Nació en la aldea Innu en Canadá como parte de la comunidad nativa Ekuanitshit (cuida el lugar de donde eres), en 1966.
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Poeta turco nacido el 26 de agosto de 1914 en Estambul. Uno de los poetas más prolíficos de la Turquía republicana, con más de 60 colecciones de poemas publicados. Su uso purista de la lengua turca trajo una nueva dimensión a la literatura contemporánea de éste país. Sus poemas tratan temas globales, como la prehistoria de la humanidad, el cosmos, el antimilitarismo y la Guerra de la Independencia Turca.
Considerado junto a Ilhan Berk, como el mayor de los poetas vivos. Terminó sus estudios generales en la Academia de Guerra, en 1935, especializado en la Escuela de Tiro. Como oficial de infantería recorrió diversas regiones del país. Fue coronel del Ejército hasta que en 1950 dimitió de su cargo y fijó su residencia en Estambul. Ajeno a la influencia extrajera, pero con una visión de interdependencia entre todas las culturas, utiliza las singularidades de su idioma, que conoce a fondo, de forma creadora, empleando a la vez un vocabulario sobrio y sembrado de imágenes del paisaje de Anatolia. Dağlarca es uno de esos poetas intraducibles por su modo de emplear la lengua. Sin embargo, el poema se salva porque algo queda siempre debido a sus imágenes y conceptos. No en vano, en el primer simposio de poesía de Estambul, sin duda oponiéndose al conocido aserto de Mallarmé (“la poesía está hecha con palabras”), dijo: “la poesía es lo que queda cuando desaparecen las palabras”. Murió el 15 de octubre de 2008 en su ciudad natal.
Detenerse
La belleza de los árboles a medianoche
debería detenerse un tiempo.
Las aguas que corren y los caminos remotos
deberían detenerse.
La luz en las ventanas debería detenerse,
detenerse pronto para mí.
Donde crece el día con la compraventa
del mercado debería detenerse.
El pasto debería detenerse en su silencio
cuando los insectos aplacan el hambre de la tierra.
En desolados descansos de montaña
el cielo debería detener su refinado azul.
Poderosos pájaros en el aire,
como enormes caballos en una carrera incesante,
todos ellos deberían
detenerse.
Los desenfrenados susurros del bosque,
el sueño del pez en el mar abierto,
nuestro dormir
debería detenerse.
No el vertiginoso hechizo de las bailarinas desnudas,
ni el manar de la sangre del guerrero.
Todos deberían detenerse un rato.
La muerte debería detenerse.
Defensa contra de la noche
Este hombre está muerto y ausente pero
el tiempo no se desplomó en el suelo mucho rato.
Le entregamos la vida de ese hombre a los árboles.
¿A quién le pertenece su corazón?
Este hombre está muerto y ausente pero
no podíamos apartarnos de su lado.
En el interminable lamento de nuestras noches,
¿por qué esta palidez nunca disminuye?
Este hombre está muerto y ausente pero
el río aún no se atreve a decirlo,
y su fe, como pájaros gloriosos,
es capaz de llevárselo lejos.
Aguas turcas
Las aguas son más sabedoras
que nosotros.
Como las alas más altas de nuestro afán
ven la luz de la noche
mas pronto y reconocen el pulso del dolor de cabeza
en las sienes,
el suave aleteo del pájaro ajado del desamor
picando todavía en los surcos de la frente
la espuma y las claraboyas de la soledad,
aguas obscuras del espejo último,
aguas que transportan el eco de la voz
desnuda del poeta hasta el silencio.
Como flores silvestres abandonan su hechizo azul
antes de romper el alba.
Más sabedoras que nosotros,
toquen nuestro albedrío con las manos sagradas
del arroyo del verso más oculto al deseo
del poeta que sueña: Dios es
un hombre sencillo que aguarda la virtud del poema,
el perfume del pinzón que alza el vuelo.
EL QUE HEMOS MATADO
Tenía unos ojos que chispeaban con la noche.
Era valiente, demasiado valiente.
Nos hemos parado ante la puerta de la cueva oscura.
De paso, dejamos la lápida.
Con un inmenso chillido, se ha callado
el confidente de las noches y de los montes.
