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La concepción materialista de la historia
La transformación mutua de lo ideal y lo material supone que la actividad material del ser humano social produce no sólo un objeto material, sino también un producto ideal.


La transformación mutua de lo ideal y lo material supone que la actividad material del ser humano social produce no sólo un objeto material, sino también un producto ideal que realiza el acto de idealización de la realidad sólo para que, enseguida, comience a tener lugar el proceso opuesto de materialización o encarnación de lo ideal.

Antonio Labriola, filósofo marxista italiano, sugiere que el proceso de objetivación o cosificación de lo ideal implica que los protagonistas históricos crean explicaciones de sus actos como si no fueran ellos quienes las hubieran realizado. Esta envoltura ideológica de las acciones humanas dificulta la percepción de las causas verdaderas de la historia. La historia misma parece cubrirse de velos que enmascaran sus auténticos motivos, y los individuos se encuentran atrapados en una red de ilusiones respecto a sus propias motivaciones. Se trata, entonces, de despojar los hechos históricos de tales envolturas para comprender sus causas reales.

Labriola advierte, sin embargo, que no se deben considerar estas ilusiones ideológicas como meros engaños o falsas apariencias desanudando la integralidad circunstancial de los acontecimientos por medio de análisis póstumos subjetivos y simplistas. Usando el ejemplo de Martín Lutero, argumenta que, aunque Lutero desconocía que la Reforma representaba un avance económico y una lucha de la burguesía alemana contra la opresión papal, su convicción de que lideraba un retorno al verdadero cristianismo le dio la fuerza para actuar como agitador y político: “¡No puedo hacer otra cosa, ésta es mi postura!”. 

La historia no se puede desvincular de la manera en que se vivió y entendió en su momento. Aunque en retrospectiva se pueden identificar las causas económicas de la Reforma, no sería adecuado simplificar los acontecimientos ignorando sus particularidades históricas y su envoltura ideológica: en la historia “carne y hueso forman un solo objeto”. 

Para Labriola, escribir la historia no significa reducirla exclusivamente al factor económico, descartando el resto de elementos como accesorios sin importancia: la historia “no es solamente la anatomía económica, sino todo aquello junto que esta anatomía reviste y cubre, hasta los reflejos multicolores de la fantasía”. Las interpretaciones ideológicas de los actores históricos reflejan formas de conciencia que, aunque influidas por condiciones materiales, también forman parte de la historia. La historia, entonces, no se compone sólo de estructuras económicas, sino también de los elementos culturales, simbólicos y subjetivos que la acompañan. Cada evento histórico incluye, como parte integral, las creencias, ilusiones y valores que guiaron a sus protagonistas.

Marx y Engels no trataron los fenómenos ideológicos, como la religión o la filosofía, de manera meramente negativa o simplista. Para el materialismo marxista, las creaciones espirituales, incluidas las ideologías, son realidades objetivas que requieren tanto interpretación teórica como tratamiento práctico. La transformación mutua entre lo ideal y lo material considera, en suma, que lo ideal se materializa en formas objetivadas que se vuelven universales y que constriñen la individualidad. Los individuos nacen en un entorno cultural que, con normas y valores históricamente establecidos, se convierte en una realidad objetiva y organizada, formando un mundo ideal que no es simplemente una ilusión; es una realidad objetiva legitimada y cristalizada socialmente.

La concepción dialéctico-materialista de la historia trata la ideología como un componente objetivo de la realidad social, criticando la perspectiva empirista que ve loideal solamente como algo imaginario o fantástico. Trata de comprender los hechos históricos dentro de su contexto específico, sin intentar separar lo ocurrido de la forma en que sucedió ni simplificarlo en análisis póstumos que desanuden su circunstancialidad específica. 

Desde esta perspectiva, el materialismo marxista no se reduce a una interpretación económica rígida de la historia; busca, en cambio, una comprensión más integral de cómo las estructuras económicas subyacentes influyen en los acontecimientos históricos. 

El análisis de los móviles en la historia, religiosos, políticos o de otro tipo, resulta esencial para entender la especificidad de cada situación histórica. Aquí, la libertad se transforma en una necesidad histórica. El materialismo marxista propone en fin superar las teorías que fragmentan la vida social en distintos factores, cada uno como fuerza independiente. En lugar de esto, sugiere una concepción orgánica y unitaria de la historia. Desde este punto de vista, no se trata de practicar una disección anatómica: “la historia es vida, y no análisis de un cadáver”. 


Escrito por Miguel Alejandro Pérez

Maestro en Historia por la UNAM.


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