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Fusiones debilitan Estados y fortifican al imperialismo global
La capacidad de mutación del imperialismo beneficia a las corporaciones, que adoptan múltiples modalidades: mercantil, industrial, financiera y tecnológica.
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La capacidad de mutación del imperialismo beneficia a las corporaciones, que adoptan múltiples modalidades: mercantil, industrial, financiera y tecnológica. Hoy las trasnacionales del complejo industrial militar, energético, automotriz, farmacéutico, alimenticio, tecnológico, turístico y bancario encarnan el sistema económico con sus grandes activos globales. Producir, acumular ganancias y maximizar beneficios para dominar el mercado es su razón de ser. De ahí sus fusiones y alianzas a costa de ciudadanos y derechos de trabajadores que ningún Estado parece capaz de contener.

El capitalismo ha dividido al planeta entre países imperialistas y oprimidos. Bajo la máxima “expandirse o quebrar” se alienta la feroz guerra por el control planetario y la influencia total sobre el mercado. Hace más de un cuarto de siglo que el capital ha acelerado este proceso de fusión inter-corporativa. En un principio, las uniones e incorporaciones se daban entre empresas de un mismo sector y hoy son absolutamente intersectoriales.

Poco se transparentan estos acuerdos entre trasnacionales para mantener su liderazgo en el mercado. La cobertura de medios especializados se limita a subrayar los elevadísimos montos que alcanzan las operaciones. Unos cuantos análisis destacan el impacto numérico de desempleados que generará ese proceso y los riesgos para los consumidores.

En el nuevo milenio se intensificó esta tendencia. Datos del Banco Mundial (BM) revelan que de las 100 mayores economías del planeta, 51 son corporaciones trasnacionales y 49 son países. Y hoy esas fusiones y adquisiciones intra-corporativas van por el control oligopólico y convergente de las nuevas tecnologías (biotecnología, nanotecnología, informática y neurociencias).

Otra expresión del imperialismo corporativo es la colonización ideológico-cultural del espacio público y privado con sus logotipos. Para que el consumidor los identifique, las empresas abarcan nuevos espacios y aumentan presupuestos de marketing al costo del cliente. “Son como cucarachas, uno los rocía y, después de un tiempo, están inmunizados”, advierte Naomi Klein en El Imperialismo de las Marcas.

Esas megacorporaciones poseen enorme poder sobre los países. Ofrecen supuestos beneficios por sus inversiones (empleos, infraestructura y estímulo al comercio internacional) a cambio de políticas y procesos –legales o ilegales– que las favorezcan.

Es obvio que la competencia intra-capitalista es por ventajas estratégicas y posiciones en regiones, mercados y recursos. De ahí la intensiva –y despiadada– búsqueda de recursos de esas corporaciones en países subdesarrollados o “en crecimiento”. Desde África Occidental a Venezuela y México.

Ninguna gran corporación es inocente y hace décadas que han sido denunciadas. “No hubiera habido ningún Steve Jobs, ni ninguna Apple, sin la red global de explotación. Es una cadena corporativa de abastecimiento manejada desde el Silicon Valley”, denunció el economista político y articulista del diario Revolución, Raymond Lotta, en pleno movimiento Ocupa Wall Street en octubre de 2011.

Hoy se sabe que para producir iPhones e iPads, Apple elige, dentro y fuera de Estados Unidos (EE. UU.), fábricas que imponen jornadas de 60 horas semanales. “Esas empresas envenenan a sus trabajadores con sustancias peligrosas, les privan de derechos básicos y ese personal, desesperanzado, se suicida”, denuncia Lotta.

En el imperialismo contemporáneo nada es permanente, ni corporaciones ni organismos financieros. La compra-venta o fusiones ocurren a ritmo frenético desde la crisis capitalista de 2008 o por el cambio tecnológico. Lo que es obvio, es que esta fase imperial depende del crecimiento empresarial basado en la explotación de miles de millones de seres humanos.

En la lógica corporativa, ese proceso se denomina M&A: Fusiones y adquisiciones (del inglés Mergers and Acquisitions), con el que el capitalismo produce todo para venderlo, todo es mercancía y todo se hace en pos de las ganancias.

En el continuo cambio tecnológico, las corporaciones apuestan a “encadenar” sus respectivas producciones. De ahí las fusiones de Toyota con Exxon-Mobil, que suprimió 90 mil empleos en 1998; de Time con Warner; Credit Suisse con JP Morgan Chase; Exxon-Mobil con Royal Dutch Shell y Toyota con Ford.