Ya no es como nosotros:
jamás despierta,
duerme poco.
ya no bebe, ni se mueve:
serán tan extraños y tan sencillos los adornos
que hagamos con sus adornos.
Claros como sus plumas,
ciegos como él.
Preparado está, en la enemistad de los que le rodean,
el festín inagotable de la victoria.
El festín de que se alimentarán, al mismo tiempo
nuestra mente, nuestro miedo, nuestras manos.
Conversaciones con las montañas
Cargando las canciones oscuras de los pastores,
mis águilas se posan en la distancia,
insomnes
y sin estrellas, mis álamos perduran.
La soledad aflige a la tierra sin cielo
contrapuesto a amores perdidos
en cementerios donde las grandes flores retoñan
pesadas con salud y felicidad.
La voz que el viento acarrea
la puedo escuchar ahora,
en la noche
el pico invita a la ceguera.
Latitudes
Cierras tus ojos profundamente
cuando yo abro los míos.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
Cuando cierro los ojos, hermano,
tú abres los tuyos.
Cuando nuestras manos esculpen el mármol de los cipreses,
ni el mármol, ni el ciprés, nos familiariza.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella.
A la misma hora.
Nuestras casas no están conscientes del gran tiempo.
En la lejanía, los vientos más fríos se alzan,
nuestras oscuridades se siguen la una a la otra.
Nuestras latitudes se cruzan en la misma estrella,
y miramos el mismo cielo en la eternidad,
sin embargo, no podemos vernos el uno al otro.
Relativamente
De acuerdo a mí, la montaña
es solitaria.
Yo estoy desvelado,
de acuerdo a la montaña.
Para
la
montaña,
yo estoy
loco.
Para
mí,
la montaña
está hambrienta.
Para la montaña,
yo estoy fuera de alcance.
La montaña no llegará,
de acuerdo a mí.
Conversaciones con las montañas
Cargando las canciones oscuras de los pastores,
mis águilas se posan en la distancia,
insomnes
y sin estrellas, mis álamos perduran.
La soledad aflige a la tierra sin cielo
contrapuesto a amores perdidos
en cementerios donde las grandes flores retoñan
pesadas con salud y felicidad.
La voz que el viento acarrea
la puedo escuchar ahora,
en la noche
el pico invita a la ceguera.
Nació en la aldea Innu en Canadá como parte de la comunidad nativa Ekuanitshit (cuida el lugar de donde eres), en 1966.
Es un poeta, dramaturgo y novelista nacido en Marsden, West Yorkshire, Reino Unido, el 26 de mayo de 1963.
Nació el 24 de marzo de 1834 en Walthamstow, Reino Unido.
Escritor, ensayista y poeta romántico inglés, fue miembro de la escuela Cockney formada por la segunda generación de poetas románticos ingleses.
A pesar de que nunca fue a la universidad, porque su familia no lo consideraba “apropiado”, fue una estudiante autodidacta y apasionada.
Sus primeros libros de poemas, como Un paseo por la tarde y Apuntes descriptivos (1793), apenas le dieron fama y ningún dinero.
Escritora y poetisa modernista estadounidense, nació el 15 de noviembre de 1887 en el estado de Misuri.
No es la de Rubén Darío una poesía destinada a las masas, como él mismo reconoce en el Prefacio a Cantos de vida y esperanza (1905), cuando afirma “no soy un poeta de muchedumbres”.
Es una de las figuras literarias más fascinantes y controvertidas del Siglo XX, encarnando el espíritu rebelde de la era del jazz.
En La suave Patria, López Velarde canta la intimidad del país para contemplarla bajo la luz implacable de la melancolía.
Fue una poetisa, novelista y ensayista estadounidense, una de las voces más originales del modernismo anglosajón.
Su legado radica en su honestidad emocional y en su técnica innovadora, que influyó en generaciones posteriores de poetas
Es autor de trece libros de poesía, incluyendo Moy Sand and Gravel (2002), por el cual ganó el Premio Pulitzer 2003.
Fue una figura central de la Generación Beat, movimiento literario de mediados del Siglo XX que protestó contra la represión sexual y la rigidez cultural de la posguerra.
Fue uno de los grandes escritores de la literatura inglesa, destacó en diferentes géneros literarios: en el periodismo, la novela, la poesía, la biografía, el libro de viajes y el ensayo.
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Escrito por Redacción