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Hacia una elección de Estado
Se prepara, pues, una elección de Estado al más viejo estilo, ése que tanto condenó el ahora Presidente cuando su partido formaba en la oposición.
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Poco antes del arranque formal de las campañas políticas para la gigantesca renovación de cargos públicos en todo el país, desde la Cámara de Diputados, pasando por varias gubernaturas, hasta la mayoría de las presidencias municipales, los partidos políticos de oposición, grandes y pequeños, se alistan para competir en esta gran carrera electoral de 2021; afinan sus estrategias y se acercan unos a otros buscando alianzas como la única vía para vencer al partido gobernante.

Hace tiempo que el partido Morena cuenta con aliados incondicionales y también se prepara para mantenerse en el poder a como dé lugar, por la buena o por la mala; considera que para eso sirven el Poder Ejecutivo y el control sobre la mayoría de los diputados: para prohibir alianzas entre sus contrarios, recortar el presupuesto a los municipios ahí donde no gobierna, debilitar a sus adversarios privándolos de sus derechos y recursos financieros y apabullarlos con discursos desde la más alta tribuna, en conferencias mañaneras y giras presidenciales.

Se prepara, pues, una elección de Estado al más viejo estilo, ése que tanto condenó el ahora Presidente cuando su partido formaba en la oposición. Ésta sería la primera edición morenista de una operación fraudulenta en la que todo el gabinete y los tres niveles de gobierno intervendrían para perpetuar su dominio.

Algunos analistas sostienen que el discurso presidencial es polarizante; pero sería más exacto afirmar que su beligerancia actual no es más que un recurso para desviar la atención de los ciudadanos de los graves problemas nacionales que había prometido resolver apenas llegase a la Presidencia y que constituyen el gran adeudo de la “Cuarta Transformación” (4T) a los mexicanos. En vez de atender males como el desempleo, la pobreza, el hambre y la inseguridad, insiste machaconamente en su lucha contra la corrupción de los funcionarios públicos (que no pudo erradicar) e impulsa ya nuevas cortinas de humo.

No debe extrañarnos que el actual mandatario y su partido traten de conservar el poder a toda costa; pero en este caso, su práctica contradice los encendidos discursos a favor de la democracia y contra el fraude electoral que tantas simpatías le acarrearon en 2018. La paradoja es que ahora, cuando la realidad grita que sus promesas más importantes eran irrealizables y proliferan las críticas a su administración, AMLO se convierte en el principal impulsor de aquello que juró combatir.

Las promesas de erradicar la delincuencia, el crimen y la violencia están muy lejos de cumplirse siquiera en la medida aceptable después de año y medio de gobierno. La inseguridad es mayor que nunca; las extorsiones, los asaltos, secuestros, asesinatos y feminicidios son incontenibles; y los proyectos de bienestar social, educativo, de salud pública y de combate a la pobreza han fracasado; la incapacidad para atacar estos males se hizo más evidente. Salud, empleo y bienestar solo existen en el discurso oficial.

Antes de año y medio, el Covid-19 puso a prueba la capacidad y eficiencia de la 4T, que no reaccionó oportunamente, aunque la pandemia le “cayó como anillo al dedo”, porque el Presidente halló a quién culpar de sus fracasos. Tales son los puntos débiles del partido gobernante y las banderas que sus oponentes se aprestan a enarbolar, preparando a fondo su estrategia en la que debería jugar un papel destacado la formación de un solo bloque opositor.

 


Escrito por Redacción


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