Maniobras de una corporación

La gigante petrolera Exxon-Mobil Corp. proviene de la célebre Standard Oil Company (1870), que a partir de 1931 se le conoció como Mobil. A finales del siglo XX las alianzas estratégicas impulsadas por John F. D. Rockefeller la proyectaron en el mercado como de la lideresa energética. En 1998 nació Exxon-Mobil Corporation con una amplia gama de productos y el logotipo Pegaso rojo.

Su auge exigió exploraciones petroleras masivas y extensivas, fundamentalmente en países que deseaban impactar. Entre 1999 y 2005 (durante la guerra antiterrorista de EE. UU. Contra Irak y otros países petroleros), el mayor proveedor de crudo del  Departamento de Guerra estadounidense (Pentágono) fue Exxon-Mobil. La guerra exigía petróleo y así, mientras el ejército gringo y sus contratistas controlaban la mayoría de los yacimientos de Medio Oriente, Exxon-Mobil era la gran beneficiaria.

Ese año logró su máximo de ganancias, 36 mil mdd, 42 por ciento más que el año anterior. Recientemente, reportajes, entrevistas y artículos de los diarios The New York Times y The Washington Post, ponderaron los beneficios que el sector energético encadenaba al farmacéutico y la banca.

Aunque Exxon-Mobil difunde el discurso de defensa del medio ambiente, en 2008 rechazó más de 17 propuestas del gobierno de Barack Obama. Solo cambió esta política cuando Arabia Saudita le sugirió un plan para generar energías limpias. Esta empresa tiene planes de expansión en el mercado y los yacimientos mexicanos.

Vigilar y predecir

En esta fase imperial, las corporaciones destinan la mayor parte de su esfuerzo y medios a conocer, predecir y modificar el comportamiento de sus consumidores y clientes; de ahí que la profesora emérita de la Escuela de Negocios de Harvard, Shoshana Zuboff, desarrollara la noción de “capitalismo de la vigilancia”.

Al actuar así, se ha creado una nueva forma de capitalismo que constituye una certera amenaza para la autonomía individual y la soberanía democrática, incluidas las libertades digitales. Las lideresas de esta avanzada imperial son las empresas de Silicon Valley, en particular Google y Facebook, cuyos ingresos dependen de recolectar y analizar nuestros datos.

Al analizar ese fenómeno socioeconómico, Zuboff constata que la actual acumulación capitalista se centra en la recolección y análisis de los datos personales de las empresas tecnológicas, explica el sociólogo Sébastien Broca, experto en Ciencias de la Información y la Comunicación de la Universidad de París.

De ahí la importancia de la fusión, en junio de 2017, de Yahoo y American on Line (AOL) que creaba OATH, una organización de medios digitales y móviles asociada con Verizon, el gigante de telecomunicaciones que espiaba a sus clientes, según reveló en 2013 el contratista de la Agencia Nacional de Seguridad (ANS), Edward Snowden.

Para los usuarios de Yahoo, el problema de esa fusión es que deben aceptar “algunas partes de la política de privacidad” de OATH, como permitir acceso a contactos, información de correos y mensajes, así como el rastreo de la ubicación. De no aceptar, se cerraría la cuenta del cliente.

Menos calidad a los este-europeo

El dulce Nutella, que fabrica la firma italiana Michele Ferrero y vende en Hungría, tiene menos cocoa que el mismo producto que se vende en Alemania ¿Por qué? ¿Por qué las barras de pescado congelado en Praga tienen menos pescado que en otros países?, preguntó en diciembre de 2017 el periodista Nils Klawitter, del diario alemán Der Spiegel.

Al final de su investigación, Klawitter reveló: “Los este-europeos están cansados de que se les ofrezcan servicios de calidad inferior”. El primer ministro de Eslovaquia, Robert Fico, estalló en furia y amenazó con imponer sanciones y boicotear a firmas occidentales si seguían vendiendo productos de inferior calidad a los este-europeos.

Lo de Fico fue el clímax de un conflicto potencialmente explosivo, al revelarse que para las corporaciones existen clientes de primera y de segunda. El político eslovaco denunció que de los 500 millones de integrantes de la Unión Europea, los 103 millones de ciudadanos del Este europeo han sido forzados por años a contentarse con versiones “de segunda” de productos de marca.

Para el diario polaco Gazeta Prawna, el caso Nutella, el que los envases de Coca Cola no se llenen o el jabón en polvo no lave, es un fenómeno de “racismo en abarrotes”. Para el jefe de gabinete del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, fue “el mayor escándalo del pasado reciente”.

El ministro de Agricultura checo dijo que la gente se sentía como “el bote de basura de Europa”. Debido a ello, la Comisión Europea asumió el compromiso de homologar los ingredientes de Nutella en todos los países.

