pero ¿por qué el sexo es uno de los primeros rasgos destacados en las manifestaciones del arte primitivo? ¿Por qué los órganos sexuales femeninos fueron más representados que los masculinos?

Se ha explicado que en esa época existían creencias relacionadas con el gran misterio del nacimiento, de la lactancia materna y la perturbadora recurrencia de la menstruación. Debido al largo periodo de 280 días que hay entre el acto sexual y el nacimiento, el hombre primitivo aún no había vinculado estos dos fenómenos con otros hechos. El nacimiento debía antojarse como algo realmente milagroso. Una hipótesis sugiere que el Homo sapiens pensaba que para dar a luz, la mujer recibía algún espíritu, por ejemplo de los animales, entonces considerados entidades mágicas. Por ello las mujeres mismas eran vistas como seres misteriosos y milagrosos, a diferencia de los hombres.

Las estatuillas de Venus de más reciente descubrimiento datan de hace unos 10 mil años. Este periodo es posterior a la época de la domesticación de los primeros mamíferos, que comenzó hace aproximadamente 15 mil, cuando fue domesticado el perro. Se piensa que mediante la observación del periodo de gestación de este animal, que solo dura 63 días, fue como los pueblos primitivos descubrieron, por fin, el vínculo entre el coito y la gestación. Fue así como nuestros ancestros entendieron los periodos de gestación más largos como el de la vaca, el caballo (285 y 340 días, respectivamente) y el mismo hombre. Una vez que se comprendió esta relación y se extendió a otros animales, fue posible controlar la fertilidad de ciertos animales salvajes y domesticarlos. Entonces el nacimiento, la lactancia y la menstruación fueron perdiendo su carácter de fenómenos oscuros y mágicos, lo cual se reflejó en la construcción de estatuillas de Venus.

En América no se han hallado estatuillas de Venus, pero había deidades femeninas que ocupaban posiciones relevantes en la ideología de las culturas del nuevo mundo. Es el caso de Coatlicue (diosa de todos los dioses) y Cihuacóatl (diosa del nacimiento) entre los aztecas y de Pacha Mama (Madre Tierra) y Mama Quilla (Madre Luna) en la mitología inca.

Los dioses masculinos parecen haber surgido hasta el milenio VII antes de Cristo (a. C.) –del año 7000 al 6001–, cuando la mayoría de los grupos humanos eran ya sedentarios, sin considerar a los sacerdotes o chamanes, figura principal en la ideología de los pueblos cazadores y recolectores, entre quienes fueron una fusión humano-animal (tanto femenina como masculina) que los comunicaban con los “espíritus” de los animales, las montañas y los árboles que favorecían la caza y curaban enfermedades, entre otras cosas. Colocar a los chamanes en la posición más alta de la ideología inaugural de la humanidad, que habría modificado los dos principios del culto como se conoce –la “gran Diosa” y el misterio de la fertilidad– y elevado a otro nivel de devoción el drama de la caza, el cual destaca la supremacía de los primeros grupos humanos que debieron sobrevivir a ambientes siempre desconocidos y hostiles.

 

 


Escrito por Citlali Aguirre Salcedo

Maestra en Ciencias Biológicas por la UNAM. Doctora en Ecología por la Universidad de Umeå, Suecia.


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