Movimiento global

En la globalización, las alianzas estratégicas de las corporaciones buscan su internacionalización. A estas alturas del siglo XXI, esas fusiones son de carácter más estratégico para hacer frente a la creciente homogeneización de gustos y necesidades de consumidores, así como a la rápida dispersión de la tecnología y el aumento de los costos.

Con esas uniones, llamadas alianzas globales, las empresas acceden y coordinan sus actividades en varios mercados de forma simultánea, porque así aceleran su expansión en el mercado mundial, cita Marta Ma. Vidal, de la Universidad de Oviedo.

Son alianzas para cubrir mayor espacio geográfico y desarrollar mayor número de proyectos. Paradigmática fue la alianza Renault-Nissan, en marzo de 1999, cuando la francesa adquirió el  36.8 por ciento de las acciones de la japonesa y que en 2001 compró el 15 por ciento de la primera hasta llegar al 44.4 por ciento.

En marzo pasado, el presidente de esa alianza, Carlos Ghosn, fue despedido y apresado en Japón por desviar recursos para su uso personal. Las acciones bajaron de 67.64 a 59.6 dólares la unidad.

Hace semanas, se anunció la fusión de los gigantes automotrices Ford y Mazda, así como de BT y ATT en el sector de telecomunicaciones. En el mes de enero, Ford informó de su pacto con la alemana VW –un acuerdo de gran calado, pero en el que no intercambiarán acciones– para fabricar camionetas y pickups en 2022.

Ambos buscan los “mercados globales” y reducir costos, con base en realizar “investigación colaborativa” en vehículos autónomos, servicios de movilidad y autos eléctricos.

El 22 de febrero, Exxon-Mobil anunció su alianza digital con Microsoft para incrementar la rentabilidad de su sede de operaciones en la Cuenca Permiana, entre el oeste de Texas y el sureste de Nuevo México, el mayor campo de crudo y gas de EE. UU.

Ambas esperan obtener miles de millones de dólares en ganancias netas en la próxima década, a partir del uso de una nube tecnológica que mejore los análisis y relance su eficiencia operativa.En esa fórmula de tecnología=ganancias, el gigante de las telecomunicaciones AT&T reorganiza su corporación asociada con Warner Media, que incluye CNN, los estudios Warner Bros y la plataforma HBO. Como siempre sucede, ese proceso estará marcado por nombramientos y despidos, además de la falta de respeto a los derechos laborales.Detrás de ese movimiento también se oculta el interés por ahorrar, debido a su deuda de 170 mil millones de dólares (mdd), que la convierte en la empresa no financiera más endeudada de EE. UU. En 2018, AT&T adquirió Warner Media por más de 85 mil mdd; la reestructurará con otras firmas mediáticas como Walt Disney y NBC Universal.

Crítica desde el imperio

El imperialismo está configurado con los enormes monopolios industriales, comerciales y financieros que controlan la vida de la gente, de las economías nacionales y sistemas políticos. El imperialismo está conformado por explotadores parasitarios que oprimen a millones de personas y las condenan a miseria incalculable; son financieros parásitos capaces de imponer hambrunas con solo presionar una tecla y así trasladar grandes cantidades de riqueza de un sitio a otro.

Imperialismo es guerra para eliminar la resistencia y rebelión de los oprimidos, y  entre Estados imperiales rivales. “Pero también, el imperialismo significa que habrá revolución, el levantamiento de los oprimidos para derrotar a sus explotadores y torturadores, y que será una lucha mundial contra el imperialismo”, afirma el presidente del Partido Comunista Revolucionario de EE. UU., Bob Avakian.

En el sector energético, Dominion Energy adquirió la eléctrica Scana por siete mil 900 mdd. Dominion asume la deuda de Scana por seis mil 700 mdd, con lo que la transacción total se eleva a 14 mil 600 mdd. La nueva empresa aspira a tener 6.5 millones de clientes para generar  31 mil 400 megavatios y operar en 18 estados de EE. UU.

Sin embargo, no todas las fusiones y adquisiciones son bien recibidas por los poderes políticos. La fusión del gigante en organismos transgénicos para la agricultura, el estadounidense Monsanto y la alemana Bayer, líder en químicos, no fue bien vista en la Unión Europea, que teme al nuevo monopolio.

Fue hasta marzo de 2018 cuando la Comisión Europea aprobó esta integración, que controla más de una cuarta parte del mercado mundial de semillas y pesticidas y que implicó una operación por 62 mil 500 millones de dólares.


Escrito por Nydia Egremy

Internacionalista mexicana y periodista especializada en investigaciones sobre seguridad nacional, inteligencia y conflictos armados.


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